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Rafael Simón Gil

Un ejército de milicianas se dirige a Afganistán

El primer avión para evacuar a los españoles en Afganistán aterriza en Kabul. EP

Declina el tolerante mes de agosto entre más luces que sombras debido al cambio climático, y declinan fanáticamente en el mundo, entre más sombras que luces debido al cambio climático moral, los derechos humanos, sobre todo, casi en exclusiva, en las dictaduras comunistas (China, Cuba, Corea del Norte…), en las dictaduras de los populismos iberoamericanos de izquierdas (Venezuela, Bolivia, Nicaragua…) y las dictaduras teocráticas del islamismo radical (Irán, Sudán, Afganistán…), esos regímenes que tanto fascinan a nuestra extrema izquierda del gobierno @sanchezcastejon. Y no solo deslumbran a los ultras de izquierdas, no, también ciegan de sectarismo supremacista a la endiosada y petulante gauche divine. Recuerden aquel engendro progre de la Alianza de Civilizaciones (algunos y algunas viven opíparamente de esa estúpida aberración) que se inventaron el autócrata presidente de Turquía, Erdogan, y el capitán de las nubes celestiales, el nefando Zapatero. ¿Irán ahora las tropas de esa Alianza a defender los derechos de las mujeres afganas a costa de sus vidas? No, no irán ni pensaban ir nunca. Son demagogos, pero no tontos: alaban las bondades de esos regímenes, pero prefieren vivir espléndidamente acunados en las muelles alfombras de las decadentes democracias occidentales que tanto les molestan. Por cierto, allí donde se instalan esas dictaduras de izquierdas o religiosas desaparece la libertad.

Oh là là, mes amis, ce n´est pas possible! ¿Cómo puede estar ocurriendo todo eso si el abuelo Lenin, papá Stalin, tío Mao, hermano Che Guevara, primo Fidel Castro y nuestros amigos Pablo Iglesias y Alberto Garzón son comunistas? ¿Cómo puede estar ocurriendo lo de Afganistán si el islamismo radical era un hecho aislado, excepcional, obra de unos lobos solitarios o dementes incontrolados como sostiene la gauche divine y la corrección política? ¿Dónde está el error? Fácil respuesta: en las decadentes democracias occidentales vencidas en su propia desidia, en la repugnante vergüenza que sienten de sí mismas, en la pérdida de los valores que la hicieron fuerte y ejemplo de dignidad y libertad. Ahí se jodío Europa, Estados Unidos y la democracia, Zavalita. Pero también se jodió (disculpen mi referencia a Vargas Llosa) el día en que en una piscina, en una playa de cualquier ciudad europea alguien dijo que sí, que las mujeres musulmanas (los hombres no) debían llevar burkini y la sociedad calló; el día en que el mundo judicial, político, intelectual, universitario y periodístico dijo que sí, que las mujeres musulmanas (los hombres no) debían pasear por las calles europeas con velo, hiyab, niqab o burka y la sociedad calló; el día que el personal sanitario de cualquier ciudad europea no pudo atender a una mujer musulmana porque el marido se negó al ser varones y la sociedad consintió; el día en que se consumó que las niñas musulmanas (los niños no) fueran a los colegios con velo o de lo contrario no irían y la sociedad consintió. Y todo con el aplauso, el silencio cómplice, la comprensión cobarde del feminismo occidental que tachaba de islamófobo a quien osara discrepar. Ahí se jodió también la democracia y la libertad, Zavalita.

Mientras Occidente y la democracia languidecen de éxito reconcomidos en la molicie ética, el desdén moral y la corrección política (qué patético papel el de Joe Biden, aquél que devolvía al mundo la libertad secuestrada por Trump), China, Irán, Arabia Saudí, Cuba, Venezuela, Rusia, Turquía y otras ejemplares democracias, saborean con fruición su éxito conscientes del giro sin retorno que ha tomado la humanidad. Ninguno de ellos derramará una sola lágrima por las mujeres afganas, por sus derechos, por su dignidad. Ninguno llorará las lapidaciones, el ahorcamiento de homosexuales, las flagelaciones a las mujeres, la amputación de las manos por hurtar una barra de pan, los crímenes de honor. Ninguno ni ninguna.

Ahora, ante la toma de Afganistán por el siniestro ejército de los islamistas talibanes, ante la terrible certeza de que las mujeres afganas (también hombres y niños) habrán perdido todos los derechos que conquistaron en estos últimos veinte años -y en muchos casos la vida-, ciertas feministas canónicas lanzan un manifiesto (solo un manifiesto, no crean que van más lejos) exigiendo que no se permita que les suceda “esto” a las mujeres afganas. Les liberaré el sofocón de dar los nombres de las “abajo firmantes” por puro decoro ético, por integridad intelectual, por respeto a las mujeres afganas que ahora serán las víctimas de la “comprensión” de las feministas occidentales con costumbres y religiones ancladas en lo más oscuro del ser humano. Pero sí, son todas las que ustedes dos piensan; las mismas que ante las quejas por la discriminación de esas mujeres les llamaban a ustedes fascistas, islamófobos, xenófobos, militaristas, imperialistas, intolerantes y neocolonialistas.

Ahora alzan la pluma en un manifiesto, solo un manifiesto, ante el seguro terror que se abatirá -es cuestión de tiempo y de imágenes- contra las mujeres afganas (lean la información de Clarissa Ward, corresponsal de la CNN en Kabul) y piden que no se consienta. Ahora recuerdo cómo Ada Colau, de la cuerda feminista-progre-antimilitarista, ofendía al Ejército Español invitándole a que abandonara el salón de la Enseñanza de Barcelona mostrando su desagrado ante la presencia de los militares. Ahora recuerdo. Por eso tengo entendido que un ejército de voluntarias milicianas del feminismo occidental se dirige a toda prisa a Afganistán para defender los derechos de las mujeres afganas. Un Deus ex Machina que, descendiendo del cielo en pleno siglo XXI, liberará a las mujeres de la opresión talibán. Pregúntenles a los líderes talibanes lo asustados que están ante la inminente llegada de ese ejército. A más ver, Zavalita.

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