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Algunos magistrados

Fachada y entrada al edificio del Tribunal Constitucional en Madrid.

Ya conocemos el acuerdo sobre las cuatro personas que han sido propuestas para ser magistrados del Tribunal Constitucional. Es una noticia importante para España y creo que merece algunos comentarios. Oigo, y leo, opiniones sobre este acuerdo. La mayoría de los comentaristas están indignados. Afirman que el gobierno, la izquierda, dicen, no debería haber aceptado los nombres que ha propuesto el PP. Y yo me quedo perplejo oyendo tan sesudas reflexiones. ¿Qué quieren? ¿Acaso es mejor el no acuerdo, el bloqueo? Ya sabemos que desde el PP no hay problema alguno en bloquear cualquier institución, no creo necesario insistir en la indecencia de mantener el actual Consejo General del Poder Judicial. Pero lo hacen. Y estamos viendo que sus votantes no penalizan esa actitud, así que miel sobre hojuelas para ellos. ¿Debemos responder de la misma manera? Estos comentaristas parecen desconocer el abc del pacto: no se trata de llegar a un acuerdo que me guste a mí, eso no es así, la elección suele ser entre algo malo y algo peor. Y el bloqueo es lo peor. Aceptar a Concepción Espejel en el TC es lo menos malo. Y a Enrique Arnaldo, aparentemente menos conocido, pero tan significadamente conservador y partidista como su compañera, la «querida Concha» de María Dolores de Cospedal.

A pesar de lo que acabo de escribir, voy a romper una lanza en favor de estos nuevos magistrados. A veces lo que pensamos a priori no termina por cumplirse. Tenemos ejemplos de esto y de lo contrario. Poniéndonos en lo peor, Enrique López es el ejemplo perfecto. Este señor, juez de carrera, llevaba años colaborando de forma muy estrecha con la FAES y con el PP. Su ideología conservadora le llevaba a no respetar los mínimos estándares de decencia en favor de la apariencia de imparcialidad. Estuvo en el CGPJ y trabajó en favor de los suyos todo lo que pudo y terminó siendo nombrado magistrado del TC, donde se apresuró a hacer lo mismo. Una aciaga noche, para él, fue detenido por la policía cuando conducía una motocicleta de gran cilindrada a velocidad excesiva y, ¡ay!, borracho. Le obligaron a dimitir. Hoy es el consejero de Justicia de la Comunidad de Madrid, posiblemente el colaborador más estrecho de Isabel Díaz Ayuso (al margen del «oculto» Miguel Ángel Rodríguez, MAR para los amigos, también aficionado a la bebida). Antes y después, siempre ha actuado en favor de los suyos, es sectario de nacimiento.

He escrito más arriba que también hay ejemplos en sentido contrario, personas que antes de ser magistrados del TC tenían una inclinación ideológica muy clara pero que han dictado, o participado, en dictar sentencias para nada acordes con posturas preestablecidas. Voy a hablar de Andrés Ollero Tassara, uno de los magistrados salientes en este relevo que estamos comentando. Catedrático de Filosofía del Derecho, en Granada y en Madrid, ha escrito artículos y libros en esta especialidad en los que ha defendido posturas que podríamos calificar de extremistas. Vinculado, dicen, al Opus Dei, la defensa de la intransigencia religiosa ha sido una de sus señas de identidad. En 1986 fue elegido diputado y ha permanecido en el Congreso hasta 2003. Sus intervenciones en el parlamento y sus escritos periodísticos le alinearon siempre con los más extremistas de su partido, el PP. En 2012 fue nombrado magistrado del TC, a propuesta de los suyos, y allí ha permanecido los últimos 9 años, tras los que, por imperativo legal, debe abandonar esa institución. Pues bien, a priori, cualquier sentencia en la que él haya tenido un peso debería ser claramente favorable al que toda su vida ha sido su partido. Pero no ha sido así. Una de las últimas sentencias del TC, muy polémica, ha sido la 148/2021, de 14 de julio, en la que se da un serio varapalo al gobierno. Podríamos pensar, muchos lo hicieron, que esa sentencia tenía una gran carga ideológica y que los magistrados querían leerle la cartilla a la coalición progresista gobernante en un tema tan delicado como el Estado de Alarma que el ejecutivo decretó para luchar contra la pandemia del covid-19. Si leemos los nombres de los magistrados que apoyaron esa sentencia veremos que no está Andrés Ollero y cuando conocemos su voto particular algunos nos atrevemos a decir que es casi perfecto. Su mentalidad jurídica se impuso a la ideológica. Y no ha sido la primera vez. Los prejuicios que teníamos a su nombramiento no siempre se han confirmado.

Voy concluyendo. Creo que el pasteleo que nos trasmiten los dos principales partidos a la hora de renovar, en este caso el TC, no es afortunado. Pero también opino que los pactos son imprescindibles en política y que en muchas ocasiones no nos gustan. A priori. Pero podemos esperar, como en el ejemplo que he narrado, que, a posteriori, las personas elegidas sean capaces de hacer prevalecer su conocimiento jurídico a su inclinación ideológica. Soñar es barato.  

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