La primera lección inaugural en la UA

Antonio Mestre

Antonio Mestre / Josep Camacho

José Ferrándiz Lozano

José Ferrándiz Lozano

La lección magistral en la inauguración del curso 1980-81 de la Universidad de Alicante, recién creada por decreto un año antes, fue pronunciada por el sacerdote y doctor Antonio Mestre Sanchis, quien se había incorporado como catedrático de Historia Moderna al claustro de profesores en 1979, procedente de la Universidad de Valencia. Nacido en Oliva en 1933, localidad natal también de Gregorio Mayans y Siscar a quien dedicó importantes investigaciones, y fallecido ahora, Mestre era un especialista en la Ilustración y por eso escogió como título de su intervención el de “Humanismo y crítica histórica en los ilustrados alicantinos”.

El profesor e historiador se convirtió por ello en protagonista de uno de los momentos históricos de la incipiente Universidad de Alicante, que sustituía al CEU dependiente de la Universidad de Valencia. Muy cabal, valoró el hito en el que iba a participar a partir del momento en el que el presidente del Consejo Social le encomendó la preparación del discurso. Y así lo confesó al pronunciarlo: “Desde el primer momento, fui consciente de que, al tratarse de la primera lección oficial pronunciada en esta Universidad, aumentaba, si cabe, mi responsabilidad”.

Como un universitario más asistí a aquel momento por considerar al catedrático de Oliva como una persona cercana, a quien conocía porque al llegar a Alicante se instaló para residir en la Casa Sacerdotal, en cuyo edificio el obispado reservaba cuatro plantas a sacerdotes y dos a estudiantes de la Universidad, la quinta y la sexta, como sede del Colegio Mayor San Pablo, bajo dirección de Antonio Vivo.

El punto en común era el comedor, el escenario en el que coincidíamos todos en espacio y horario: estudiantes, sacerdotes residentes y algunos profesionales recién llegados a Alicante como profesores o periodistas. Acababa la comida, el salón entraba en una curiosa ebullición intelectual gracias a la tertulia que mantenían Mestre Sanchis, el cura Alejo García y el padre Espinosa Cañizares. Como no eran muy largas, unos pocos estudiantes solíamos esperarnos con tal de oírlos durante unos minutos que nos suponían un enriquecimiento intelectual diario.

Por eso los mismos que permanecíamos como oyentes de estas conversaciones de sobremesa no dudamos en asistir a la lección inaugural. Conocíamos a Mayans, pero quizá para nosotros, por nuestra juventud, era la primera ocasión en que oíamos ponderar la verdadera relevancia en la Ilustración del oropesino Manuel Martí, dean de la entonces Colegiata de San Nicolás de Alicante, del napolitano Felipe Bolifón, perceptor de rentas reales en Alicante, del jesuita Juan Andrés, nacido en Planes y muy productivo en su exilio italiano, o del conde de Lumiares, y quedábamos, cómo no, convencidos de que el siglo XVIII español, como sostenía Mestre, fue en la letra de los ilustrados el de mayor apertura a Europa, el periodo que detestaba “la España frailuna y retrógrada, dominada por la ignorancia y la superstición”.

En la Universidad de Alicante, Mestre Sanchis estuvo hasta 1986, año en el que se trasladó a la de Valencia, y fue también decano de la Facultad de Filosofía y Letras. Pero su vinculación a Alicante venía de atrás porque tras ordenarse sacerdote en 1956 tuvo un primer destino como párroco en las iglesias vecinas de Campo de Mirra y La Cañada. Incluso de años después de su etapa docente en la UA merece consignarse su notable biografía sobre Manuel Martí, deán de Alicante, que escribió para el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, tras concederle un proyecto de investigación, editada por este mismo organismo en 2003.