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Antonio Sempere

Fuera auriculares de los oídos

Un autobús urbano de Alicante circulando por la plaza de los Luceros.

No hay día que no tome un bus diferente y no hay trayecto en el que no sea testigo, incluso en esta etapa de supuesto silencio, de historias que en forma de gavilla de anécdotas darían para un librito que retratase el Alicante real, el de sus gentes de a pie.

La semana pasada en una parada de Maisonnave subió una señora con un montón de tarjetas en la cartera, que intentó durante un par de minutos pagar con la Tablet. Pero no hubo manera. En esas que un jubilado sentado junto a la puerta intentó ayudarla pagándole con su abono. El señor apretó su bonobús sobre la espalda de la mujer, que creyó que la estaba tocando. “¿Pero qué hace?”, gritó enfadadísima. Y se bajó del autobús pitando. Lo que entonces dijo el jubilado al conductor, testigo mudo de la situación, me dejó a mí también sin habla: “Y éstas son las listas…”.

Otro día en la línea 02, cuando íbamos a la altura de la Rambla, un pasajero preguntó al conductor si paraba en el Monumental. “¿El Monumental? ¿Eso qué es?”. Alguien aclaró que se trataba de un cine al lado del Mercado. El señor entró en detalle y explicó que debía transbordar en el 01 porque iba a ‘San Grabiel’, repitiendo lo de ‘San Grabiel’. Son curiosos esos silencios rotos por espontáneos. Y demoledora la falta de memoria de algunos.

Cada historia en el bus supone la cara B de todas esas declaraciones de intenciones institucionales tan bienintencionadas como alejadas de la realidad. Quien dice Alicante dice Valencia o Madrid. La calle nos habla con elocuencia. Para bien o para mal. Así es que fuera auriculares de los oídos, y a no perder detalle. 

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