Ventajas al conocer los riesgos en empresas y particulares

Vicente Magro

Vicente Magro

Conocer el riesgo de que pueda ocurrir algo que dañe personal, o colectivamente, a las personas, sociedades, o a las organizaciones en general, supone adelantarse a los acontecimientos negativos que, de otra manera, no se podría adivinar que eran previsibles y permite estar alerta para adoptar medidas para evitarlo. Se trata, pues, de saber, o estar en condiciones de conocer, el haz de riesgos que pueden existir de que ocurran determinados eventos dañosos.

Pues algo tan simple como esto supone una técnica que no siempre se tiene en cuenta en las sociedades y que garantiza actuar con un mínimo, pero suficiente, balance de previsibilidad acerca de acontecimientos que pueden ser negativos y que si no se valoran pueden causar grave daño individual, o para la organización en la que se trabaja.

Es cierto y verdad, pues, que estar en alerta sitúa al ser humano en mejor posición de defenderse ante lo inesperado que la ausencia de previsión del riesgo por no querer adoptar medidas precautorias para conocer el que pueda existir según el terreno o territorio donde se muevan las personas. Y es que resulta evidente que el riesgo de que ocurran acontecimientos negativos no es el mismo en todas las personas, u organizaciones, ya que depende de los factores que permitan atraer en mayor o menor medida que unos riesgos puedan ocurrir, y otros no. Y de esta manera estar en condiciones de anticiparlos a ello y ser más positivos en su prevención.

Suele decirse, así, que los individuos y organizaciones que actúan bajo el parámetro de la prevención en la anticipación del daño son más eficaces que aquellos que actúan bajo el principio de la confianza y que solo lo hacen en razón al acaecimiento del daño; es decir cuando esté ya se ha producido, y de lo que se trata es de aminorar los daños, o tratar de parar el golpe del siniestro que se ha producido de la mejor manera.

Pero la cuestión a analizar en este panorama de fijación de objetivos en el trabajo de individuos y organizaciones era si ese evento dañoso que ha ocurrido era evitable con la tesis del conocimiento y anticipación del riesgo, o, sin embargo, no lo hubiera sido en ningún caso, a lo que es preciso responder que resulta evidente que cualquier evento dañoso que ocurra y ante el que hubiéramos adoptado medidas de previsión y anticipación de ese riesgo supondrá menos efectos dañosos que si no se hubiera previsto.

Pensemos, por ejemplo, en el reciente fenómeno del COVID 19, una epidemia absolutamente inesperada que causó una tragedia en la sociedad mundial, pero en lo que influyó por encima de todo el carácter inesperado que sorprendió a todo el mundo con carencia de lo que pueden ser elementos más básicos, como pudieron ser, por ejemplo, mascarillas y guantes, por no decir ya de equipos médicos como respiradores y demás que con el paso del tiempo fueron mejorando en la red sanitaria. Pero esto nos cogió a todos con el “pie cambiado” y la sociedad tardó en reaccionar, más que nada porque no valoró el factor del riesgo de que pudiera darse una epidemia en las condiciones en que esta se produjo.

En la actualidad, si volviera a pasar algo semejante ya cogería a la sociedad en otro escenario de previsión, pero recordemos, por ejemplo, los daños terribles causados al sector del seguro y la inmediata reacción que tuvo el sector asegurador para salir en ayuda de todos y paliar en la medida que se pudo los daños tan inmediatos causados en personas y bienes. Ello, sí que es verdad, ha cambiado la perspectiva en el mundo de los seguros para modificar pólizas y dar opciones de prever este tipo de acontecimientos.

La clave, pues, radica en la capacidad que tengamos las personas de contar con expertos en detección de los riesgos según el escenario en el que se tenga que proyectar el acontecimiento en el que nos movamos, sea en el terreno personal o en el laboral. Pero resulta evidente que una buena metodología de estar en condiciones de “adivinar” por dónde pueden venir los riesgos nos posicionará en una mejor situación que si la actitud es de despreocupación ante los acontecimientos que nos rodean en el día a día.

No hay que confundir, sin embargo, la prevención en el riesgo con la obsesión ante que todo puede salir mal, porque son conceptos no equivalentes, pero lo que sí es evidente es que la optimización de resultados a corto plazo siempre es mayor si hemos sido capaces de saber donde están los fallos en un sistema para saber cómo cortarlos, que si la falta de previsión lleva a las personas a no actuar con prevención y solo cuando el daño se ha producido. Porque este causará más daño en la segunda opción que en la primera.