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Doménec Ruiz Devesa

No cabe la complacencia frente al coronavirus

Planta covid en un hospital de Barcelona.

El coronavirus ha modificado profundamente nuestra realidad. Hoy las mascarillas son parte del paisaje de nuestras calles y cada vez más países europeos requieren la presentación del certificado de vacunación para entrar en establecimientos o lugares de trabajo. Dar continuidad y adaptar las medidas de contención es acertado frente a un escenario donde no cabe la complacencia. Las sucesivas olas resultantes de la relajación de las medidas han demostrado que en las políticas de contención del coronavirus es más eficiente anticiparse a la peor situación.

Desde esta perspectiva, no podemos obviar que los descensos de las temperaturas al acercarse el invierno trasladarán las reuniones sociales a lugares cerrados, con el consecuente aumento de riesgo de infección. Como en el caso de la gripe estacional, es de esperar una mayor afectación del virus con la llegada del frío. Por otro lado, si bien no existen todavía estudios definitivos, todo parece apuntar que la inmunidad que otorga la vacuna es finita en el tiempo y requiere de recordatorios. Adicionalmente, en el caso del Covid, como en el de la gripe, ligeras mutaciones del virus harán necesarios nuevos ciclos de vacunación para garantizar una mejor inmunidad.

España ostenta el liderazgo en el control epidemiológico, pero este no es el caso en el conjunto de Europa, particularmente en algunos países del centro y del este. España presenta un porcentaje de vacunación del 88,7 para los mayores de 12 años según el Ministerio de Sanidad. En cambio, Rumanía con tan solo un tercio de la población vacunada o Bulgaria con un 22 % están viviendo la peor ola desde el principio de la pandemia, con hospitales saturados y altos niveles de mortalidad. El Centro europeo para la prevención y el control de enfermedades califica la situación en nueve países (Bulgaria, Croacia, Chequia, Estonia, Grecia, Hungría, Letonia, Países Bajos y Eslovenia) como muy preocupante. En Alemania, donde el 67 % de la población presenta la pauta completa, ha visto aumentar las infecciones a niveles del diciembre de 2020.

Estas elevadas tasas han llevado a las expertos e instituciones como la Organización Mundial de la Salud a hacer sonar la voz de alarma. A inicios de octubre de 2021 se observó un crecimiento de alrededor del 3 por ciento en los nuevos casos semanales a nivel mundial, llegando a los 3 millones de nuevos casos, mientras que en Europa el aumento fue del 6 por ciento, mientras otras regiones informaron descensos o estabilidad. Las muertes globales ascendieron a más de 50 000 nuevas muertes semanales, un 8% en comparación con la semana anterior. Datos de la institución muestran que, en este periodo hubo casi 1.8 millones de nuevos casos y 24,000 muertes en Europa (se incluye Asia central en el cómputo estadístico de la OMS), lo que representa el 59 por ciento de los casos mundiales y el 48 por ciento de las muertes. Según la OMS, esto convierte a la región Europa en el nuevo "epicentro" de la pandemia, con una nueva ola en el este, desplazándose ya hacia el oeste del continente, lo que podría llegar a causar hasta medio millón de muertes para inicios de febrero del 2021. Los expertos identifican como correa de transmisión central de esta nueva ola a los no vacunados, lo que en ningún caso evita del contagio a aquellos que sí han recibido la vacuna. Esta nueva ola está generando un repunte de las hospitalizaciones y muertes y podría conllevar nuevas medidas restrictivas, como ya es el caso en Bélgica, Austria, Estonia y Letonia, y se esperan también de forma inminente en Holanda y en Francia.

Además, la crisis de salud mental que ha conllevado el aislamiento se está haciendo patente con fuerza. Por todo ello, es imprescindible garantizar que la tasa de inmunidad entre españoles se amplíe y sea duradera para evitar reestablecer medidas más duras.

Así, debemos seguir incrementando la tasa de cobertura por encima del 90 por ciento de la población diana, reforzando en particular la vacunación entre los más jóvenes y aquellos más reticentes con incentivos positivos y negativos. También debemos avanzar en la ampliación de la inmunización en la franja de 5 a 11 años cuando se autorice. En Estados Unidos la Agencia federal ha aprobado el suministro de vacunas para este tramo de edad, y la Agencia Europea del Medicamento está revisando en Europa los ensayos clínicos para esta franja.

Con todo, la vía más efectiva para maximizar la inmunidad social es la tercera dosis generalizada de la vacuna, que ya ha sido autorizada por la Agencia Europea del Medicamento. En España ya se suministra a mayores de 70 años e inmunodeprimidos. A continuación, debe ser ampliada al conjunto de la población. Esta ha sido la solución priorizada por Israel, uno de los primeros países del mundo en desplegar una amplia campaña vacunación y, por lo tanto, ha debido afrontar tempranamente la aparente pérdida de efectividad de la protección de la vacuna. Frente a su cuarta ola, Israel ha distribuido con carácter general la tercera dosis, incluyendo a los más jóvenes, lo que ha llevado a la rápida remisión de la misma. En este sentido, el director regional de la OMS para Europa ha afirmado que la tercera dosis no debe verse como un lujo, sino que debe integrarse en el estándar de vacunación ya que la inmunidad baja con el tiempo. Esta lógica también la secunda el actual Ministro de sanidad alemán, que ha propuesto vacunas de recordatorio cada seis meses como regla y no como excepción.

Eso sí, la tercera dosis no puede administrarse en detrimento de la vacunación global y la iniciativa Covax de la Organización Mundial de la Salud y otros socios. La industria farmacéutica europea tiene suficiente capacidad industrial para atender todas las necesidades sobretodo porque es razonable asumir que la vacuna del coronavirus acabará siendo administrada anualmente como inoculación estacional, tal y como sucede con la gripe, pero que deberá ser suministrada al conjunto de la población.

La Unión sanitaria europea debe convertirse también en un mecanismo permanente para la adquisición de vacunas, medicamentos y material sanitario para hacer frente a las crisis sanitarias. En este sentido, el 16 de septiembre la Comisión propuso crear la Autoridad europea de preparación y respuesta ante emergencias sanitarias (HERA) que tiene como objetivo la prevención, detección y respuesta rápida de emergencias sanitarias mediante la recopilación de información y mecanismos de respuesta. Por ejemplo, frente a una emergencia, se garantizará el desarrollo, producción y distribución de medicamentos, vacunas y otras contramedidas médicas (por ejemplo, guantes o mascarillas). A través de la HERA se abren pues nuevas posibilidades de respuesta médica coordinada, y debiera ser posible el suministro, bajo previa aprobación, de medicamentos de última generación, como el nuevo tratamiento oral de Pfizer que promete reducir el riesgo de hospitalización y muerte por la enfermedad en un 89% en adultos de alto riesgo si se toma en los primeros estadios de la infección.

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