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Carlos Gómez Gil

Palabras gruesas

Carlos Gómez Gil

Entender las nuevas pobrezas en la pandemia

La hostelería es uno de los sectores más afectados por la caída de actividad durante la pandemia.

Subidos en la montaña rusa de nuevas olas de contagios, toques de queda que se levantan y se vuelven a implantar, sucesivos confinamientos, escaladas y desescaladas, la vacunación avanza, amortiguando sensiblemente los efectos de una pandemia con la que, como afirman epidemiólogos, tendremos que convivir durante años. Es por ello por lo que tenemos que trabajar sin demora para conseguir una recuperación económica y social que permita regenerar los profundos daños que está dejando la Covid-19.

Sin duda, la llegada de los importantes fondos europeos del programa NextGenerationEU deberá contribuir a impulsar la recuperación, trabajando en construir países más ecológicos, más digitales y sostenibles, en línea con los programas que se propone financiar. Sin embargo, junto a la necesaria recuperación económica, gobiernos y estados europeos tienen por delante el que puede ser su mayor desafío desde la Segunda Guerra Mundial, de la mano de una imprescindible regeneración social a la luz del profundo daño que la pandemia está causando en amplios colectivos en términos de avance de la pobreza, crecimiento del desempleo, aumento de la vulnerabilidad y ensanchamiento de unos niveles de desigualdad que eran ya alarmantes en países como España.

Pero para poder orientar adecuadamente las políticas y decisiones a llevar a cabo se necesitará, en primer lugar, disponer del mejor diagnóstico, de la más precisa radiografía y del conocimiento más detallado sobre las nuevas pobrezas que se han abierto en nuestra sociedad desde que surgió la pandemia de la Covid-19, y que se superponen a las que ya existían, en muchos casos cronificadas desde hacía tiempo. Es posible que investigadores y especialistas dedicados a estas disciplinas tengamos por delante un importante desafío que va mucho más allá de los análisis estadísticos y de series temporales, en la medida en que han aparecido escenarios novedosos de pobreza y desigualdad que operan simultáneamente en distintos planos, sobre sectores múltiples y colectivos muy diversos que nunca habían vivido situaciones tan acusadas de vulnerabilidad e incertidumbre.

Es fantástico trabajar en la transición climática y digital, impulsar la investigación e innovación y construir economías más resilientes, como propone el plan de recuperación europeo NextGeneracionEU, pero si países y gobiernos no pueden garantizar la comida, la vivienda y la supervivencia de todos sus ciudadanos, habrán fracasado, abriéndose interrogantes que ponen en peligro la cohesión social y la convivencia. De ahí la trascendencia de incorporar la lucha contra las nuevas pobrezas entre las prioridades políticas inmediatas si queremos una verdadera recuperación. Se tata de moralizar la recuperación europea.

España arrastraba problemas estructurales desde hacía tiempo a nivel económico, social y laboral, que con los años han determinado buena parte de sus debilidades y disfunciones estructurales. La profunda crisis vivida durante la Gran Recesión no hizo sino agrandar, todavía más, muchas de esas debilidades, que tomaron cuerpo en la ampliación de las bolsas de pobreza y el ensanchamiento de los niveles de desigualdad en la sociedad, con fluctuaciones asociadas a las diferentes coyunturas e inestabilidades económicas vividas que se corresponden con una mayor polarización en el reparto de la riqueza.

La gran crisis ligada a la Gran Recesión vivida desde 2009 hasta 2015, cuando podemos fijar el inicio de la recuperación, amplió de manera sustancial el reparto de la riqueza en España, hasta el punto de que, según estudios del Barómetro Social de España, se duplicó la desigualdad en términos patrimoniales desde 2002 hasta 2017 entre el 10% más rico y el 50% más pobre. Esto significa que los hogares con rentas más altas no solo disfrutan de niveles de vida y de consumo muy altos, sino que aumentan año tras año su capacidad de ahorro e inversión, mientras los hogares con menos ingresos tienen cada vez más dificultades para hacer frente a sus necesidades más elementales.

Todo ello se ha agrandado todavía más a partir de la pandemia, algo que empiezan a reflejar ya series estadísticas como la última Encuesta de Condiciones de Vida del INE y que están viviendo los servicios sociales municipales, bancos de alimentos y comedores sociales, auténticos diques de contención de los sectores más pobres y vulnerables de España, invisibilizados con frecuencia de las estadísticas oficiales. Por si fuera poco, el encarecimiento en el precio de la vivienda, y especialmente en los alquileres de las familias más humildes y sin capacidad de compra, aumenta sus penurias, llevándolas a un sobreendeudamiento que aumenta todavía más su vulnerabilidad. Por no hablar del aumento en el precio de los bienes de primera necesidad y de la electricidad en este momento de emergencia social para muchas familias.

Es cierto que, por vez primera, desde este Gobierno se ha desplegado un importante paquete de medidas que han reducido notablemente la crisis social, a través de los ERTE y de la puesta en marcha del novedoso Ingreso Mínimo Vital, que se añadía a las rentas de inclusión de muchas comunidades, junto a numerosas ayudas a autónomos, comercios y empresas a los que se han dedicado recursos muy importantes.

Sin duda, se han amortiguado de manera importante los niveles de pobreza en una sociedad abierta en canal por la pandemia. Pero nos toca conocer y comprender la herencia que todo ello ha dejado, taponar las profundas brechas abiertas y desplegar políticas imaginativas que permitan avanzar hacia una sociedad más cohesionada.

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