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Antonio Sempere

Niño, deja ya de joder con la pelota

Cómo me acuerdo de Serrat cada vez que voy a un concierto en el ADDA. A la letra de una sus tantas canciones inmortales. Puede que no sea el verso más sutil, pero sí claro y diáfano como el agua: “niño, deja ya de joder con la pelota”.

Mira que la explanada del Paseo de Campoamor es grande. Sobre ella edificó García Solera su Auditorio, que podía hacer como quisiera. Para ello contaba con todo el espacio del mundo, cuya estructura podía solucionar, de la nada, como creyera conveniente. El Auditorio quedó separado del paseo por unos cuantos escalones que dan acceso a la puerta de entrada y a la taquilla.

Pues bien, la amplísima explanada, que podía ser plácida porque es espaciosa y en nuestra larga primavera y verano invita a estar en ella, se convierte en despide-huéspedes porque no hay jornada musical en la que unos niños, o no tan niños (el día de la 5ª de Tchaikovsky debían haber cumplido los 13) se dedican a dar balonazos mientras pasa por allí el respetable. Tienen copado el lugar. Y por más que el parque tenga su kilómetro de extensión, las puertas del Auditorio son suyas. Se turnan futboleros con los que hacen skyte. De manera que resulta imposible descansar con relajo frente a la fachada del Auditorio.

Con una excepción. Cuando se trata de algún acto institucional, el organizador se encarga de colocar en el exterior alfombra roja y en el protocolo va incluido el desalojo de la zona, por lo que a los políticos nunca les habrán dado un balonazo en los ocho años que viene sucediéndose el cuadro. Como dirían nuestras madres: ni Edusi ni Edasi; eso está mal hecho. 

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