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Barcala y el arte de la rectificación

Personas ven un partido de fútbol en la terraza de un local

Personas ven un partido de fútbol en la terraza de un local / Jose Navarro

Tomás Mayoral

Tomás Mayoral

Soy de los que piensa que el acierto está sobrevalorado. El verdadero aprendizaje se encuentra en el error. Preciso: en corregir el error. Hay grandeza en la rectificación e incluso sabiduría en admitir la metedura de pata y actuar en consecuencia. Lo que pasa es que no encontrarán muchos seguidores de esta corriente de pensamiento. El error tiene mala prensa. No tan mala como la rectificación, bien es cierto. “Sostenella y no enmendalla” es el lema que podrían lucir en su escudo de armas muchos de nuestros eximios líderes, especialmente si fueron llamados por los caminos de la política. El bipartito que gobierna el Ayuntamiento de Alicante de la mano de Luis Barcala puede tener muchos defectos, pero no ese. De hecho, ha convertido en auténtica virtud su capacidad de rectificación. A veces la corrección atesora un toque de grandeza que te permite un minuto de gloria en la televisión. Pasó ayer con el escándalo que se montó por la factura que, cumpliendo las normas vigentes, le había girado el Ayuntamiento a una joven que, en un mal momento, estuvo a punto de quitarse la vida, lo que fue evitado por una providencial intervención de los bomberos. Cobrar por el heroísmo es una decisión que hubiera aconsejado la IA de ChatGPT, que tiene menos empatía que Sheldon, el de Bing Bang Theory, en un día malo. Pero ahí estaba el factor humano para remediar lo deshumanizado de esa factura. Se revisó el expediente y en un periquete Luis Barcala pudo salir ante las cámaras de media España para explicar que si hay peligro de la vida humana en las intervenciones de rescate de nuestros bomberos no se pasará la cuenta. No en Alicante. Nunca dejar de cobrar 211 euros salió políticamente tan rentable. Aunque lo expresado arriba pueda ser tomado como norma general, si me compran el argumentario, bien es verdad que otras veces cuesta entender la necesidad de rectificar, sobre todo cuando has tardado años en actuar. Por ejemplo, la nueva ordenanza del ruido se ha tirado cuatro años durmiendo en un cajón. Un jamón ibérico tarda 18 meses en curarse para estar perfecto como un Stradivarius. En más del doble de tiempo de reposo, la pobre ordenanza debería haber salido en inmejorable estado de revista. Pero no fue así. Aún caliente la norma, tras su aprobación el martes, nuestra compañera Carolina Pascual hurgó un poco en el articulado y dio con una curiosidad punitiva que, tras ser publicada en nuestra web, disparó inmediatamente las iras de la hostelería local: quedaba prohibido que bares y restaurantes colocaran televisiones en la calle, ni aunque juegue la Roja y haya razones patrióticas para ello. Otro se hubiera enrocado en corto y aguantado el tirón, pero el bipartito de Alicante volvió a demostrar sus reflejos en cuestión de minutos y rectificó. Habrá teles en la calle. Qué arte.

Y una cosa más:

. Sin hablar de Ciudadanos, pues estaría feo hacer leña del árbol convertido en serrín, ahí quedan los ejemplos de líderes locales del PSPV y el PP, ninguneados por sus respectivos partidos que les mostraron, con esa multiplicación por cero sobre la que tanto ha teorizado Bart Simpson, el camino de salida

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