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Antonio Ortuño

A rastras con el plurilingüismo

El conseller Marzà y el alcalde Barcala, en una imagen de archivo.

Apenas quedan un puñado de días y ya llevaremos impartidas las clases del primer mes de este nuevo curso escolar. Al igual que lo hacían aquellas últimas y viejas máquinas de vapor de principio de siglo, llenas de desconchones y de óxido, casi irreconocibles por la cantidad de piezas de segunda mano, chirriando, resoplando y que con mucho esfuerzo conseguían ponerse en marcha, los centros educativos valencianos también han conseguido iniciar su andadura educativa. Aunque parezca que vayan a desfallecer a mitad de camino, aunque sus movimientos sean lentos, a veces agonizantes y temblorosos, lo único que pueden garantizar, tanto las locomotoras de vapor como los institutos de secundaria es que, una vez iniciada su andadura, llegar, llegarán a su destino. Otra cosa será si se logran los objetivos planeados para estos viajes. Pero parece que, a los responsables de la educación de nuestros hijos, a los mismos que no se montan en el tren, a los que no pisan un aula desde hace mucho tiempo, muy alejados de la realidad educativa, poco les importa cuál sea el resultado tras los nueve meses que durará nuestro viaje.

El curso pasado, de forma experimental, pero de obligado cumplimiento para los IES valencianos, se añadió un nuevo “vagón” al tren educativo, los ámbitos de la Ley Celaá. Sin tiempo para corregir errores, al contrario, multiplicándolos al subir las ratios en primero de la ESO, ahora a este vagón de ámbitos se le ha enganchado otro nuevo y flamante, el “vagón del plurilingüismo”. A pesar del rechazo masivo de las comunidades educativas a los proyectos lingüísticos de sus centros, sin modificación alguna, la Conselleria de Educación valenciana los ha devuelto a los institutos de secundaria para que se lleven a cabo sí o sí. Seguramente, los resultados que llegaron a la mesa de nuestro Conseller, el Sr Marzá, alguien los interpretó a imagen y semejanza de como se interpretaban los resultados, en la España del dictador Franco, al referéndum sobre la ley de sucesión del l7 de julio de 1947. Así el conseller de educación leyó los resultados e interpretó que las Comunidades Educativas que votaron “no”, lo que en verdad querían decir era que “no se retirara el plurilingüismo de sus centros”. No tengo otra forma de entender cómo de una manera tan poco democrática se puede obviar el sentir de tantos y tantos consejos escolares, de tantos y tantos profesores, de tantos y tantos padres, alumnos, personal no docente y concejales de educación

Y mientras, en los centros educativos de los que yo tengo referencias, tras un mes de clases, poco o nada se habla de las materias impartidas en valenciano a nuestros alumnos de primero de la ESO. En las salas de profesores, donde el año pasado eran un hervidero de pláticas, disputas, indignación e incredulidad por lo que se avecinaba, este año se han trasformado en silencios. Al mismo tiempo, imagino que los profesores y profesoras encargados de impartir sus asignaturas en valenciano, no todos, pero muchos seguirán pensando y bregando para ver la mejor forma de explicar los contenidos en un idioma más bien extraño para sus alumnos castellano hablantes. Con mascarillas y clases a rebosar, también tendrán que atender aquellos alumnos de compensatoria (con poco dominio del castellano), a los que han pedido ser exentos de la asignatura de valenciano, a los que tienen necesidades educativas específicas y también al resto de componentes del aula. De momento ellos, como la mayoría de los docentes, estamos acostumbrados a “sufrir en silencio” como rezaba aquel anuncio de una crema para las dolorosas hemorroides. De momento callan y tratan de dignificar lo más posible su trabajo.

Como todos los nuevos proyectos, el plurilingüismo tendrá que ser evaluado. Por supuesto habrá que dar tiempo, pero dentro de seis o nueve meses tendremos y tendrán que evaluar los logros en las nuevas competencias lingüísticas de los chicos y chicas de primero de la ESO. Habrá que hacer un listado de los objetivos alcanzados y ver qué mejorar para lograr los que no se han superado. Y con seguridad habrá que corregir errores, muchos errores. Pero acostumbrado como nos tiene Vicent Marzá a no escuchar a nadie y a sabiendas de que hace trampas hasta en el solitario, poco podemos esperar de él. Primero dudo de que se evalué en profundidad el proyecto lingüístico y segundo que se publiquen los resultados donde deberían aparecer las virtudes de su proyecto estrella.

La “técnica del avestruz” a Marzá le ha funcionado bien, al menos sigue en su cargo político. La estrategia de esta ave no voladora consiste en esconder la cabeza para no ver los problemas, las situaciones o la tarea que sabes que tienes que solventar. Pensará que esa técnica le puede aupar de nuevo a su cargo político en las nuevas elecciones, eso no lo tiene asegurado. Pero mientras llega y no llega nuestra cita con las urnas lo que si tiene claro es que seguirá actuando sin dar cuentas de su actuación a nadie, sin importarle un “pimiento” lo que piensen los demás que no comulgan con sus ideas. O lo que es lo mismo, Marzá seguirá haciendo de su capa un sayo. Y para el próximo curso, la locomotora de vapor bufando, como los centros educativos, se podrán de nuevo en movimiento, ahora con un nuevo vagón a rastras, el plurilingüismo en segundo de la ESO.

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