La gestión de emociones, la palanca para la transformación digital

Manuel Bonilla

Manuel Bonilla

La Organización Mundial de la Salud y la Organización Internacional del Trabajo estiman que cada año se pierden en el mundo aproximadamente doce mil millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, lo que cuesta a la economía mundial casi un billón de dólares.

Entre todos los factores que precipitan el éxito de una organización, pública o privada, yo, como directivo y tras muchos años impulsando equipos, me quedaría con la motivación y con la felicidad de las personas como palanca para la transformación digital. El estado de ánimo del talento es el combustible que mueve una compañía. Es la clave para afrontar cualquier desafío vital, para alcanzar retos ambiciosos e impulsar cualquier proyecto.

Salimos de una época, la pandemia, que ha acelerado, de manera obligada, la transformación digital de las organizaciones. Esto ha precipitado, a su vez, la imperiosa necesidad de una transformación cultural interna. Emergen nuevas metodologías de gestión, nuevas estructuras orgánicas, nuevos roles profesionales, nuevas competencias, nuevos horarios, nuevos entornos de trabajo híbridos, nuevos sistemas retributivos, formas diferentes de comunicación e incluso la exigencia de pensar diferente.

Conceptos como Inteligencia Artificial, Blockchain, Metaverso, Big Data o Web 3.0 ya aparecen en los medios generalistas populares en prime time y se dan por normalizados e interiorizados socialmente. Que realmente no es así. El mundo profesional y laboral ha dado un salto radical, sin una evolución paulatina, que no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Las personas han sufrido colateralmente, y lo siguen haciendo, el contundente impacto emocional que supone digerir esta acelerada y obligada adaptación al nuevo escenario profesional y digital.

Este nuevo contexto, post pandémico, se caracteriza por ser mucho más competitivo, turbulento, dinámico, veloz y eleva a la máxima expresión lo que conocemos como entorno VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo). A esto hay que sumar que se avecina un nuevo cambio de ciclo económico. La incertidumbre geopolítica internacional. Y que la velocidad de crucero de la digitalización no levanta el pie del acelerador, todo lo contrario.

Una constante vuelta de tuerca digital que obliga a las empresas a una reinvención continua para generar valor si quieren ser competitivas para sobrevivir. Todo esto produce un efecto multiplicador en la presión sobre las personas de toda la cadena de valor de la organización que, inevitablemente, arroja más casos de ansiedad, de depresión, y desilusión. Con el peligro de la caída de brazos y el absentismo. Un agujero en la productividad de las organizaciones.

Si decimos que las personas que trabajan en nuestra organización son nuestra segunda familia, y que el despacho, la oficina o el coworking son nuestra segunda casa, entonces, debemos conocer perfectamente a cada uno de los miembros de dicha familia. Que sean felices y conseguir que su espacio de trabajo diario sea su zona de confort. Quien dirige personas debe saber a la perfección cuáles son las capacidades, las limitaciones y el potencial profesional de éstas. Y, sobre todo, sus ambiciones, sus inquietudes, sus preocupaciones, sus miedos, sus inseguridades y sus frustraciones.

Estamos tanto en la Era de la Transformación Digital como en la Era de la Gestión de Emociones. Esta última es la palanca de la primera. La productividad de una organización es una derivada de la productividad individual de cada una de las personas que la forman. El nivel de desempeño depende, en gran medida, de la implicación y del compromiso del equipo con la organización, y éste, a su vez, depende del grado de sentimiento de pertenencia, que está directamente relacionado con su estado de ánimo. Todo, por tanto, depende del equilibrio emocional y de la felicidad de los trabajadores en la empresa. Cualquier organización debe tener el mapa de talento y el mapa emocional de su equipo. Una radiografía dinámica y actualizada al día. Presidentes, CEOs, directivos y líderes de equipo deben conocer ambos mapas al detalle.

Además de la formación continua y unos incentivos económicos justos, que se dan por hecho, pero que está comprobado empíricamente que tienen su efecto limitado, surge la cuestión de cómo ayudar al equipo a digerir este proceso de cambio disruptivo. Qué nuevas herramientas y palancas ofrecerles para triunfar. Hablamos de cómo alcanzar el equilibrio emocional para superar las tensiones, los miedos, las frustraciones y la incertidumbre. Ser resilientes.

No solo es necesaria la implementación de un liderazgo innovador, también saludable. Que persiga el bienestar de la organización y la inspiración del equipo. Que optimice su rendimiento. Surge así la necesidad de implementar actividades que potencien la empatía del grupo, ofrecer apoyo emocional para la superación de situaciones traumáticas, la formación en mediación de conflictos y la puesta en marcha de programas de hábitos saludables.

La Universidad de Harvard fue pionera proponiendo “El Plato para Comer Saludable”. Expertos indican que algunos alimentos provocan efectos negativos como cansancio o excitación, y pueden elevar los niveles de estrés. Por contra, otros alimentos combaten la ansiedad y el estrés, ayudando a mejorar el estado del ánimo. Sin mencionar su contribución en la prevención de enfermedades. Así mismo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), una nutrición inadecuada puede llegar a traducirse en un descenso de la productividad de hasta un veinte por ciento, y viceversa.

La Dopamina, la Serotonina y, especialmente y la Endorfina son neurotransmisores generados por nuestro cuerpo cuando realizamos deporte. Son los responsables de hacernos sentir felices, de la motivación y del placer. Además, nos ayuda a tener un estado de ánimo tranquilo y relajado, algo clave para propiciar un buen clima laboral, esencial para una gestión adecuada de equipos y personas, y especialmente necesario a la hora de tomar decisiones transcendentales con objetividad.

No dispersarse, poner foco en lo importante, pensar con claridad, despejar el ruido, aumentar la concentración en lo que en realidad aporta valor es realmente difícil en este nuevo escenario que acontece. El mindfullnes es la herramienta que permite a las personas romper esos círculos viciosos y bucles obsesivos que nos atrapan en los problemas del trabajo del día a día y que desgastan al profesional disminuyendo su productividad.

Hoy tener éxito en un proceso de cambio y de transformación digital solo es posible con un liderazgo innovador, inspirador y healthy. Capaz de gestionar emociones, de sacar lo mejor de cada miembro del equipo, de optimizar sus habilidades, de motivarles a la proactividad y orientarles a resultados. Porque toda persona tiene talento, no hay inútiles. Solo hay que saber bien cuál es el don de cada persona e inspirarla a que lo desarrolle. Con salud, con felicidad y en equipo.