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Manuel Aliaga Chorro

¿Excepción o regla general?

Baltasar Garzón en una imagen de archivo.

Los derechos fundamentales de las personas siempre entran en conflicto unos con otros. El que la prensa nos dé noticias choca directamente con el derecho a la privacidad de las personas que protagonizan el hecho noticioso. Cuando se produce un hecho delictivo la policía ha de investigar la realidad de lo ocurrido y poner a disposición judicial a la persona cuando tiene indicios delictivos privándonos de la libertad. También debe valorar la falta de antecedentes del denunciado, la poca entidad del hecho denunciado o incluso las causas que justifican la falta de verdad del hecho denunciado. Existen casos como los de violencia sobre la mujer que producen una alarma social alta que ha llegado a producir en la práctica cotidiana que el hombre denunciado sea detenido y pase a dormir en el calabozo hasta que declara ante el juez. Es una norma casi automática: hombre denunciado-hombre detenido y así hasta declarar delante del Juez. La excepción se ha convertido en la regla general.

En el caso del anciano que ha matado a un hombre que entró en su casa cuando dormía la policía también ha de investigar la realidad de lo ocurrido. Es lógico creer que actuaba defendiéndose a sí mismo y a los que hubiesen podido estar con él. También es lógico creer que pasaría miedo ante esa situación al igual que lo pasaríamos cualquiera de nosotros en su lugar. Salir airoso de una situación tan sorpresiva como esa no es fácil, y no depende siempre de uno.

Nuestro sistema posibilita a todos aquellos que intervienen en la toma de decisiones que afectan a nuestros derechos un mínimo de garantías y derechos. Sin embargo, en la práctica se produce el efecto de lo que denomino “resoluciones para cubrirse las espaldas”. ¿Quién va a dejar en libertad o dictar una resolución que solo puede traerle problemas? Hay otro tipo de resoluciones que propicia el sistema: las de condena en costas y multas por temeridad. Es una forma de tratar de reducir el número de casos en los Juzgados y en consecuencia también van en contra del ciudadano que ve otra traba en el camino.

En la lucha contra el crimen también resulta paradójico cuán negativo puede resultar un sistema legal. Solo tenemos que mirar el caso del ex juez Baltasar Garzón. (suspendido 30 años). ¿A qué juez no le tiembla el pulso cada vez que tiene que dictar una resolución restrictiva de derechos? Y qué decir de los abogados, especialistas en cumplir con todas las exigencias y cautelas posibles las leyes para evitar responsabilidades de todo tipo.

Todos sufrimos de una manera o de otra las consecuencias de un sistema colapsado. De un sistema excesivamente lento y con disparidad de criterios dependiendo del Juzgado de que se trate. Un sistema en el que dependes como en todos los casos de otras tantas materias, del buen hacer de sus profesionales.

Necesitamos que la Justicia sea rápida sobre todo en aquellos casos en que la libertad y la dignidad de la persona está en juego, pero sobre todo necesitamos que la Justicia sea justa. En ocasiones nos encontramos con resoluciones poco comprensibles con el sufrimiento de una persona por el peregrinaje hasta conseguir obtener la tan ansiada justicia. Como ejemplo el de un cliente que tras trece años de litigio en donde finalmente se le indemniza por el daño que sufrió en una caída. Eso sí, hicieron falta dos sentencias. Posteriormente, en ejecución de sentencia y de forma incomprensible, se le condena a esta por mala fe y temeridad a las costas y a una multa, mientras que el error material que denuncia sigue sin atenderse y se perderá en el limbo judicial. (Como se le puede reprochar a un ciudadano que hasta en tres ocasiones por escrito se haya dirigido al Juzgado por escrito en un trámite de ejecución cuando esta ha debido soportar 13 años de tramitación).

La automatización de la aplicación de la ley en la puesta a disposición judicial de determinado género, la condena en costas y la multa por temeridad, entran en conflicto con el derecho a la tutela judicial efectiva de todo ciudadano. Sigo creyendo en el sistema porque veo más personas preparadas y buenas trabajando duramente, pero si convertimos lo que tiene que ser excepción en regla general no vamos por buen camino.

A pesar de todo, tenemos la suerte de vivir en un estado social y democrático de derecho. Me pregunto qué sería de nosotros si no fuera así.

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