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La tregua de Navidad

La tregua de NavidadReuters

Las fechas navideñas siempre han sido propicias para manifestar nuestros deseos de vivir en un mundo en armonía y en paz, una utopía que ha estado presente a lo largo de la historia y que sin duda forma parte del origen de esta fiesta; sin embargo, la celebración este año se ve empañada en Europa por la guerra de Ucrania. No es este el único conflicto bélico en nuestro mundo, pero otros nos parecían muy alejados de nuestras fronteras, aunque algunos de ellos fuesen geográficamente muy cercanos. Hemos vivido en la creencia de que al menos en Europa la paz era el estado natural de este continente. Habíamos olvidado que aquí se fraguaron en el pasado siglo XX las dos guerras mundiales y que el expansionismo colonial europeo tuvo mucho de ocupación militar y de saqueo de los países más que de empresa civilizatoria. Solemos ser olvidadizos y eso tiene sus consecuencias. La propia construcción de la U.E. tuvo como objeto crear una alianza entre estados que lucharon entre sí con el fin de que las ventajas de la cooperación conjurasen la lacra de los nacionalismos y del belicismo e impidiesen la vuelta a los campos de batalla. La cooperación económica tenía como objetivo una Europa en paz y libertad; esa era la mística de la política y creo que algo se perdió de ello en el camino. La paz no se puede dar por ganada de una vez por todas, requiere un esfuerzo permanente y constante, es una conquista por la que tenemos que empeñarnos cada día y conviene tener siempre presente la historia para no volver a caer en los mismos errores. Nuestra memoria ha sido tan corta que olvidamos la guerra de la antigua Yugoeslavia que se dio en los últimos años del pasado siglo y de la que todavía siguen presentes sus consecuencias. Esta guerra de Ucrania nos ha sorprendido como nos sorprendió aquella. Convine pues mantener viva la memoria de modo especial en estos tiempos en que la abundancia y rapidez con que se propagan las noticias nos hace olvidar muy pronto los acontecimientos y ello lleva a una desmovilización de la ciudadanía. Llama la atención la ausencia de un despertar social en pro de la paz. Tal vez en todo ello tenga mucho que ver la permanente información que recibimos mediatizada por los intereses que alientan esta guerra. Parece que se ha creado un clima de conformismo. Desde luego, pocos mensajes esperanzadores nos vienen de los gobernantes de los Estados, más bien parece que estamos instalados pasivamente en este clima bélico. Las manifestaciones de muchos de los gobernantes abundan en este mensaje. Tal vez en la ausencia de la movilización ciudadana pese la idea de que estas cosas deben estar en manos de los altos gobernantes y que la ciudadanía poco puede hacer. Las imágenes que vemos estos días de ciudades devastadas nos muestran cómo las consecuencias fatales de las guerras las pagan los ciudadanos, por ello creo que algo tienen que decir a la hora de exigir el derecho de vivir en paz. El derecho a la paz pertenece a todos y nadie se puede excluir de la lucha y reivindicación de ese derecho.

Ante el conformismo en que estamos instalados, me parece oportuno recordar, aquel hecho que ocurrió en los frentes en la Navidad del año 1914, a los cinco meses de haberse declarado la Gran Guerra. Días antes de la Navidad hubo actuaciones en pro de la paz, entre ellas, la carta de las sufragistas inglesas dirigida a las mujeres de los imperios Alemán y Austro Húngaro, así como la petición que el Papa Benedicto XV dirigió el día 7 de diciembre a los países en guerra, solicitando que callasen las armas en el día de Navidad, petición que fue rechazada por los dirigentes de los Estados; sin embargo en aquella noche empezaron a oírse desde las trincheras alemanas el canto de “Noche de paz” que fue respondido con otros villancicos navideños por parte de las tropas inglesas; se fue creando en medio de la guerra un clima de paz que llevó a confraternizar en muchas fronteras a los soldados que se encontraban enfrentados en la guerra; se intercambiaron saludos y la cercanía entre ellos empezó a derribar las murallas y los estereotipos que tenían unos de los otros. Se impuso no solo en aquella noche, sino durante varios días una tregua real aunque nunca oficial, ni tampoco reconocida; la censura se activó para que los deseos de paz no cundiesen en la población. Los mandos de los diversos ejércitos percibieron que aquellos cantos se habían convertido en el grito subversivo contra la guerra y tomaron las medidas para acabar con aquel mensaje de paz. En esta ocasión los deseos de una tregua deseada por la población ya ha sido contestada al menos por los dirigentes del Kremlin, tampoco de los otros sabemos nada, diciendo que la cuestión no entra en sus planes. A pesar de que en aquella Gran Guerra las decisiones de los altos mandos se impusieron a los deseos de paz, creo que la valentía de aquellos soldados que la promovieron en las trincheras debe ser recordada. La paz no se puede dejar solo en manos de los que mandan. La paz nos importa a todos.   

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