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Doménec Ruiz Devesa

EUROPA A TRAVÉS DEL ESPEJO

Domènec Ruiz Devesa

Defender Ucrania, unir Occidente

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Un millar de personas se manifiesta en Torrevieja contra la invasión de Ucrania

 Con la injustificada e ilegal agresión de Putin a Ucrania, concluye una época en Europa y en el mundo, el de la Post Guerra Fría. Una etapa de treinta años de paz general en el continente, con la excepción de la guerra civil en la ex Yugoslavia, y (precisamente) la súbita anexión de Crimea por Rusia en 2014, preludio del conflicto actual. Occidente vuelve a tener en el Este un enemigo, una superpotencia militar y nuclear dirigida por un líder autoritario con afán expansionista, al que hay que contener. Solo que Putin se ha vuelto más temerario e irresponsable de lo que nunca fueron los dirigentes de la Unión Soviética. Ante tamaño atentado a la soberanía e integridad territorial de Ucrania, pero también a nuestra seguridad como europeos, es preciso dar todo nuestro apoyo a este país, y reforzar la unidad continental y atlántica.

La Unión Europea ha respondido de manera inequívoca, contundente y rápida, bajo el impulso del socialista español Josep Borrell, cada vez más ministro europeo de Asuntos Exteriores y de Seguridad que Alto Representante, desmintiendo los conocidos estereotipos sobre la lentitud comunitaria en la toma de decisiones. En menos de una semana desde el inicio de la guerra, se han adoptado tres paquetes de sanciones, que incluyen medidas sin precedentes, desde las que afectan personalmente a los bienes e intereses de los líderes de la Federación rusa y sus oligarcas, incluyendo al propio Putin, hasta la expulsión de varios bancos rusos del sistema internacional pagos SWIFT. También se ha cerrado el espacio aéreo a las aerolíneas del régimen agresor, se prohíbe la exportación a Rusia de bienes de equipo esenciales, y se han congelado todos los activos de su Banco Central en el exterior, que pueden ascender hasta 252.000 millones de dólares. Todo ello supondrá un daño enorme a la economía rusa, mientras que el rublo pierde un cuarenta por ciento de su valor. Hay en todo caso espacio para más medidas, como prohibir la conversión del rublo en divisas occidentales y estudiar modalidades para suspender la participación de Rusia en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Pero sin duda la decisión más impactante es la iniciativa de Borrell de activar la Facilidad de Paz Europea para que la UE proporcione ayuda militar a Ucrania, como había propuesto mi colega Guy Verhofstadt en el pleno del Parlamento Europeo el 16 de febrero de 2022, ya antes de la invasión. Por primera vez la UE utiliza uno de sus fondos para proporcionar armamento a un país en guerra con otro. La ayuda asciende a 500 millones de euros, que se añade a la asistencia militar que ya presta Estados Unidos, y otros países europeos, incluyendo Alemania, en un giro espectacular de su política tradicional, y tras haber suspendido la autorización para el gasoducto ruso Nord Stream 2. Por último, la Comisión ha propuesto activar la Directiva de Protección Internacional, para permitir acoger en Europa a todos los refugiados ucranianos sin excepción, paso igualmente inédito. Por parte española, cabe destacar la posición de máxima firmeza con Putin por parte de Pedro Sánchez y el ministro Albares, en contraste con épocas anteriores, y el rápido envío de ayuda humanitaria a Ucrania.

Entretanto, este país está oponiendo una dura resistencia al agresor, tanto militar como civil, a pesar de la catástrofe humanitaria. Sus fuerzas armadas estaban preparadas para la agresión, mejor formadas y equipadas tras lo sucedido en 2014, y los avisos de Washington en cuanto a la inminencia del ataque. Seguramente cuentan también con información en tiempo real de los movimientos de tropas rusas, facilitado por la inteligencia satelital de la OTAN. Tan es así que en los cuatro primeros días de guerra ninguna ciudad ha caído en manos de Putin, a pesar de su superioridad por tierra, mar, y aire. Es de temer que el dictador no ahorrará esfuerzos por doblegar la tenaz oposición del gobierno y pueblo ucranianos, tanto para evitar una humillación como para persistir en sus objetivos, sean estos cuáles sean. La decisión de poner en alerta la fuerza nuclear revela un estado de ánimo oscilante entre el pánico y la ira. La hipótesis más plausible es que, tras reconocer a las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, Putin busca anexionarse todo el Donbás y las otras provincias rusófonas (aunque no necesariamente rusófilas) en el Este de Ucrania llegando hasta la margen izquierda de Dniéper, esquema en el que la toma de Jarkov, ya bajo asedio y segunda ciudad del país, resultaría estratégica. Además, estaría tratando de unir toda esta zona con Crimea a través de un corredor terrestre por la costa, para lo que habría que conquistar Mariupol y su puerto. En cuanto a la parte occidental del país, más difícil de ocupar permanentemente, el objetivo sería derrocar al gobierno del valiente presidente Zelenski, e instalar un gabinete títere pro-Putin, con el que dar carta de naturaleza “legal” a sus conquistas en la parte oriental, y tal vez disponer de otro corredor desde la península de Crimea, pasando por Odesa, hacia Transnistria, estado no reconocido y escindido de Moldavia, con presencia militar rusa, en el oeste.

En todo caso, las inaceptables acciones de Putin están llevando a Rusia a un aislamiento internacional que no se recuerda desde 1989, además de a un reforzamiento de la cohesión en la UE y la OTAN. Si la pandemia ha puesto en marcha las uniones sanitaria y financiera, la invasión de Ucrania abre la vía a una unión de la defensa. La creación de la Fuerza de Intervención Rápida, y el establecimiento de la defensa común (artículo 42.2 del Tratado de la UE), son ahora inaplazables. Del mismo modo, cabe reafirmar la unidad transatlántica con la proyectada Declaración UE-OTAN, y estrechar la cooperación UE-EEUU con una nueva Carta del Atlántico.  

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