Gritos y silencios. Democracia y coexistencia social

Celebración del Día de la Constitución en Alicante

Celebración del Día de la Constitución en Alicante / ALEX DOMÍNGUEZ

Toñi Serna

Toñi Serna

Son muchas las veces que la historia nos acompaña a lo largo de nuestras vidas y ni siquiera nos damos cuenta y, desde luego, la experiencia ya nos ha enseñado que no es suficiente conocerla para no repetirla. Conocerla no es garantía de no repetición. Por el contrario sí es necesario entender y aprender de los hechos que la acompañan.

¿Por qué digo esto? Me ronda por la cabeza que hay quien cree que si algo se cuenta muchas veces con eso será suficiente. ¡Grave error! Contarlo está bien, pero ser valientes para aprender y que sirva para mejorar es lo que marca la diferencia.

En la actualidad recientes noticias nos inquietan ante un modelo de oratoria política que nos alerta por crear un ambiente en el que la crispación esconde el debate real.

Alcanzar los valores democráticos que acompañan a nuestra sociedad actual no ha sido fácil, sino más bien todo lo contrario. Así que proponer, avanzar y consolidar los derechos más fundamentales que protegen la realidad de nuestra sociedad es una tarea que nos implica a todas y todos los demócratas. A esta mesa no puede ni debe faltar nadie.

Sin embargo, es cierto que, por lo que a mí me compete y ser en lo que creo, la socialdemocracia tiene una responsabilidad mayor y no desde la obligación, sino desde el convencimiento de que representa la base de la democracia avanzada y de las sociedades más igualitarias. Pero eso no exime a muchos y muchas que representan el arco democrático que se lo hagan ver también, revisen sus argumentarios y de paso nos aclaren qué problema histórico les produjo en un determinado momento nuestra Constitución.

El pasado día 6 de Diciembre en Alicante en la Casa del Mediterráneo, lugar de encuentro que ha tomado vida y ampliado la mirada desde que tomó las riendas Andrés Perelló, tuvo lugar la celebración del Día de la Constitución. Es Alicante la ciudad que acoge siempre esta celebración institucionalizada, año tras año, por el President de la Generalitat Ximo Puig. Eso también queda en la historia y no por excepcional, sino por ser un hecho real. Nada que añadir.

Explicar yo lo que significa este texto para el ordenamiento jurídico sería meterme en un jardín que no me corresponde. Sin embargo, sí me quiero atrever a referirme al espacio histórico que ocupa. No sólo lo que significó como modelo del sistema político constitucional que se abría en nuestro País tras 40 años bajo un régimen de Dictadura implantado por el General Francisco Franco. Doy tantos datos porque puede que aún quede alguien por ahí que no sepa ese “pequeño matiz”… aunque eso también sea harina de otro costal y no motivo de esta reflexión. Volvamos a lo que iba.

El texto es fruto de su momento y, como suele ocurrir en el devenir de la historia, requiere que acompañe a los tiempos que corren. Pero no desde esos a los que me refería un poco más arriba en los que impera por doquier una palabra más alta que otra. Que de paso digo yo que tanto griterío y tanto improperio verbal impide pensar en lo interesante, prudente y exigible que sería que nuestro texto constitucional evolucionara al tiempo que los valores democráticos lo han hecho en nuestra sociedad. Hablar de una reforma no es alzar la voz en favor del desorden y la ruptura, de nuevo tengo que aludir a aquellos que no les gusta que nada se mueva para que nada cambie. Aprendan de la historia, que no es obligado unir la palabra reforma a la irresponsabilidad que sí acompaña a los momentos de ruido ensordecedor.

Requiere la acción política también de las palabras escritas y no sólo de la oratoria. Lo dijo el President ese día: “el texto en su artículo 49 aún habla de disminuidos cuando hace referencia a personas con diversidad funcional...” es el ejemplo de la necesidad de la reflexión urgente. Defendía y reclamaba Ximo Puig “recuperar el valor de la palabra serena que propone, que dialoga, que acuerda” y a eso estamos todas y todos de nuevo obligados. Si dejamos de vociferar podremos, ,además de oír, escuchar.

Desde luego sino estamos dispuestos a esto, llegará el día que, tal y como dijo William Hazlitt, el silencio será el gran arte de la conversación. De silencios impuestos por gritos ensordecedores está nuestra historia reciente llena. No es ese el buen camino porque entonces tendrán razón los que sólo han aprendido que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. No es del todo así, porque son muchas las veces que lo dicho y escrito sobre ella no nos va a impedir repetirla. Sólo lo impedirá las voluntades, las acciones y los hechos que una sociedad de valores profundos democráticos esté dispuesta a defender y proteger. Eso es lo que la hace más solidaria, libre e igualitaria.

Es la mirada humana de la sociedad la que nos protege de nuestra propia historia. Es la creencia en la regeneración democrática y la valentía de la acción política la que rompe el altavoz del grito y la falta de la palabra. No permitir el silencio nos eleva en nuestra propia historia. Es de eso de lo que va la Democracia y la Coexistencia Social.