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Saturados de promesas electorales

Saturados de promesas electoralesManuel Lorenzo

Sólo faltan diez días para ir a votar. El inicio de la campaña ha sido espectacular. Ya veníamos de oír muchas promesas todo el año, pero han cogido un ritmo en estos últimos días que hasta cuesta recordarlas todas. Habrá que prepararse para que no nos afecte negativamente su incumplimiento, a partir del día 28 de mayo, tal y como suele pasar en casi todas las elecciones.

Se abusa de prometer cosas. Se le dice al votante lo que quiere oír, aunque no se tenga la más mínima voluntad de cumplirlo en caso de ganar. Y ejemplos de esta actitud abundan en todos lados. Además, no pasa nada por incumplir las promesas o, peor aún, hacer justo lo contrario de lo que se prometió. Se busca una excusa, y hasta la siguiente ocasión.

Tal vez por ello el desencanto en la población muestra preocupantes síntomas. El nivel de abstención es elevado (un votante, de cada tres, no vota en España) y el desinterés por las propuestas aumenta. Hace unos días el Instituto Nacional de Estadística comunicaba que casi un millón de electores (895.257 exactamente) se habían dirigido al mismo solicitando ser excluidos del proceso de envío de propaganda electoral por los partidos políticos. Supone multiplicar por diez las personas que, en las anteriores elecciones municipales, lo habían pedido y esto tal vez vaya a más. Hay mucha gente harta. Es un dato tremendo y debería ser preocupante para todos.

Aunque, inasequibles al desaliento, los candidatos de los principales partidos (PSOE y PP) compiten por ver quién es capaz de prometer más cosas. Es verdad que Ximo Puig lleva ventaja (la antigüedad es un grado, aunque el Photoshop de los carteles lo disimule mucho) y ya tiene mucho prometido, pero aún así es capaz de nuevos anuncios casi a diario: uno de los últimos ha sido proponer que las familias con dos hijos sean consideradas numerosas y, si la natalidad sigue así, tal vez se llegue a declararlas con uno solo.

Carlos Mazón que, en política autonómica, es nuevo (aunque en política en general es todo un veterano) también compite en lanzar promesas a diestro y siniestro. Aunque ya tiene pendientes varias y de importancia con grandes ayuntamientos de la provincia: los Palacios de Congresos que prometió a Elx y Alicante no han pasado de promesas. Y en el de Elx ni siquiera ha pagado al Ayuntamiento por los terrenos. Todo un síntoma preocupante. Y, curiosamente, reclama un AVE que comunique las tres provincias mientras que las Cercanías están hechas un desastre, siendo las que utiliza la mayor parte de la población, y eso parece preocuparle menos.

Ninguno de los dos tendrá mayoría absoluta para gobernar, afortunadamente. Necesitarán pactos. Ximo Puig ya sabe lo que significa. Es entendible que le moleste. El PSOE está acostumbrado a otra cosa. Sin Compromís y Podemos su gestión hubiera sido muy diferente de la que ha sido y mucho peor. Los grandes avances del Consell sólo han sido posibles gracias a la existencia del Botànic, que ha ido marcando (aún de forma insuficiente) la labor de la Generalitat hacia unos objetivos más sostenibles y avanzados. De ahí la importancia de repetir la experiencia como única vía para seguir progresando. La sociedad valenciana es muy plural y el Consell así debe reflejarlo.

En el caso de Carlos Mazón es evidente que sólo puede gobernar si lo hace de la mano de Vox. Y que nos coja confesados a los valencianos. Las políticas del PP son conocidas, y no mejoran. Han estado 20 años en el Consell. Sus despreocupaciones por los temas sociales, ambientales, culturales, etc., los hemos padecido en el País Valenciano. Si ahora volvieran al poder y con Vox de aliado, los derechos de la clase trabajadora valenciana, de las mujeres, de los colectivos LGTBI, pensionistas, juventud, conservacionistas, etc., sufrirían un retroceso evidente.

Que no nos prometan más cosas. Bastantes temas importantes tenemos ya pendientes de unos y otros. Cumplan sus compromisos.

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