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Miguel Ángel Santos Guerra

La metáfora del quirófano

Feijóo reclama unidad al PP y promete que si hacen buena oposición gobernarán

He propuesto en alguna ocasión que, en lugar de hablar de oposición, deberíamos hablar de alternativa política. Porque las palabras definen conceptos y posiciones. Si un partido político se considera solo oposición está inclinado a considerar que tiene la misión de oponerse a todo lo que plantea, propone o decide el gobierno, sea lo que sea aquello que plantea, propone o decide. Aunque sea indiscutiblemente beneficioso para la ciudadanía. Sin embargo, si se considerase la alternativa al poder, el partido que no está en el gobierno se sentiría forzado a plantear la forma en la que, de manera diferente a la propuesta, afrontaría los problemas y las soluciones. Y los ciudadanos y ciudadanas tendrían un criterio más fundamentado para decantar el sentido de su voto.

Hace tiempo leí un libro titulado “Aristóteles y un armadillo llegan a la capital”. El subtítulo nos pone en la pista de su contenido: “Las mentiras de los políticos analizadas con humor”. Los autores son dos filósofos estadounidenses: Thomas McCathcart y Daniel Klein. En la página 25 cuentan una conocidísima historia sobre el fenómeno que llaman “la luz es mejor aquí”. Un tipo está paseando una noche cuando ve a su amigo Joe, a cuatro patas bajo una farola de la calle.

  • ¿Qué buscas, Joe?, le pregunta.
  • Se me han caído las llaves del coche, contesta Joe.
  • ¿Aquí?
  • No, allí entre los matorrales. Pero aquí hay mucha más luz.

Se busca donde no está eso que se busca. Se producen debates, pero no se entra en el fondo de la cuestión que se estudia, sino que se abordan otras cuestiones que nada tienen que ver con lo tratado.

Me sorprende y me indigna que, a la hora de votar una ley, un decreto, una propuesta que mejora la vida de la ciudadanía, la oposición diga no por motivos completamente ajenos al contenido de lo que se vota. De esa manera, el voto favorable se convierte en un chantaje: “para apoyar la ley, exijo que me den, o que se cese, o que se cambie…”. Es decir, que no se discute la bondad del contenido de lo que se vota, sino que se busca un beneficio partidista o causar un daño a quien gobierna.

“No vamos a apoyar los presupuestos del Gobierno si no abre una mesa de negociación, no voy a dar mi voto favorable si no se amplían las cotas de autonomía, votaré no para debilitar al gobierno…”. ¿Qué tiene que ver eso con los presupuestos? La cuestión fundamental es esta: ¿Son buenos o son malos para la ciudadanía? Y, una vez respondida con rigor la pregunta, votar en consonancia.

¿Cómo explicarían el voto algunos políticos a sus electores y electoras, cuando el sentido del mismo les niega un beneficio, una mejora, una ayuda? Porque no solo es la ética lo que se rompe. Se rompe también la lógica. Porque se vota lo que se vota. Y al decir no por otros motivos se actúa de una forma irracional e injusta.

Los partidos se enzarzan en acusaciones, en discusiones, en debates que nada tienen que ver con la solución de los problemas. Mientras se critican, se descalifican, discrepan, se burlan y discuten, los ciudadanos se sienten abandonados a su suerte.

La política es un campo de batalla en el que los intereses de los ciudadanos y ciudadanas se convierten en un arma arrojadiza contra el adversario o en un instrumento para conseguir beneficios.

Lo esencial no es el debate, lo esencial es que el debate permita abrir caminos para encontrar las soluciones a los problemas de la gente.

Me llama la atención la contundencia de la oposición que critica al gobierno su deseo de mantenerse a toda costa en el poder, sin reconocer que ese deseo es de la misma intensidad y naturaleza del que tiene la oposición para ocuparlo.

Imaginemos un quirófano en el que se va a realizar una operación de urgencia a corazón abierto a un paciente. La familia ha quedado fuera atenazada por la incertidumbre. Está preparado todo el equipo médico. La cirujana jefa pertenece al partido X, el cirujano ayudante es del partido Y, el enfermero y la enfermera son militantes del partido Z, el anestesista es simpatizante de la formación política J, el médico residente es un dirigente del partido H.…

En plena operación, el equipo médico se enzarza en una acalorada discusión en la que el anestesista increpa a la cirujana porque no se ha querido sumar a la huelga de sanitarios promovida en el Hospital por los sindicatos, ella replica que no se ha sumado porque existen intereses camuflados de los convocantes y porque no se busca realmente la mejora de la práctica médica, el cirujano ayudante expone acaloradamente las razones por las que hay que poner fin a la situación laboral de los profesionales de la salud, el enfermero dice que los médicos solo se ocupan de ellos y que les importa un bledo lo que sucede con el cuerpo de enfermería, el MIR le dice al enfermero que su partido ha organizado una revuelta en la calle que ha provocado actos violentos…

Mientras todo esto sucede, el paciente está con el pecho abierto en canal bajo los focos. Los paneles brindan información sobre las constantes vitales del paciente sin que nadie repare en ellos:

  • Oigan, dice al equipo médico uno de los estudiantes de medicina que ha sido invitado a observar la operación, que el paciente no está respondiendo a la anestesia. Dejen el debate para otro momento.

La discusión se recrudece porque unos y otros se lanzan acusaciones sobre los hechos violentos que los huelguistas provocaron en la manifestación. Esos hechos redundarán en contra de la causa que defiende la huelga, dicen unos. Otros sostienen que sin esa violencia el poder no reacciona.

Los protagonistas de la discusión han dado la espalda al paciente. El corrillo se enfrasca ahora en una discusión que desborda los planteamientos iniciales de la polémica. Ahora se producen insultos, descalificaciones, agresiones cargadas de violencia… Las acusaciones se están convirtiendo en descalificaciones e insultos. Por otra parte, se hacen alusiones ofensivas a la vida privada de miembros del equipo médico.

  • Si siguen discutiendo, insiste otro alumno, el paciente va a recuperarse de la anestesia y no se podrá intervenir.
  • Por favor, no dejen al paciente con el corazón fuera del pecho, que se va a morir, dice una alumna asustada. e indignada.

El equipo quirúrgico discute ahora sobre la estrategia más favorable para poder mejorar la práctica de la medicina. Y sobre la necesidad de mejorar la formación, la organización de los Hospitales y la carrera medica. Están inmersos en el fenómeno “la luz es mejor aquí”.

Cuando pretenden continuar la operación y se concentran en la tarea, el paciente ha fallecido.

La discusión tenía como finalidad buscar la estrategia para mejorar el ejercicio de la medicina, pero el resultado es que el paciente se muere.

Y, ahora, después del injusto y triste desenlace se abre otro debate estéril sobre quién ha sido el verdadero culpable del fracaso. Unos hacen responsables a los otros. Y ya, para colmo del disparate, hasta podemos encontrarnos una explicación que atribuye al paciente la causa principal de la muerte: su organismo estaba tan débil que no ha resistido la operación.

Si los miembros del equipo médico no hacen autocrítica, si nadie se abre a la crítica de los familiares del fallecido que se quejan del desenlace y de los expertos que estudian el caso y detectan los fallos, los miembros del equipo sanitario se verán abocados a repetir los errores sin posibilidad de aprender de ellos.

También estamos ahí los testigos. Y nosotros tenemos en las manos la posibilidad de analizar los hechos y de decidir quién puede seguir en el quirófano y quién tiene que irse a la calle.

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