Decía el filósofo griego Diógenes de Sínope, llamado el Cínico, que “el único bien es el conocimiento, y el único mal la ignorancia”. Aprender, formarse o conocer son tres acciones que forman parte de la base de los centros educativos. Por este motivo, los programas de formación de los mayores que desarrollan gran parte de las universidades públicas de nuestro país tienen que recibir el mayor apoyo posible. Así, debemos entender que no existe una edad límite en el aprendizaje y, más allá de la enseñanza de los grados universitarios, en nuestros campus tienen que desarrollarse programas complementarios para un segmento de la población desea continuar formándose o compartiendo experiencias intelectuales.

Siendo una de las pioneras, la Universidad de Alicante lleva desarrollando desde el año 1998 el programa correspondiente con la denominación de Universidad Permanente (UPUA). En estos casi 25 años de existencia, con la dirección inicial de Emili Soler y la continuación de Concha Bru y de Marián Alesón, cerca de mil personas por cada curso han ido obteniendo el diploma de un programa completo de desarrollo científico, cultural y social dirigido a promover el conocimiento en los mayores de 50 años. Hace un par de semanas acababa el curso en el cual se matricularon 1.149 estudiantes que pudieron cursar más de setenta asignaturas de diversas áreas de conocimiento que, de manera paralela, han tenido diversas actividades extracurriculares como el grupo de teatro, los grupos de conversación, el club Peripatéticos, el grupo de Mayores y Medios de Comunicación (MAYMECO), el grupo Verso a Verso o el club lector Parlem de Llibres.

He tenido la suerte de coordinar durante este curso este último club lector. Una experiencia que, con la organización desde la UPUA y la Sede Ciutat d’Alacant, tuvo más de 40 inscritos que nos permitió organizar dos grupos de alumnado que, una vez al mes, compartían sus experiencias lectoras. Hemos ido alternando sesiones dirigidas de lecturas propuestas con sesiones de lectura libre, donde cada miembro del club lector compartía su experiencia lectora. Así, desde Albert Camus, Augusto Monterroso, Mercè Rodoreda, Irène Némirovsky, Ramón María del Valle-Inclán, Isabel-Clara Simó o Joan Sales, hemos podido saborear las páginas de unos escritores universales desde la versión original o las traducciones a nuestras dos lenguas oficiales.

¿Sabéis que hemos aprendido? El placer de la lectura en grupo, o sea, la satisfacción de encontrar personas que amamos los libros a pesar de la diferencia de procedencia de cada uno de nosotros. No recuerdo en qué ocasión salió en la reflexión una de las citas más impactantes de Montaigne: “saber mucho da ocasión de dudar más”. Y así es, el legado que nos dejan los escritores es el conocimiento y, cuanto mayor es el grado de su transmisión, los lectores dudamos más en su interpretación. Porque hemos reflexionado sobre la multiplicidad de lecturas de una misma publicación, porque hemos compartido lo que en origen es una experiencia íntima y personal: la lectura. Esta es la magia de la literatura: no hay una interpretación única de ninguna obra. Cada lectora o lector puede asumir con valentía su propio análisis y compartirlo. Tal vez esa es la clave del éxito de un programa formativo para mayores como el nuestro: la procedencia diversa de su alumnado y la concreción de un interés común por aprender en grupo.

Por todo ello, la reivindicación continuada en estos años de los programas de mayores –o de la experiencia, como también se denomina en algunos centros– para ser incluido en los estudios oficiales de las universidades y sean parte integrante del Espacio Europeo de Educación Superior tiene su lógica. El interés que suscitan estos programas refuerza esta petición. Nuestras instituciones tienen que dar respuesta a esta demanda que se incrementa por el aumento del segmento poblacional sobre el cual se sustenta. De otra manera, estos proyectos quedarán sujetos a la decisión que cada Rectorado tome para su desarrollo. Todo ello para fomentar el conocimiento y desterrar la ignorancia, como bien exponía Diógenes de Sínope. ¡Por una formación universitaria y de calidad sin límites de edad!