El teleadicto

À Punt, el rey va desnudo

Antonio Sempere

Antonio Sempere

El EGM reveló que À Punt Radio ha cerrado el año 2022 con 3.000 oyentes en toda la provincia de Alicante. Bajando las cifras, ya de por sí irrelevantes, de sus tres años anteriores. En la televisión las noticias no son mejores. Con audiencia escasa, À Punt continúa a la cola de las autonómicas, que lidera TV3.

Por más que se empeñen sus rectores, la Comunidad Valenciana no es Cataluña. Los espectadores valencianos no son como los espectadores catalanes. Todo lo contrario. Tratar de que sintonicen un canal semejante los habitantes de una tierra que canta «per a ofrenar noves glories a Espanya» es surrealista.

Cualquier analista con sentido común que juzgue el fenómeno desde fuera convendrá que À Punt no tiene futuro. Actualmente no es más que una trituradora de dinero público, cuyos fondos estarían mejor invertidos en Cultura. Los sectores de las artes escénicas, del audiovisual, la Filmoteca Valenciana, están viviendo en precario, y así lo expresan sus asociaciones profesionales.

El pecado original de Canal 9 se está pagando muy caro. Que nadie piense que con un giro político tras las autonómicas de mayo la televisión autonómica valenciana remontaría. El prestigio no se recupera fácilmente. Ya es tarde para extrapolar Cataluña a las comarcas del sur. El INE prevé que en 15 años habrá 2.200.000 alicantinos, los 250.000 nuevos foráneos. La lengua autóctona se diluirá todavía más.

Mientras médicos, docentes o funcionarios de Consellerias reconocen off de record el desastre de la sanidad, la docencia o la administración, la culpa de lo que ocurre en Burjassot, según los trabajadores, sólo la tiene Fabra y los años que estuvo cerrado el canal. ¿Autocrítica? Cero. Y la pregunta final: ¿para qué quieren los políticos un medio irrelevante?