Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José A. García del Castillo

LA PLUMA Y EL DIVÁN

José A. García del Castillo

Confinamiento invertido

Patio de butacas de un cine, vacío, durante la pandemia. | MANUEL R. SALA PINOALBEROLA

Ante una situación nueva como una pandemia, que azota a todo el planeta sin excepciones, que tiene una transmisión tan volátil, desconocida y rápida como la que nos ocupa, estamos viendo que la preparación para afrontarla es prácticamente nula. Está claro que se parte de cero a la hora de poner en marcha mecanismos de defensa, pero también está claro, que nunca ha estado la humanidad tan preparada científicamente como ahora, para hacer frente a este tipo de acontecimientos de salud.

Las medidas de contención del problema sanitario van penduleando en función de la cadena de contagios, que se desarrolla de una forma completamente errática, lo que hace que las normas impuestas sean más al arbitrio del ensayo-error o el interés político, que en base a propuestas firmes de eficacia científica.

La más impopular, aunque necesaria, ha sido y sigue siendo el confinamiento, una situación hasta hace poco tiempo desconocida para la mayoría de los mortales, que se ha convertido en todo un referente de este último año. Vivir atrapado es una de las experiencias más desagradables por las que podemos pasar, teniendo en cuenta que es forzosa, que quien la intenta eludir paga las consecuencias y, sobre todo, que está ligada a la posibilidad de morir o hacer morir a otros.

Los españoles somos un pueblo de puertas hacia afuera, por nuestra forma de vida y nuestra idiosincrasia, lo que hace que estar encerrados nos transforme en seres indeseables para los demás y para nosotros mismos. Durante más de un año hemos tenido que ir renunciando a todos los placeres que hacen de nosotros lo que somos, nuestras fiestas, celebraciones, reuniones y convivencias.

Ahora estamos ante los primeros indicios que nos permitirán salir de este horror, gracias a las vacunas, muchos conciudadanos han puesto en marcha el reloj del confinamiento invertido, esperando ávidos a que se detengan los contagios y las muertes, estemos inmunizados y se inviertan de una vez las cien mil normativas que estamos padeciendo, recuperando nuestros derechos fundamentales suspendidos.

Tenemos que recuperar mucho tiempo perdido, mucha salud mental deteriorada, muchas relaciones sociales abortadas. Es hora de ir planteando un futuro ilusionante, donde cada fiesta, reunión o celebración frustrada se convierta en diez días de confinamiento invertido, es decir, salir de casa y no volver a entrar como mínimo en ese tiempo de cuarentena inversa. Podremos recuperar los viajes, los abrazos, el consumo, los bares, las caras descubiertas, los apretones de manos, los besos, la confianza en los demás, la salud mental, los conciertos, el teatro, el cine, nuestras rutinas y, lo más preciado, nuestra libertad perdida.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats