EN POCAS PALABRAS

¿Excelencia turística?

Antonio Sempere

Antonio Sempere

Muchos días se me acercan turistas en las inmediaciones del Paseíto de Ramiro, frente a la playa del Postiguet, preguntándome por dónde se va al ascensor que sube al Castillo de Santa Bárbara. Lo hacen como pueden, en ‘espanglish’, por mímica, o cualquier acento del castellano. Les indico, desde las inmediaciones de la Biblioteca Azorín, que deben desandar el camino y dar la vuelta por la carretera general. Alcanzar su objetivo dependerá del azar, y de que el ascensor no se encuentre estropeado, como ha sucedido tantas veces.

Alicante recibió días pasados el título de municipio de Excelencia Turística. El secretario de Turismo (PSOE) se lo entregó a la vicealcaldesa de Alicante (CS) en el Salón Azul del Ayuntamiento. Si en la actualidad, con las siglas cambiadas, son capaces de realizar estos actos de confraternidad, imagínense de lo que serán capaces cuando Alicante y València se puedan encontrar en la misma longitud de onda política.

Hablando en serio, por muchos chefs a la redonda que se concentren en la Costa Blanca, existe un motivo de bulto por el que Alicante no debe ser municipio de excelencia turística: bastaba con asomarse desde los balcones del Ayuntamiento desde el que estaba teniendo lugar ese acto oficial que para divisar una estampa horrorosa.

En lugar de verse el puerto y el Mediterráneo, lo que se divisa desde allí es el adefesio de una Oficina de Turismo que nadie debía haber consentido. Cualquier responsable de Turismo, concejal o conseller, debería haber puesto su cargo a disposición hasta tanto ese mamotreto no se hubiese demolido. Por no hablar de todos los disparates que le rodean en no menos de cien metros de diámetro. Una capital turística no puede acumular en su zona cero tanta morralla.