La muerte bajo custodia de Mahsa Amini, la iraní de 22 años arrestada por una patrulla de la ‘Policía para la Moral’ cuando estaba con su hermano por llevar de forma «inadecuada» el hiyab (o velo islámico) ha desencadenado una ola de protestas por todo el país que dejan ya al menos treinta fallecidos en los enfrentamientos con la policía e incontables imágenes de mujeres cortándose el pelo y quemando sus hiyab. La joven, tras dos horas recluida en “una clase de educación y orientación” era trasladada al hospital donde permaneció en coma hasta su muerte tres días después, lo que las autoridades iraníes calificaron como «un incidente desafortunado».

Mientras, en España, el uso del hiyab nos está regalando otros titulares que haríamos mal en tomar a la ligera, como el publicado esta semana de un instituto madrileño que ha impedido la entrada a unas alumnas por llegar al nuevo curso portando el velo islámico, o las dos menores de un centro concertado católico de Málaga que finalmente han cambiado de colegio tras ser recluidas solas y sin que nadie les impartiera materia en la biblioteca desde que llegaron con hiyab. El colegio, gestionado por las Hijas de la Caridad, no considera que se hayan vulnerado dos derechos fundamentales: el derecho a la libertad religiosa y el derecho a la educación, sino que la prohibición es consecuencia del reglamento interno del colegio que impone un código de vestimenta que prohíbe cubrir la cabeza. Será un acto de fe creer que de haber visitado el colegio una de las mismísimas monjas de la congregación también habría sido retenida en la biblioteca.

Ojo, porque el asunto de estudiantes con hiyab ha resultado una batalla en el estado de Karnataka, India, donde se ha acabado ordenando el cierre de los colegios tras el recrudecimiento de las protestas entre hindúes y musulmanes en un país donde estos últimos suponen cerca de un 15% de la población. El debate de si las estudiantes musulmanas tienen derecho a asistir en hiyab a clase ha llegado a los tribunales.

En Europa son cada vez más los países que han legislado la prohibición del burka (que cubre cuerpo y rostro, incluidos los ojos que quedan tapados tras una malla) y el niqab (que deja solo los ojos al descubierto). La prohibición se extiende a cualquier complemento que impida la identificación del ciudadano. Francia fue el primero en 2011 seguido por Bélgica. Más tarde Austria, Dinamarca y los Países Bajos. Bulgaria y Letonia mantienen la prohibición en determinados lugares y algunos estados de Alemania prohíben a las profesoras el uso del hiyab como de cualquier símbolo religioso o político. No así a sus alumnas. En la ciudad alemana de Dresde se ha cambiado el nombre del parque frente al tribunal regional al de Marwa El-Sherbini, la farmacéutica egipcia asesinada allí cuando tenía 31 años y estaba embarazada. Fue en 2009 durante el juicio donde Alex Wiens, alemán de origen ruso, había sido condenado a una multa por llamarla “puta” y “terrorista” por llevar hiyab. En su defensa Wiens alegó que “las personas como ella no eran realmente seres humanos”, que Alemania se estaba llenando de una “multiculturalidad de mierda» y que “los extranjeros, sobre todo los árabes, les quitaban el trabajo”. A la salida sacó un cuchillo de cocina y le asestó 16 puñaladas. El cambio de nombre del parque se anunció la pasada Semana Internacional contra el Racismo, como una alerta a los crecientes crímenes de odio y el racismo alentados por el extremismo de derecha.

Tras Alemania, Francia, el país con más musulmanes de la Comunidad Europea, ha mantenido un encendido debate sobre la prohibición del uso de burkini (bañador que cubre todo el cuerpo, excepto cara, manos y pies) en playas y piscinas municipales. En la tierra de la libertad, igualdad y fraternidad alegan motivos de higiene y seguridad y hay quien ve en la prenda un símbolo de fanatismo que a saber si tendrá un efecto llamada y las piscinas sean caldo de terroristas.

Pero que los árboles no nos impidan ver el bosque ni el hiyab lo que hay debajo: una mujer. El tiempo dirá si la prohibición de asistir a los institutos con velo acelera la integración o relega a las niñas a no salir de sus casas. Si sin estudios, trabajo e independencia económica es posible alcanzar la libertad o si resulta que es el sistema educativo el que debe ser laico y no sus alumnos.

Permítanme recordar que el maremoto del sudeste asiático de 2004 desveló una tasa de muertes de mujeres muy superior al de hombres, alcanzando en zonas hasta al 80%. ¿El motivo? A las mujeres no se les permite el baño y por lo tanto no sabían nadar. Así que hay que pensar mucho las consecuencias antes de prohibir. Y queriendo como nadie acabar con todo atisbo de machismo, no vaya a ser que en nombre de la no discriminación convirtamos a las mujeres en víctimas de una doble discriminación.

Quizá, el debate no pase por velo sí o velo no… sino por prohibir cualquier imposición de llevarlo.

@otropostdata