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Manuel Alcaraz

La plaza y el palacio

Manuel Alcaraz

Inviolables e inmunes

Las Infantas dicen que se vacunaron para obtener el "pasaporte sanitario" y visitar a su padre "regularmente"

Las Infantas dicen que se vacunaron para obtener el "pasaporte sanitario" y visitar a su padre "regularmente"

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Las Infantas dicen que se vacunaron para obtener el "pasaporte sanitario" y visitar a su padre "regularmente" Manuel Alcaraz

Me prometí no volver a escribir de la Familia Real hasta que la pandemia remitiera: hay algo obsceno en fijarse tanto en sus miserias mientras enferma y se empobrece la gente a nuestro alrededor. Es posible que miembros de la Familia no lo adviertan, porque su reino no es de este mundo. Sabrán de desdichas, pero el problema moral de los Borbones es su incapacidad para sentir íntimamente las penas comunes de la manera común que las sentimos nosotros, “los otros”. Al fin y al cabo, se les inculca, desde principios jerárquicos contrarios a la igualdad, que su misión es más alta que cualquier contingencia y que sobrevivirse a ellos mismos es su única labor trascendente. A veces aciertan. Otras se hunden y arrastran a la patria. Lo de la vacunación de las infantas me confunde: no sé si hablo de la inviolabilidad jurídica o de la inmunidad ante la covid. Pero -in dubio pro pandemia-esbozaré una reflexión sobre el asunto. Que el Emérito se haya mezclado con un asunto de Hacienda es otra simpática casualidad camino de ser costumbre.

1.- La Familia Real existe. Da igual que la oficina del Rey se haya convertido en una triste máquina de matices o desmentidos. La Familia lastra las decisiones de la Corona por razones históricas, tradicionales, psicológicas y jurídico-políticas: el monarca no puede evadir la contaminación por la acción de su entorno familiar. Cada Nota Regia cava más la fosa de los absurdos: negar la evidencia siempre es un irracional informativo. La Familia Real existe porque pertenecer a ella es la esencia del Rey -su cargo es en cuanto que es heredero varón de su padre-. Y la Familia ha dado sentido -y consentido- muchas de las decisiones que conforman su imagen, discurso e intenciones. Le ha obligado a pronunciarse sobre transparencia y anticorrupción más de lo que quisiera, pero menos de lo que debiera. Y está inutilizado para proferir discursos sobre aspectos relacionados con la moralidad, la equidad, algunas cuestiones de relaciones internacionales, etc. Y ahora sobre vacunas. Si trata de destacar el papel democrático de la Corona, como en el aniversario del 23-F, debe invocar la memoria de un padre ausente, generando un clima equívoco que poco ayuda a relegitimar la España constitucional. Por no hablar de los emolumentos y gastos: una comunidad de intereses. La Familia arrasa con el carisma de la dinastía.

2.- La Familia puede estar convirtiéndose en el cuarto partido de la derecha: algunas ramas verdes del frondoso árbol Borbón -muy altas en la línea sucesoria- han aparecido en actos partidarios. Y muestran opiniones y actitudes contaminadas por valores y estilos hiperconservadores, que no pueden ocultarse en una España polarizada y empobrecida, debilitando al Rey en su papel moderador y arbitral. Excusar la vacunación en un lugar lejano por mor de la misericordia a un padre es ejemplo de esto. El problema no es que ante la duda ética optaran por la vacuna, sino que en el argumento no aparecen ni las razones de la fuga paterna, ni el autorreconocimiento del papel simbólico que juegan, ni los problemas que crean a su Hermano. Y, sobre todo, una vez más -¿cuántas van?- muestran ignorancia y desprecio por la transparencia. Si así no fuera ellas mismas, con virtud democrática y filial, hubieran hecho público lo sucedido. Lo que se esconde ahí es el valor asumido por las élites de que cuando vienen mal dadas, lo que funciona es el sálvese quien pueda. Más parecen beatas pueblerinas que altivas Antígonas. La derechización, en fin, se aprecia en la restricción temática de los discursos del Rey, cada vez más centrado en abstracciones de equilibrista que en cuestiones que afectan a la vida de los más vulnerables.

3.- Los mejores defensores de la Monarquía son Unidas-Podemos y algunos partidos periféricos, en la medida en que se niegan a efectuar un relato político implícito en la crítica, refugiándose en criterios propios de la ética privada y confundiendo el comportamiento de Juan Carlos y Familia con el de la institución, alimentando la antipolítica. Y olvidando que la negación retórica de la Monarquía no significa necesariamente una defensa de la República. Y tanto más cuando no explican qué tipo de República desean más allá de los tópicos usuales: eso supondría pensar sobre el modelo de Estado y no están por la tarea. Dicho de otra manera: una República donde un presidente sustituye a un Rey sin más cambios en profundidad, es imposible e innecesaria. Otra cosa es el uso del problema por quienes piensan que cuanto peor, mejor. Pero esos son tan inmorales como los criticados. La apuesta por el vacío a cambio de unos pocos votos de enfadados es impúdica.

4.- De esta manera, la derecha está debilitando el consenso en torno a la Corona por su confianza en que la institución, su mera persistencia, sirve para apuntalar sus creencias y relegitimar sus vínculos entre élites. Otros, al imaginar que una República sería “de izquierdas” -lo que es una presunción excesiva y poco democrática-, quiebran también el consenso, aunque sin fuerza para construir una alternativa. Entre unos y otros se diluye el consenso constitucional, aunque sea interpretado de manera crítica, como un valor cohesivo y de progreso.

5.- El argumento del PSOE para apuntalar la monarquía -atacarla supondría romper el pacto constitucional- es, también, puramente retórico y bastante falaz. Porque lo que ha roto ese pacto es la actuación de la Familia Real en el marco del bloqueo, por la derecha y del mismo PSOE, de la reforma constitucional. Las posibilidades del PSOE de permanecer como garante del pacto son escasas sin esbozar la idea de que la reforma es lo único que puede evitar que la Corona sea la cuña que, en mitad del escenario, resquebraje los restos de consenso e identificación política comunitaria. Antes de que sea reinterpretada por la ultraderecha, que prefiere ver en el Rey al nieto político de Franco que al hijo del primer Juan Carlos. Una “ley de la Corona” serviría de poco, porque no podría alterar la Norma Fundamental y es ésta la que debe cambiar: eliminando la inviolabilidad salvo para los asuntos en que la firma del monarca cuente con refrendo, descartando las diferencias entre hombres y mujeres, estableciendo una separación radical entre monarca y familia, estableciendo criterios precisos y no voluntarios sobre la transparencia de los ingresos y gastos -incluyendo los que no están en el Presupuesto de la Casa Real y regalos-, posibilitando la revisión por el Gobierno de los discursos de tipo general del Rey, haciendo necesaria la autorización del Gobierno de la propuesta de educación de los herederos o sometiendo a control acciones del monarca y sus herederos, que con demasiada facilidad pasan a considerarse “privadas” pero que tienen efectos públicos. Supongo que los “partidos constitucionalistas” se opondrán. Pero es que si hubiera sido por los actuales “constitucionalistas” la Constitución no se hubiera aprobado. De eso hablaré otro día.

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