Acabáramos. Después de mucho esperar, llega Un país para leerlo, y lo que nos encontramos es una copia de Página 2 (mis respetos, Óscar López y equipo) con las entrevistas a los escritores invitados en cada entrega todavía más breves que en el espacio matriz. Con el agravante de que en el nuevo realizan una acotación cada vez más generalizada y desesperante: ver entrevista completa en play rtve.

¿He entendido bien? ¿Estoy viendo la televisión en plan amigo, de buen rollo, y me estáis enviando a la web, al portátil? Trato de disfrutar de la conversación entre el presentador Mario Obrero, y sus primeros invitados, Luis García Montero y Juan Cruz. ¿Y no me dejas gozar siquiera de estos momentos de paz? Os equivocáis.

Y digo que os equivocáis de planteamiento porque resulta que la cadena que acoge el programa está, como decía el poeta, triste y sola, yerma de contenido cultural. Con lo que cuesta poner en marcha un proyecto en colaboración con una productora privada no puede ser que este sea de tan corta duración.

Página 2, a punto de llegar a su edición número 600, en colaboración con Soroka, está demostrando una profesionalidad y constancia excepcionales. Pero esto de iniciar proyectos nuevos y hacerlo tan «sin querer molestar» no está bien. Un país de esto, un país de lo otro. Es la moda. Pero resulta que Un país para reírlo o Un país para comérselo bien valen 60 minutos de televisión, y Un país para leerlo sólo 30. ¿No os dais cuenta que el detalle 2canta por soleares»?

Desde el Ministerio de Cultura hacia abajo aquí se está tomando la palabra «cultura» muy poco en serio. Las consecuencias serán (ya son) devastadoras.