Racismo y odio en la sociedad actual

"Se ha normalizado el insulto y cuando no es suficiente se pasa al racismo y la homofobia".

"Se ha normalizado el insulto y cuando no es suficiente se pasa al racismo y la homofobia". / EFE

Vicente Magro

Vicente Magro

El racismo es la prueba más evidente del nivel de intolerancia y discriminación que existe en la sociedad. Es un problema que data de muchos años atrás y sobre el que los dirigentes intentar adoptar medidas para combatirlo, pero sin resultados eficaces ante un crecimiento exponencial de los niveles de intolerancia existentes en el mundo. Y el problema real que subyace a todo esto es que ante el crecimiento de la intolerancia hacia lo “diferente” y al “diferente” que exista en una cifra cada vez más creciente en la sociedad, el racismo se erige en una manifestación más de la intolerancia generalizada en la que viven muchas personas que, luego, son las primeras en reclamar mayores niveles de derechos para ellos, o que la sociedad no les trata como ellos creen que se merecen.

A fin de cuentas, el nivel de intolerancia en el que viven muchos ciudadanos es la piedra angular de las expresiones de odio que se ven diariamente en todos los sectores y situaciones de nuestra realidad diaria, y se convierte en una especie de Déjà vu, como si de un constante retorno al pasado se tratara en una reiteración de actos de racismo que muchas personas ponen en práctica todos los días en sus relaciones con los demás. De esta manera, estamos comprobando expresiones de racismo, que no son más que delitos de odio que se manifiestan de muy distintas maneras mediante el desprecio hacia otras personas, sobre todo por razón de su color de piel, de su raza, de sus creencias religiosas, o, incluso, por sus creencias políticas. La cuestión es que estas personas que luego se manifiestan a sí mismas como liberales llevan a cabo expresiones reiteradas de su odio al “diferente” y hasta con argumentos sobre los que intentan “construir” las razones de lo que ellos llaman “diferencias”, que les hace hasta justificar las razones por las que se manifiestan pública y privadamente contra quienes no son como ellos. Y, precisamente, para ampararse en una pretendida legitimidad, incluso, de que lo que hacen no es odio, sino que la culpa en todo caso es del “diferente” precisamente por serlo.

El problema de todo esto, y la razón por la que existe más racismo, es porque en términos globales el sentimiento de odio hacia los demás que no son como él querría que fueran se ha extendido en una gran parte de la sociedad, asentado en la pérdida absoluta de los valores del respeto, la igualdad y la educación, en tanto en cuanto que, perdidos estos en su totalidad por una parte de la sociedad muy numerosa, los que ejercen el racismo y el odio vulneran estos tres valores y lo hacen en todas las manifestaciones de su vida, odiando al diferente, sobre todo, por su raza, o por el color de su piel, incluso reclamando de que no tienen derecho a vivir donde él vive, y con una pretensión hasta excluyente territorialmente, postulando hasta la exclusión de su territorio. Y es que, al fin y al cabo, el fenómeno de la “exclusión” es el argumento soterrado en el que navegan los intolerantes que odian, ya que su pretensión real es esta, la de excluir territorialmente a los que ellos consideran diferentes, al punto de que preferirían que no residieran donde ellos lo hacen y no quieren verlos en los lugares que frecuentan habitualmente.

La “exclusión” se nos presenta, así, como el fenómeno de mayor expresión del odio, y en el que la figura del racismo está emergiendo como una de las manifestaciones más extendidas del delito de odio. Pero la exclusión no es solo por razón de raza, o color de piel, sino que hay exclusión social también basada en odiar a quien no pertenece al mismo colectivo que el odiador, por formar parte de un grupo profesional al que odia aquél, por razón de su nacionalidad concreta, por su ideología, etc. Por ello, la finalidad del fenómeno del racismo y del odio es la de la “exclusión”, y estamos presenciando preocupantes escenas de expresión de este sentimiento en lugares públicos donde muchas personas, - aquí está la gravedad de la extensión del fenómeno- manifiestan públicamente, y sin vergüenza, expresiones de racismo y odio al diferente amparados también en la propia multitud que se “alimenta” de la colectividad para realizar expresiones de racismo desde todo punto intolerables.

Se intenta combatir el racismo, pero lo que está claro es que no se ha conseguido. Pero, sobre todo, porque el trabajo no está solo en cambiar la mentalidad de los ciudadanos y que desaparezcan las expresiones de racismo, sino que el problema es mucho mayor y viene de raíz, porque mientras no se adopten medidas para combatir la falta de respeto a los demás, la desigualdad y la violencia verbal que existe en la sociedad por muchos informes y estudios que se lleven a cabo el problema seguirá latente y sin resolver.