La gratuidad en los trenes de Cercanías está muy bien. Pero de qué sirve la barra libre cuando no hay presupuesto para bebida. La afluencia de usuarios en la línea Alicante-Elche-Murcia ha aumentado de modo exponencial. Sin que por ello se haya mejorado en absoluto el servicio.

Y cuando aludo a mejorar el servicio me refiero simple y llanamente a que los trenes continúan incumpliendo sus horarios. Lógico, teniendo en cuenta que circulan por una sola vía, y que por ella tienen que transitar, además de los Cercanías, los Media Distancia que van y vienen de Cartagena hasta València, más los Intercity (llamados Talgos hasta el año pasado) que vienen y van desde Barcelona hasta Murcia.

Viajar de pie en un Cercanías no es ningún problema. Todo lo contrario. Para los usuarios, es lo normal. Pero hay que tener en cuenta que allí esos trenes están electrificados, son silenciosos y pasan cada dos minutos. Viajar de pie de Elche a Alicante cuando, tras haber aguardado un retraso de un cuarto de hora en la estación hasta que llega el convoy desde Murcia, te toca esperar un cruce de un tren en Torrellano, o a falta de uno, un par de cruces de trenes en San Gabriel, detenido en su apeadero quince minutos de reloj, la situación se torna más desesperante.

Lo dicho, aquí el gobierno ha pagado un menú del día para 500, y permitido que entren a comer 5.000, y que se arreglen como puedan. En el caso de los Media Distancia de Alicante a València, es una pena comprobar cómo se agotan las reservas con varios días de antelación. ¿Tanto costaría disponer trenes de doble composición todos los días? Acuérdense que la gratuidad seguirá: hay elecciones a la vista.