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Fernando Ull

El Madrid de Trapiello

El escritor Andrés Trapiello en Alicante, donde ofreció una conferencia en un ciclo de la CAM

Una de las novedades literarias del invierno que acaba de terminar ha sido el nuevo libro de Andrés Trapiello que trata sobre la ciudad de Madrid y que ya va por la séptima edición. Tiene por título Madrid, sin más aditivos, y pretende ser un homenaje del autor a la ciudad que le acogió cuando dejó su León natal por desavenencias familiares y en la que, tras una breve interrupción para realizar algunos cursos universitarios de Filología Hispánica en Valladolid, pasó a residir de manera definitiva desde mediados de los años 70.

Vaya por delante que Andrés Trapiello es un escritor al que sigo y leo desde hace tiempo. Fue a principio de los años 90 cuando empecé a leer sus primeras novelas y sus ensayos literarios. Me gustó desde el primer momento. La recuperación que hizo de autores españoles casi olvidados y la manera que tenía de acercarse a escritores a los que yo, un letraherido con todas sus letras, leía en mis años universitarios, me ayudaron a descubrir un aspecto de la literatura desconocido para mí y a sobrellevar la anodina vida universitaria. Trapiello, por su originalidad y su estilo tan personal, ha sido para mí, durante todos esos años, ejemplo de buen escritor. Su alabado Las armas y las letras: literatura y Guerra Civil (Destino, 1994) o su magnífica adaptación al castellano moderno de Don Quijote de la Mancha (Destino, 2015) son muestra de ello.

Por todo ello la deriva derechista y reaccionaria en la que Andrés Trapiello se lleva sumergiendo, poco a poco, en los últimos años, ha provocado que buena parte de sus lectores, los de más tiempo, estén estupefactos y apesadumbrados. No me refiero al hecho de la evolución que en cuanto a ideas políticas o forma de entender la vida puede llevar a cabo cualquier persona, si no a un camino de confrontación y rechazo visceral a las ideas contrarias con el que Trapiello se ha situado muy cerca del odio que destilan determinados medios de comunicación, con sede en Madrid en su mayoría, tanto escritos como audiovisuales, que utilizan un lenguaje tabernario, ofensivo y plagado de insultos de toda clase.

He de confesar que este último libro de Trapiello, Madrid, ha sido el único, de los casi veinte suyos que he leído, que no he podido terminar. Las continuas puyas al Gobierno de España, a Pedro Sánchez, a la izquierda española en general y sobre todo a la vicepresidenta Carmen Calvo, a la que tiene una inquina especial, hacen que su mezcla de recuerdos personales y esbozos históricos sobre Madrid pierda su sentido inicial que, en teoría, pretendía ser un homenaje a esta ciudad y una suerte de guía histórica y cultural que permaneciese en el tiempo. Trapiello nos hace un recorrido por la historia de Madrid, desde los primeros pobladores hasta la Guerra Civil, a la que casi ni nombra, no tocando, ni de pasada, los años culturales más importantes de esta ciudad. Apenas se refiere a la Generación del 27, a Gregorio Marañón, a Ortega y Gasset ni por supuesto al gran avance cultural que para España y Madrid en concreto supuso la llegada de la Segunda República. La Institución Libre de Enseñanza o la inauguración de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid en 1933, en la que dieron clase Pedro Salinas, Ortega y Gasset o María Zambrano, no existen. De Vicente Aleixandre (y su casa Velintonia) y de Miguel Hernández, tan unidos ambos a Madrid, sólo hay una cita de cada uno en todo el libro. Del dictador Franco hay cuarenta y ocho. Con esto está todo dicho. Lo que sí hace el autor en este libro es describir las mil y una iglesias que tiene Madrid y que, según parece, deben parecerle muy interesantes. También me ha resultado muy aburrido ir de un convento a otro.

Andrés Trapiello no es historiador ni pretende serlo. Afortunadamente podría decirse. El relato histórico de la ciudad que hace en este libro es un desaguisado en el que se nota que ha juntado sin ningún orden (más allá de que se produjeran en un tiempo cercano) noticias, acontecimientos y fechas señaladas. Sin embargo, cuando se refiere a Galdós, Baroja o Azorín son sus mejores páginas porque escribe sobre lo que sabe y no sobre lo que va a gustar al público al que en realidad va dirigido este libro: los revisionistas históricos que pretenden blanquear el franquismo, los ultraliberales, los conspiranoicos y los neo tradicional catolicistas nostálgicos de aquel tiempo en que los niños iban en pantalón corto hasta los dieciséis años y las mujeres conocían cuál era su lugar. Llega a decir Trapiello que la República, durante la Guerra Civil, no buscaba la democracia. Claro, lo debe decir porque Manuel Azaña, como afirma la historietagrafía franquista, fue una marioneta en manos de rojos peligrosos y de la URSS. Menos mal que vino Franco a salvar a España del caos.

Dejando de escribir para La Vanguardia aquellos artículos suyos que parecían sacados de su Salón de los pasos perdidos para publicar lo que publica ahora en un diario de Madrid y escribiendo libros como Madrid, puede que Trapiello haya obtenido el beneplácito de la caverna mediática, pero ha perdido mucho del escritor que es.

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