Finalizado el Debate sobre el Estado de la Nación y visto lo visto, al final, ya verán, no sería de extrañar que con el tiempo acabáramos por conferir a esta endiablada legislatura tintes épicos y ver en Sánchez a un personaje homérico en su labor al frente del gobierno. Bien mirado, no es para menos.

Iniciaría la singladura al timón de un falucho más que precario, embarcando a una tripulación malcarada y peor avenida, con tendencias a sacudirse con el remo a primeras de cambio, bogar en sentido contrario o abrir temerarias vías de agua en la embarcación, según se terciara. Uno de sus principales méritos ha sido pues, en primer lugar, sobrevivir a semejante compañía sin soltar el timón, salvando galernas y haciendo oídos sordos, (y esto es importante), a las incansables sirenas en su martilleante; “a la derecha, Pedro, a la derecha”.

Porque puede que tengan razón quienes le atribuyen una flor en “salva sea la parte” pero no lo es menos que se ha topado también con desgracias y desafíos de proporciones bíblicas: la maldición patria del independentismo, la peste (COVID), la apocalíptica emergencia económica y social post COVID y, por si fuera poco, la guerra y sus efectos, (volcanes y “Filomenas” aparte). Siempre se puede hacer todo mejor, qué duda cabe, pero no podemos negar que todos y cada uno de los retos se han abordado con dignidad, sin escurrir el bulto, (¡Qué vergüenza lo del alcalde Almeida!) ni fruncir el ceño. Hasta es posible que Andreotti ¡mira por dónde!, hubiera encontrado en él, al fin, la “finezza” que tanto echara a faltar en la política española.

Y mientras, la oposición, sin duda lo peor, chapoteando histéricamente a su alrededor viéndolas venir.

Y es que, en el Partido Popular, una vez más, (y ya van muchas), han optado por su comodín favorito: el miedo. Feijó anticipó el juicio final a la vuelta de la esquina ignorando o confundiendo cuantos y números le ponían delante. Saben del efecto paralizador del terror y nos quieren convertir en una suerte de liebres deslumbradas a merced del zurrón del listillo del turno, y de esos hay muchos en el PP. Es el viejo truco de siempre. Cuando despertaron de la siesta resultó que ETA ya no estaba allí y no hay forma de que lo acepten. Timothy Synden (“Sobre la Tiranía”) lo ejemplifica con el incendio del Reichstag a manos de los nazis: “… un momento de conmoción hizo posible una eternidad de sumisión”.

Con Zapatero les funcionó y su retirada con recortes y modificación exprés de la Constitución pasará los anales de nuestra historia como una de las más deshonrosas capitulaciones del estado de derecho. Pero Sánchez no es Zapatero, y bien que lo saben en Europa donde ha dado la batalla y salido victorioso (siempre). El moderado Feijo, es de suponer, lo debe de haber adivinado a estas alturas. Si pretende relevarle al timón tendrá que mojarse y hasta es probable que cobre algún coscorrón en el abordaje. Lejos, muy lejos quedará la placidez de otros paseos en lancha por los que es bien conocido con compañías, todo hay que decirlo, bastante peores que las de Pedro Sánchez.

En la versión de “Pedro y el Lobo” de Prokófiev, el protagonista,Pedro, cómo no, lejos de temer al animal, acaba por capturarlo y llevarlo a un civilizado zoo, donde se da a entender que se le acabará obligando a devolver el simpático pato que se acaba de zampar entero y que no para de protestar en el estómago del cánido: “cuac, cuac”.

¿No les parece aleccionador? Crucemos los dedos.