El ocaso de los dioses

El patinete ideológico

Un patinete y una bicicleta circulando por el carril bici de la avenida de Alicante. | ÁXEL ÁLVAREZ

Un patinete y una bicicleta circulando por el carril bici de la avenida de Alicante. | ÁXEL ÁLVAREZ / A.FAJARDO

Rafael Simón Gil

Rafael Simón Gil

En las elecciones que ganó el universo autoproclamado progresista y ecológico verde que te quiero verde, pero disimulando los términos extrema izquierda, separatista o postetarra, muchos líderes y líderas (no le gusta al lenguaje guay la expresión poetisa y sí poeta, pero no líder y sí lideresa) llamaron a sus periodistas y fotógrafos de cámara para que les inmortalizaran entrando en los nuevos santuarios del pueblo (Congreso, Parlamentos Autonómicos y Ayuntamientos) a lomos de bicicletas, patinetes, tacatás y el cochecito de San Fernando, un ratito a pie y otro andando. Eran los ominosos tiempos del fin del mundo climático y exteriorizaban así su radical rechazo a base de una estética combativa encima de los patinetes. Cumplida la misión de que una imagen vale más que mil palabras y cuando los fotógrafos se fueron para captar el lado oculto de la luna, esos mismos líderes y líderas llamaron inmediatamente a sus chóferes para que dejaran cerca de sus señorías el coche oficial -incluido el Falcon y el helicóptero- del que ya no se han vuelto a bajar. Al mismo tiempo, nuestros nuevos amos llenaron las ciudades de kilómetros de carriles para bicis, patines, patinetas y monopatines, unos velociraptor de todas las especies imaginables que, a los pocos días, como especies invasivas, colonizaron con total impunidad aceras, parques, paseítos, terrazas, pasos de cebra y cualquier espacio susceptible de ser depredado por su insaciable voracidad y su superioridad ecológica, incluso frente al indefenso y limpio peatón.

Todos querían ser Ámsterdam, una ciudad que ya montaba en bicicleta en tiempos de la ocupación nazi y cuyo punto más alto está bajo en nivel del mar. Y para ello, nuestros dirigentes crearon intricados dédalos (disculpen el pleonasmo) en los mapas de “sus” ciudades que permitieron al usuario de esas naves espaciales urbanas todo el poder circulatorio a costa de los desamparados derechos del peatón. Pronto se vieron los resultados de tanto voluntarismo y tan poca inteligencia circulatoria. Hoy, como cabía suponer, demasiados ciclistas y, sobre todo, patinetistas eléctricos, circulan por donde les place sin respetar las normas de tráfico y educación vial, y con una violencia estética y de la otra que ha puesto en riesgo la integridad física y de la otra de miles de ciudadanos. Las cosas han llegado a tal extremo que el Ayuntamiento de París realizó la semana pasada una consulta a la ciudadanía para ver si se prohibía el alquiler de patinetes eléctricos. El resultado ha sido prohibirlos. Según datos de la Policía, París sufrió en 2022, 3 muertos y 459 heridos en más de 400 accidentes con estos patinetes, y el balance no ha hecho más que aumentar. Si ustedes dos se dan una vuelta por Alicante, Explanada, paseos marítimos, aceras y parques, miren bien de que no les arroye una violenta ecologista o ecologisto que, lejos de disculparse, puede que incluso se baje de su carro de combate contra el cambio climático y les agreda. O se topen con un pelotón de turistas “patinetes sin fronteras”, con decenas de kilos de más, circulando en columna de a ocho y más inestables que el trasvase Tajo-Segura. ¿Actuaciones de la Policía Local? ¿Sanciones? No, que los ecologistas se enfadan.

En el cuento de La Cenicienta hay quien sigue empeñado en que sea el zapato el que quepa en el pie de las aspirantes, cuando es el pie el que debe caber en el zapato porque éste no va a cambiar de medidas. Y así ocurre con el mimético y paleto mundo del voluntarismo ideológico, una nueva forma de tiranía, de imposición, de fanatismo, que solo conseguirá enfrentar más a la gente. Como ocurre con esas leyes que nos han impuesto y quieren imponernos con calzador sectario, sin debates serenos y científicos, sin consensuar, y que tantos sufrimientos están causando y causarán. La Ley del solo sí es sí; la Ley de paridad en la política y la empresa privada, despreciando méritos y formación; la Ley de protección animal (¿han visto la invasión de palomas que se tolera a sabiendas de las enfermedades que transmiten y los daños que producen en los edificios, incluidos los protegidos?; la Ley Trans, que permite el cambio de sexo con 16 años y que puede generar efectos irreversibles; la de la Eutanasia; la Ley del Aborto, que permite abortar a menores de 16 años sin permiso paterno; la Ley de Familia, con un listado que no digerirían Freud, Jung ni Adler juntos, compuesto por hasta 16 tipos (20 con las subdivisiones): Familia biparental. Familia monomarental o monoparental. Familia joven. Familia LGTBI homomarental y homoparental. Familia con mayores necesidades de apoyo a la crianza. Familia múltiple. Familia reconstituida. Familia inmigrante. Familia transnacional. Familia intercultural. Familia en el exterior. Familia retornada. Familia en situación de vulnerabilidad. Personas solas. Personas unidas en matrimonio. Pareja de hecho. Y claro, a la hora de aplicar este batiburrillo, los patinetes acaban arrollando a los peatones.

El patinete ideológico reposta su gasolina en el surtidero de la manipulación, una de las nuevas bellas artes de Thomas de Quincey. Manipular datos, faltar a la verdad, ocultar cifras y noticias adversas, conquistar voluntades mediáticas con pingües engranajes publicitarios y de primicias informativas; control absoluto de los medios de comunicación públicos, en especial RTVE; y, por fin, el CIS, ese Instituto otrora respetado y hoy convertido en juguete roto que maneja a su antojo Tezanos, fontanero desilustrado y deslustrado para el que la verdad es un engorroso recuerdo del pasado. Todos lo sabían, pero ellos, ellas y elles callaron porque les convenía. Ahora, en plena “operación Yolanda”, la extrema izquierda ha lanzado el grito parcial de la imparcialidad acusando a Tezanos de manipular las encuestas (qué paradoja, el Gobierno dice que el Gobierno manipula) para perjudicar a Podemos en favor de esa cursi puesta de largo de la señorita Yolanda que va a solucionar los problemas con cariño, ilusión, esperanza, alegría y sueños, fórmulas éstas que, al sumar, permiten que la gente olvide las facturas y el hambre (más de 6 millones de españoles sufren pobreza alimentaria, publicaba El País en 2022, cuando ya llevaban ellos, ellas y elles varios años gobernando) para sumar-se… al patinete. A más ver.