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Vicente Vera Esteve

Homo Melancholicus: resiliencia y futuro pandémico

Resiliencia y futuro pandémico

Desde hace algunas semanas soporto estoicamente un aturdimiento motivado por darle demasiadas vueltas a una noticia que leíamos en varios medios periodísticos durante el pasado mes de enero. Conservé los diferentes recortes de prensa pensando que pronto trataría de escribir alguna reflexión en torno a dicha noticia y su relación con las secuelas de esta maldita pandemia que venimos sufriendo desde hace ya dos años y que se está haciendo muy dura y compleja para determinados sectores de la población, sobre todo en lo que toca a la juventud. Como digo, al leer el titular del artículo me asaltaron de repente algunas preguntas que a lo largo de los meses he ido interiorizando y tratando de encontrar respuestas

La noticia en cuestión está relacionada con el hallazgo de una obra pictórica del siglo XIX, el autor Theodore Gericault fue uno de los maestros del romanticismo francés, famoso sobre todo por haber pintado “La balsa de la Medusa “. Además de esta pintura sobresaliente también llevó a cabo diez retratos de pacientes con enfermedades mentales en los asilos de Paris a principios del siglo XIX. Esta serie de retratos se le denominó “Monomanías “, se conoce que fue un encargo del doctor Etienne –Jean Georget, jefe de psiquiatría del Hospital de Salpétriere (París), el doctor Etienne recurre a las monomanías para enseñarles a sus estudiantes y alumnos cuales eran las formas y las expresiones de los rostros de las personas con trastornos psíquicos.

La otra parte de la historia la explica el biólogo molecular valenciano Jaime Burgos que había estado investigando y siguiendo las pesquisas del famoso cuadro, publicando en la revista The Lancet Naturology la confirmación de la existencia del sexto retrato de las Monomanías de Gericault: El hombre melancólico. Este prestigioso biólogo afirma que dicho hallazgo se confirma por la condición de tristeza o depresión plasmada en el cuadro, a través de la presencia de arrugas en el entrecejo del paciente retratado representado por la forma del clásico signo omega, descrito por el psiquiatra alemán Henrich Schüle como un rasgo distintivo de la melancolía. Este paciente retratado en el siglo XIX nos invita a pensar y reflexionar sobre lo que se ha dicho más arriba en cuanto a la complejidad de la pandemia y las secuelas que están estigmatizando a una amplia población con secuelas muy difíciles de superar por ahora. No hay día que no aparezca alguna información sobre dicha anormalidad en la situación socio sanitaria relacionada con la inquietante evolución de la salud mental en algunos de los colectivos más jóvenes y vulnerables de nuestra comunidad y también de nuestra país. Vaya por delante que no soy profesional de la sanidad ni tampoco psiquiatra o psicólogo social. Es un tema que abordo por puro interés personal y básicamente aprendiendo de los diferentes profesionales que nos explican esta difícil problemática juvenil.

Es evidente que entre todos los observadores de la sociedad tenemos el compromiso de dar voz a todas aquellas familias que actualmente están padeciendo algún caso en su entorno más cercano. Hay que dar voz y reclamar a nuestros representantes políticos la necesidad de crear las condiciones objetivas y un marco presupuestario que incluya los apoyos económicos necesarios para atender a este segmento de la población con carácter de urgencia.

Según nos explican los profesionales de la psiquiatría las enfermedades del ánimo, del intelecto y de las conductas son tan antiguas como la Grecia clásica, donde los médicos ni siquiera las llamaban enfermedades mentales y las consideraban dolencias físicas como el resto de enfermedades, así lo manifiesta el Dr. Jose Luís Carrasco, presidente de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid.

Me ha parecido ilustrativo hacer un detenido repaso sobre las noticias publicadas recientemente en prensa y que de alguna manera sostienen mi argumento definitivo en torno a este grave problema que nos concierne a todos como sociedad. En primer lugar me impactó un estudio realizado por Unicef acerca del efecto emocional de la cuarentena en menores de España e Italia arrojando el siguiente dato demoledor: el 85% de los padres habían notado cambios en el estado emocional y comportamientos de los niños. Otro dato aportado también por la Fundación ANAR nos pone los pelos de punta pues calculan que las ideas e intentos de suicidio llamado por los expertos “gesto autolítico”, había pasado de un 1,9% de media a un 8% en el último año. Se puede colegir de este proceso que la atención primaria y las urgencias hospitalarias de la provincia han detectado un notable incremento, no solo de patologías como la ansiedad sino de situaciones más extremas. Termino destacando la importancia de la disposición a corto plazo de suficientes dotaciones presupuestarias para atender la importante demanda de solicitudes por los casos ya mencionados de depresiones graves, autolesiones o intentos de suicidio entre jóvenes de de 12 a 16 años.

Se acaba de estrenar en los cines españoles la última película del joven director Jonás Trueba: “Quien lo impide” donde se refleja muy acertadamente la cruda realidad en la que está inmersa la población más joven y adolescente. La protagonista nos dice que, “tenemos ataques de pánico, ansiedad, depresión, trastornos alimenticios, estrés,…”. Reivindican que ir al psicólogo debería estará subvencionado por la sanidad pública. Así lo resume el catedrático Doctor Carrasco: “Este es un tiempo para la clínica y para el tratamiento, no para hacer demagogia con las enfermedades “. Nos encontramos entre el homo economicus versus el homo politicus en el sentido más social y polarizado en el seno de nuestra sociedad.

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