Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Rafael Simón Gil

El ocaso de los dioses

Rafael Simón Gil

Señalando como en los tiempos del nazismo

Escuela Turó del Drac, en Canet de Mar, con una pintada a favor de la escuela en catalán

El 11 de diciembre de 1941, es decir, hace unos días, la Alemania de Hitler declaraba la guerra a los EE. UU. tras el ataque japonés a Pearl Harbor. Canet de Mar es una ciudad española, situada en la provincia de Barcelona, hermanada con Isla Cristina, una ciudad española situada en la provincia de Huelva. Y sí, lo han leído bien: hermanada. Días antes de esos aciagos días, el 9 de noviembre de 1938, se producía la llamada noche de los cristales rotos, donde hordas nazis incendiaron a su antojo sinagogas, comercios y oficinas judías a la vez que perseguían a su población con total impunidad ante la mirada complaciente y la complaciente inacción del gobierno de Hitler, su policía nazi, sus bomberos nazis y su prensa nazi. Tampoco los civiles alemanes se preocuparon de socorrer a los indefensos judíos perseguidos. Resultado: más de 250 sinagogas quemadas, más 7.000 comercios de judíos destrozados, saqueados; hospitales, cementerios, hogares y escuelas siguieron la misma suerte. Hubo más de 100 judíos asesinados, y al día siguiente, 12 de diciembre de 1938, cerca de 30.000 fueron trasladarlos a los campos de concentración de Dachau, Mauthausen, Sachsenhausen y Buchenwald. Hoy es 12 de diciembre de 2021; apenas han pasado unos cuantos días; y, unos cuantos días antes, el 15 de septiembre de 1935, se firmaban las Leyes de Núremberg ideadas por Wilhelm Frick (abogado de Hitler) y glorificadas por Der Stürmer, el periódico nazi que dirigía Julius Streicher. La noche de los cristales rotos consiguió, con la furibunda ayuda de Der Stürmer, forzar la emigración judía de Alemania.

Ya les he señalado que Canet de Mar es una ciudad española, situada en la provincia de Barcelona; y también les he dicho que hoy es 12 de diciembre. Hace apenas unos días (cuando hablamos de barbarie, de agresión, de acoso, siempre pasan solo unos cuantos días) una familia de Canet de Mar -ciudad española, situada en la provincia de Barcelona, que cuenta con un colegio llamado Turó del Drac- solicitaba para su hijo de cinco años (imaginen ustedes a sus hijos y nietos de cinco años y luego sigan leyendo) recibir el 25% de las clases en castellano (o español, como lo hablan 500 millones de personas y lo denomina el resto del mundo, unos 7.000 millones) en cumplimiento no de su capricho, sino de una resolución judicial del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña avalada por el Tribunal Supremo. A partir de entonces, y señalados como enemigos de Cataluña, del catalán y del independentismo, esa familia, ese niño de cinco años, comenzaba a sufrir el linchamiento, el acoso, el asedio y las amenazas de los otros hermanados de Canet de Mar con Isla Cristina. 12 de diciembre de 1938; 12 de diciembre de 2021, unos cuantos días después.

La familia del niño de cinco años ha tenido que pedir protección al TSJC ante las constantes amenazas que está sufriendo en redes sociales, foros separatistas, políticos independentistas y toda esa suerte de pacíficos dialogantes con los que hay que dialogar todos los días para que no te llamen fascista. El Gobierno de España, donde radica Canet de Mar, alega en boca de su portavoza y ministra Isabel Rodríguez “La verdad es que no tenemos conocimiento…”. Tanta indefinición como tibieza equidistante. Los que sí muestran su noche de cristales rotos es el mundo -¿submundo?- independentista. Porque para evidenciar que no hay acoso a esta familia, ni coacciones, ni asedio, un llamado sindicato de estudiantes del independentismo convoca una protesta a las puertas del colegio justo en el momento en que salgan los niños, algo que para el gobierno catalán no es coaccionar, “que cada uno se exprese como considere oportuno”, dijo el consejero de Educación de la Generalidad José González (ERC, socio de @sanchezcastejon), que se negó a contestar en castellano: “hoy hablo en catalán y que se subtitule”, sentenció González. Pero aún fue más lejos en su especial noche de aquelarre un tal Jaime Fábrega, en su día profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, al decir en su Twitter “¡Me apunto a ir a apedrear la casa de este niño!”; “Que se vayan fuera de Cataluña”. Hoy Fábrega es consultor gastronómico. Les recuerdo que Hitler era vegetariano. Y les recuerdo también, al leer ese llamamiento a las pedradas, que imaginen por un momento a sus hijos y nietos de cinco años y luego sigan leyendo si les quedan ganas, estómago y lágrimas. En 1960, es decir, hace unos días, en Luisiana, USA, la niña de seis años Ruby Bridges acudía a su colegio escoltada por policías ante el acoso contra ella del propio colegio, los alumnos, sus padres y la sociedad civil y política. ¿El problema de esa niña?, el color de su piel: negra. Hoy es el color del idioma; mañana las señas identitarias. Pero no se equivoquen, el problema sigue siendo el odio, la xenofobia de los nacionalismos, de los independentistas y su aldea.

Me he impuesto escribir este doloroso artículo escuchando la impactante, dramática, conmovedora y valiente Sinfonía nº 7 de Dmitri Shostakóvich bajo la batuta de Kurt Masur y la Filarmónica de Nueva York. El autor ruso bautizó la sinfonía con el nombre de Leningrado en memoria y apoyo (fue dirigida en Leningrado por Karl Eliasberg el 9 de agosto de 1942) a los habitantes de esa ciudad asediada por Hitler durante 900 días. A causa del asedio murieron más de un millón de personas. Hoy nada es distinto; el asedio no solo es de palabra, obra y omisión; se hace con piedras, odio y destierro; silencios y tibiezas; señalando con el dedo a los otros; con medios de comunicación en permanente estado de silencio. Y dicen que falta diálogo; y dicen que eres fascista. Cinco años, cinco años, cinco años… A más ver.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats