El Teleadicto

José María Rodero

El actor José María Rodero.

El actor José María Rodero. / RTVE

Antonio Sempere

Antonio Sempere

Somos animales de costumbres. Marionetas movidas por hilos que aplaudimos lo que nos dictan que tenemos que aplaudir y permanecemos sentados en nuestros asientos, como si nada, cuando los focos no apuntan hacia aquello que alguien decide que no hay que admirar.

Esta semana se debía haber celebrado por todo lo alto el centenario del nacimiento del actor José María Rodero, grande entre los grandes. Tan potente es su figura, que el año 2022 debía haber sido proclamado Año Rodero por parte del Ministerio de Cultura, como se practica con las figuras de su rango.

Pero como insinúo, en este país siempre ha habido figuras de primera, de segunda y de tercera hasta para esto de los homenajes. La calidad de Rodero era demasiado rotunda para reivindicarla a estas alturas. Para quienes pudimos verlo sobre los escenarios, sobran comentarios. Recuerdo su Calígula en el enorme Teatro Cervantes de Elda, visto desde bien cerca. También en el Teatro Principal de las butacas rojas. Porque se da la circunstancia de que José María Rodero, muy vinculado a Alicante, falleció en mayo de 1991, el mismo mes en que se llevó a cabo la reapertura del Principal tras sus largas obras de rehabilitación.

Menos mal que en el archivo de TVE queda su legado. El concierto de san Ovidio puede que sea la función por la que más se le recuerda, interpretando a un invidente. Su carrera en cine no corrió la misma suerte (La larga noche de los bastones blancos (1978), olvidable). Sin embargo, volviendo a la televisión, el capítulo que protagonizó en Anillos de oro (1983) con Carmen Elías, visto por 20 millones de espectadores, fue una delicia. José María Rodero y su mujer, Elvira Quintillá, merecen el mayor de nuestros homenajes.