Mundo digital
Sexo, mentiras y redes sociales
Los escaparates de las librerías se llenan de ensayos que tratan de entender las relaciones sexoafectivas en el siglo XXI, mientras que las redes sociales de búsqueda de contactos, con Tinder como ejemplo paradigmático, devienen en un lodazal donde impera a sus anchas la sumisión femenina y la reproducción de modelos que ya creíamos superados. ¿Qué está pasando?
En las librerías, Carrie Jenkins reflexiona sobre el amor triste, las relaciones amorosas y la búsqueda de sentido. Eva Illouz, siempre estimulante, se pregunta y nos pregunta por qué duele el amor. Laura Bates nos advierte sobre los hombres que odian a las mujeres. Emma Vallespinos desvela los motivos por los que las mujeres aprendieron a no confiar en ellas mismas. Tamara Tenenbaum investiga sobre el fin del amor, y sobre cómo se ama y se folla en el siglo XXI. Mona Chollet propone reinventar el amor. Coral Herrera apunta hacia un nuevo contrato amoroso. Y Diego Fusaro, por terminar con otra mirada, elogia el amor y la familia en su libro sobre el nuevo orden erótico. Y hay más, mucho más.
En las redes, sin embargo, la cosa cambia. Una solvente investigación de la Federación de Mujeres Jóvenes, llevada a cabo por Mónica Sáiz, Irene Otero y Ana Sofía Crespo (Apps sin violencia. Investigación sobre las violencias sexuales que las mujeres sufren en las aplicaciones de citas) llega a conclusiones realmente espantosas, más que alarmantes. Siendo Tinder la red social de contactos por excelencia, sobre todo entre los jóvenes menores de 30 años, son demoledores los porcentajes de chicas que se han sentido obligadas a tener sexo, o que han recibido propuestas sexuales basadas en la dominación masculina, que incluyen prácticas procedentes, es obvio, de la imaginería pornográfica que constituye hoy por hoy la fuente principal de iniciación al sexo de los más jóvenes.
La negativa a incluir la educación sexual en las aulas, en nombre de una moralidad de otro siglo; la ausencia de conversaciones sobre este tema en las familias, ajenas a las complicaciones de la vida digital adolescente, y la difusión libre de un porno crudo basado en la violencia contra las mujeres, están creando un caldo de cultivo idóneo para perpetuar unas relaciones malsanas, desequilibradas y ajenas a lo afectivo. Diversos reportajes publicados por Isabel Valdés en El País explican muy bien lo que está pasando. Quien quiera ver en esto el juego del amor está desenfocado. Conviene prestar atención y actuar.
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