Sonrisas y lágrimas

Imagen de archivo de un médico atendiendo a un paciente.

Imagen de archivo de un médico atendiendo a un paciente.

Antonio Ortuño Escarabajal

Antonio Ortuño Escarabajal

Ya han quedado atrás los últimos días del mes de enero. Otro mes de enero plagado de cuestas y fuertes rampas. Desniveles mayoritariamente debidos a la inflación, al precio de la cesta de la compra, de los combustibles y por qué no, también a una espesa resaca postnavideña. El espíritu navideño que fue sofocado a golpes de tarjetas de crédito hay que pagarlo ahora “a tocateja”, durante los primeros días del año. Pagos y costeras que nos devuelven a nuestra realidad, “espolsándonos” ya de cualquier migaja de fiesta navideña que aun pudiésemos tener. Este enero también ha traído, para más de doce mil licenciados en medicina, su propia y empinada pendiente; los exámenes del MIR. Además, la publicación de las notas de dicho examen el viernes 27 de enero, ha supuesto que, para los aspirantes a ser médicos de la sanidad pública, haya sido un fin de semana vertiginoso, muy particular, con un sabor agridulce y lleno de sonrisas y lágrimas.

Sonrisas que muestran aquellos que han conseguido una de las ocho mil quinientas plazas ofertadas por sanidad. Sonrisas que asoman en sus rostros mientras se imaginan ya ejerciendo como doctores, con sus batas impolutas, en cualquier hospital público del territorio español. Sonrisa que apenas se les difumina en el rostro cuando piensan si tendrán o no plaza en esa especialidad con la que siempre han soñado. Pero eso es otra historia, de momento mas de ocho mil médicos le sonríen a la vida.

Lágrimas que se perciben en los rostros de aquellos que, por una multitud de factores, se han quedado fuera del proceso selectivo. Más de cuatro mil futuros médicos han tenido que posponer sus sueños para más adelante. Ellos aún no lo saben, las lágrimas no les permiten ver más allá, pero sé que su trabajo no ha sido en vano. Tantas y tantas horas robadas al sueño, a las amistades, a la familia esta vez no han tenido recompensa. Ya, con el rostro enjuto y calmado los ánimos, será el momento de analizar los errores y qué estrategia se podría seguir para mejorar los resultados. Seguro que esas lágrimas vertidas, que esa tristeza que ahora les abraza, se transformarán en coraje, en la valentía y el esfuerzo necesario para poder enfrentarse a la siguiente convocatoria.

Sonrisas y lágrimas que se compartirán entre compañeros y compañeras, amigos desde no se sabe ya el tiempo, cuando se enteran de que uno ha superado la prueba y el otro no. Lágrimas que servirán de consuelo para el que ha suspendido y sonrisas que ayudarán al que ha logrado superar la prueba a enfrentarse a nuevos retos. Seguramente este examen marque un antes y un después en su relación. Se verán obligados a tomar caminos distintos y, aunque se prometan visitas mutuas y estar en contacto permanente, nada volverá a ser igual. Y aunque resulte imposible de imaginar que se puedan olvidar tantas horas de complicidad, tantos sueños compartidos, acabarán formando parte de un pasado, de sus pasados al que de vez en cuando recordarán con un especial cariño.

Sonrisas y lágrimas que no enmudecerán a pesar de los malos tiempos que corren para el ejercicio de la medicina en España. Con convocatorias de huelgas en el horizonte ante la precariedad humana de una sanidad pública enferma. Sabiendo que hay encuestas demoledoras que dicen que uno de cada tres médicos españoles se declara insatisfechos con su profesión. Que la mitad de ellos se sienten emocionalmente cansados. Aun así, tengo la seguridad de que no le van a borrar la sonrisa a unos, ni las ganas de enfrentarse a otra oposición a los otros. Todos seguirán trabajando y velando por la salud de sus semejantes y seguirán luchando por tener una estabilidad, mejoras retributivas y laborales, flexibilidad profesional y mejor valoración social sin tener que migrar a países vecinos. Países que siempre los reciben con los brazos abiertos a sabiendas de la magnífica preparación con la que cuentan nuestros médicos. Países con sistemas sanitarios que valoran más a la persona y al médico que a un número en un examen.

A los que ahora sonreís y también a los que os atenazan las lágrimas, ya que podíais haber sido perfectamente mis alumnos, me voy a permitir el lujo de daros un último consejo. Sé que habéis crecido junto a una de las series mas aclamadas de médicos: Dr. House. Si le tenéis en mente, copiar el lado bueno del protagonista y alejaros de su brusquedad, de su mala educación, de su arrogancia y de su crueldad. Procurar mirar a los ojos a vuestros pacientes. Escucharlos y ser comprensivos cuando manifiestan su enojo, su malestar o su frustración. Dejad que vuestros enfermos salgan de la consulta sintiendo y diciendo que sus doctores los comprenden y los entiende, sed empáticos con ellos. Os ha tocado vivir en un momento muy especial en la historia de la medicina. Sabemos que, de conocimientos académicos, andáis muy bien servidos, estáis preparados. Ahora toca compaginarlos con esos estudios que avalan que al enfermo le ayuda en la mejoría de sus males cuando se sienten comprendidos, seguros y confiados. En definitiva, en buenas manos; en las vuestras. Os toca conciliar la medicina con la atención a vuestros pacientes, con la humanización de vuestros enfermos y eso es todo un arte. Vosotros que sois originales y creativos, ya tenéis las dos grandes cualidades de los artistas. Únicamente tenéis que dejaros llevar.

Solo me resta pedir para todos vosotros que vuestros dioses os bendigan, que los vientos os sean favorables y que vuestras naves, por muy bravos que sean los mares, siempre os lleven a buen puerto.