El "botellón" se frena en el instituto y en casa, no hay otro camino

El abuso de alcohol entre los jóvenes es un fenómeno que ni la pandemia logró frenar, pese a que el ocio fue el sector más castigado. Los jóvenes de entre 14 y 18 años están a la cabeza del consumo en España y Alicante

Imagen de archivo de un botellón en la playa alicantina del Postiguet

Imagen de archivo de un botellón en la playa alicantina del Postiguet / Pilar Cortes

F. J. Benito

F. J. Benito

La primera borrachera que recuerdo haber cogido en mi vida fue sobre los 15 años -ahora el inicio al alcohol arranca a los trece- un verano en la Albufereta. Se celebraban las fiestas en la zona de la finca Adoc y en aquellos tiempos, principios de los años 80 del siglo XX -cuando la discoteca El Paradiso aún no entraba en la agenda-, el parking frente a las pistas de tenis acogía la tradicional verbena de verano. Pues bien, con cuatro de mis mejores amigos de la adolescencia nos pusimos a preparar la fiesta y, por supuesto, la ginebra Tenis no podía faltar en una economía más que precaria. Botella vacía de Font Vella en una mano y litro de Coca Cola en la otra, nos pusimos manos a la obra para preparar el “cubata” de litro y medio. Como éramos inexpertos y un poco idiotas, la mezcla fue un desastre de proporciones épicas y el colocón a dos horas del arranque de la fiesta adquirió tal tamaño que Guillermo, líder de la cuadrilla, acabó en casa a las nueve de la noche y todo se fue al garete. No sé si entonces existía el Diazepan para acelerar los efectos del combinado, pero en aquella ocasión, como en tantas, el alcohol solo sirvió para arruinarnos una noche que se presentaba de diez.

Me ha venido a la cabeza este recuerdo tras leer los últimos datos publicados por mis compañeras de Sanidad sobre la incidencia del alcohol entre los jóvenes y al descubrir su último invento: la mezcla de tranquilizantes con cerveza para multiplicar los efectos del alcohol, al que recurren nuestros adolescentes antes de una tarde/noche de marcha. Y la verdad es que me ha entrado una sensación a caballo entre la tristeza y el pánico.

¿Cómo es posible que un menor pueda acceder a la compra de tranquilizantes sin receta (por supuesto que la farmacia no es el proveedor), si no es el mercado negro, o en la mesilla de la habitación de los padres?, ¿Dónde han obtenido esta información?. A no ser que en el instituto o el colegio de turno haya habido algún docente, que en aras de mejorar la prevención, haya dado, involuntariamente, la idea. O, incluso, que algún o alguna lumbrera del Ministerio o Conselleria de turno, lo haya plasmado en alguna ficha de las que se cuelan en las aulas. En Alicante, en España, en Europa en general, tenemos un problema grave que debe afrontarse desde los primeros años en el cole y en casa y, por las cifras, insisto, no parece que lo estemos haciendo bien.

Cambios en la personalidad, modificaciones bruscos del humor, irritabilidad, comportamientos irresponsables y arriesgados, baja autoestima, tristeza o depresión, desinterés general en actividades que antes les gustaban. Estas son las consecuencias de la ingesta masiva de alcohol entre nuestros adolescentes y, por ir al detalle, seguro que alguno de ustedes lo habrán podido observar o experimentar en directo.

Sin ir más lejos. Estas Navidades y tras varias noches soportando gritos y destrozos en las zonas comunes de una urbanización en la zona de Vistahermosa/Gran Vía de Alicante, un amigo me comentaba que la Policía Local había tenido que intervenir para sacar a un grupo de chavales a las dos de la mañana. Entre ellos, uno de los adolescentes, vecino, al que conocía y con el que se cruza a menudo por la urba. No parecía el mismo y junto a su manada se despedía expulsado por los agentes al grito de “Vecinos, cabrones, putos maricones”. Sí, los mismos vecinos a los que por la mañana les abre la puerta si los ve cargados. Mi amigo me confesaba un tanto aterrado que no lo hubiera sospechado en la vida.

Recordemos algunos datos: los jóvenes de entre 14 y 18 años de la Comunidad Valenciana están a la cabeza del consumo de tranquilizantes en España, según reflejan los datos de la última encuesta ESTUDES sobre el uso de drogas en enseñanzas secundarias. Unos 40.000 adolescentes valencianos habrían tomado alguna vez tranquilizantes con, o sin receta, mientras que, unos 28.300 lo habrían hecho en el último año. Se trata del 23,3% y del 15,6% respectivamente.

El abuso de alcohol entre los jóvenes es un fenómeno que ni la pandemia logró frenar, pese a que sector del ocio fue uno de los más castigados por la crisis sanitaria. Toque de queda, cierre de pubs… aun con estas limitaciones, los jóvenes siguieron bebiendo, y mucho, a tenor de las cifras de menores atendidos en Urgencias de los hospitales de la provincia por intoxicaciones etílicas.

En 2021 fueron 274 los menores que necesitaron asistencia médica por haber consumido alcohol en exceso, una cifra que se sitúa por encima de la registrada en 2019, antes del covid, y que supone un aumento del 77% respecto al año 2020, y eso que en 21 las restricciones por el coronavirus fueron aún mayores que el año anterior. Los datos del pasado 2022 no variarán mucho, ya verán.

La práctica del botellón ha ido en aumento durante los últimos meses, volviéndose en ocasiones difícil de manejar por el volumen de jóvenes congregados. Para algunos especialistas, este fenómeno va más allá de una moda que lleva de cabeza a las autoridades y a la Policía. Se ha convertido para los jóvenes en una válvula de escape y en una señal de rebeldía en medio de tantas restricciones y prohibiciones.

El botellón se concibe como un espacio para socializar ya instalado en el imaginario colectivo de varias generaciones. Un lugar en los que juntarse con los amigos por poco dinero, sobre todo después de que las restricciones impuestas por la pandemia obligaran a los jóvenes a meterse en casa y a reducir sus contactos sociales. Los adolescentes tienen necesidad de socializar para construir su identidad y transformarse como personas, sostienen los expertos. Está claro, pero sin ofrecer, o al menos yo no lo he leído, alternativa y, mucho menos, soluciones para aquellos padres que puedan vivir angustiados e, incluso, sentirse amenazados.

Las cifras de consumo de alcohol entre nuestros jóvenes preocupan, y mucho, a los especialistas. La ESTUDES del Ministerio de Sanidad refleja que un 55% de los estudiantes entre los 14 y 18 años en la Comunidad Valenciana reconoce que ha consumido alcohol en el último mes. Casi un 25% se ha emborrachado y un 20% ha participado en botellones.

Otro dato preocupante es que un tercio de los estudiantes admite haber participado en los conocidos como «Binge drinking» o consumo en atracón. Esta práctica se da cuando una persona ha tomado cinco o más vasos, cañas o copas de bebidas con alcohol en un intervalo aproximado de dos horas. En todas estas prácticas, la Comunidad Valenciana está por encima de la media nacional en cuanto a frecuencia.

La edad media de inicio en el consumo de alcohol es de 13,8 años y son las chicas quienes beben con más frecuencia que los chicos. Sanidad destaca cómo de todas las sustancias psicoactivas, el alcohol es, con amplia diferencia, la droga con mayor prevalencia de consumo entre los estudiantes. Esta encuesta del Ministerio también refleja cómo la pandemia y las restricciones asociadas a ella cambiaron el patrón de consumo de alcohol. De los pubs o discotecas se ha pasado a las viviendas particulares de otras personas como lugar preferente para beber.

Y la penúltima. Los jóvenes de entre 20 y 30 años que beben cantidades elevadas de alcohol tienen más probabilidades de sufrir un ictus cuando son adultos. La última encuesta sobre alcohol y otras drogas en España revela que el 84,5 % de la población alicantina mayor de 18 años ha consumido alcohol en el último año y el 22,6% ha sufrido una intoxicación. Tenemos un problema. Recuerdan aquello de “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Con lo rico que es el refranero español, que poco caso le hacemos.