Reina de corazones

Isabel Preysler y Vargas Llosa, en los tiempos en los que eran pareja.

Isabel Preysler y Vargas Llosa, en los tiempos en los que eran pareja.

Esmeralda Marugán

Esmeralda Marugán

La reina de mi corazón no se llama Isabel, ni su apellido es Preysler. Ella, la de mi "corazón", debería ser la principal preocupación de nuestro estado de derecho, "ella" y todos los de sus edades, es decir, las niñas y niños.

Me sorprenden pocas cosas en mi vida de ahora, pero algunas además me sonrojan. El motor del consumo ha vivido sus máximos en estas últimas semanas, yo, la primera en hacer largas colas de espera, tras un 50%. Y con un 70%, no he esperado ni al semáforo en verde para cruzarme al escaparate tentador, cargada de nuevas deudas en mi tarjeta de crédito, y paseando por las calles principales de la ciudad en la que vivo, entre apretujones y caramelos por el suelo, conseguí salir de la marabunta humana, mientras secaba las lágrimas de mi cara. Por primera vez en siete años, y esta vez sin haber buscado a sus majestades, veía la "Cabalgata" con mi mano vacía. Me recorrió un frío helador, recordando a tantas otras madres y abuelas. Conozco a algunos de esos rostros, aunque no todos, porque son muchas. Hay nombres que no puedo apartarlos de mi cabeza. Ellas, como yo, no han podido abrir los regalos de sus "majestades" en compañía de "los verdaderos reyes": sus hijos/as, nietos/as, y no lo han hecho por los gravísimos errores que los responsables de cuidarles en nuestro Estado Español, han cometido con sus sentencias judiciales. En esos no pocos, y sí muy terribles casos, en los que su progenitor, es maltratador, agresor, violador... pero "protegido" por el sistema, que en pleno siglo XXI, continúa sin querer verlo. Muchas veces, por no escuchar a " las criaturas", otras por aplicarles síndromes inexistentes, y sin olvidarnos de los alrededores en los que se apoyan, aquellos que hacen negocio con el dolor, y la desesperación de "ellas".

Resulta paradójico que algunas organizaciones, de las que reciben subvenciones por ser la voz de las mujeres, y de sus hijos/as, entren en el juego de quienes las persiguen, cuando son las mismas en las que ellos basan sus alarmantes, crueles y reales estadísticas. Organizaciones en las que siempre creí "a pie juntillas", pero la mano alargada de la violencia machista, que tan bien explican en las teorías de sus páginas web, les ha envuelto en la misma "mierda", coincidiendo con la farsa de la conciencia social contra el machismo en la sociedad en general, y en Los Cuerpos de Seguridad del Estado" en particular, con los que firman convenios que les obliga a "lavarse las manos", o lo que es peor, a tirar la piedra y esconder la mano.

¡Cuánto me queda por aprender de los clásicos! Platón nos lo adelantó en "El banquete", y no lo supe entender, está claro que no sólo hay que leerlos... Hoy, este filósofo incluiría también a quienes lavan su conciencia, escudándose en -"se escapa a nuestras competencias" - o simplemente está "judicializado", que repiten y repiten los unos, las otras y todos, todas.

Sería más ligero mi equipaje mental, si mi dilema fuera estar al lado de "La reina de los corazones de papel" o del que hubo un tiempo que me hizo empaparme de su maestría con el lenguaje escrito, un tiempo pasado quiero añadir, pero no por haber perdido credibilidad en las portadas de las revistas, que mi buen amigo Jaime Peñafiel define de "evasión."

La dignidad va con el ser humano, no se gana o se pierde por ser el protagonista de titulares en blanco y negro, o serlo a color. Particularmente, creo que ella continuará siendo reina de la pasarela del glamour, lo contrario que él, que "desprestigia hoy, lo que le sedujo ayer". Es decir, por lo mismo que lo llamó Amor, hoy es Odio... En mi caso, intento con lo primero, dormir lo segundo. Tal vez, la fuerza de mar se lleve el mal; con lo que no han podido sus "majestades", que pueda La Volvo.