Esperando a Godot

Valencia, Ohio

Si creen que en España los analistas políticos y los tertulianos han «dado la turra» durante esta campaña electoral, deberían saber que lo que aquí ocurre no es nada comparado con la parafernalia que se monta en los EE UU

Urnas para las elecciones municipales y autonómicas de mañana domingo. | AXEL ÁLVAREZ

Urnas para las elecciones municipales y autonómicas de mañana domingo. | AXEL ÁLVAREZ / DanielMcEvoy

Daniel McEvoy

Daniel McEvoy

Si creen que en España los analistas políticos y los tertulianos han «dado la turra» durante esta campaña electoral, deberían saber que lo que aquí ocurre no es nada comparado con la parafernalia que se monta en los EE UU en torno a cualesquiera comicios que se celebren, especialmente si se trata de unas elecciones presidenciales. De hecho, muchos de los términos que aquí se utilizan como «tracking», «poll» o «encuesta flash» son originarios de aquel país.

Uno de esos términos tomados de la política estadounidense y que a mí me llama poderosamente la atención, sobre todo por la etimología de la palabra, es el de «bellwether». El vocablo proviene de las antiguas prácticas pecuarias, en las que los pastores tenían por costumbre colgar un gran cencerro (bell) del cuello de un carnero castrado (wether, en inglés). Por lo tanto, la definición primitiva de «bellwether» era la campana que guiaba al rebaño e indicaba al pastor su posición.

En política, un bellwether (ya no lo entrecomillaré a partir de aquí) representa un indicador fehaciente de una tendencia o de un cambio y se refiere generalmente a una región, población o distrito electoral susceptible de ser utilizado para predecir cuál va a ser el comportamiento del votante en otras zonas. Estas predicciones suelen basarse en los resultados electorales de una serie histórica; cuanto mayor sea el porcentaje de acierto a lo largo de las elecciones en ese lugar, más precisas se considerarán las previsiones adoptadas bajo esta hipótesis.

En los Estados Unidos el lugar que se considera el bellwether de las elecciones presidenciales es el estado de Ohio. Allí el candidato al que se ha votado como presidente ha resultado elegido en todas las convocatorias desde 1964 hasta 2020, y en la serie histórica comprendida entre 1900 y 2020 esto ha sucedido en el 93% de las ocasiones, lo que lo convierte en un indicador de tendencias sumamente fiable, o lo que los americanos llaman un «bellwether todo o nada».

Pero, además de los bellwether todo o nada, existe otra categoría llamada «Swingometric Bellwether», algo así como un indicador de cambios de tendencia o de vaivenes electorales. En esa categoría el ejemplo arquetípico es el Condado de Sandoval, en Nuevo Méjico. Según los datos que maneja la NPR (la radio pública norteamericana) los votantes de ese condado son moderados y su militancia en uno u otro partido no tiene unos lazos especialmente estrechos, lo que propicia que puedan votar en diferentes elecciones por formaciones diferentes de forma indistinta. Este hecho es el que los convierte en un referente a la hora de intentar pergeñar el sentido de la tendencia del voto a nivel nacional, cosa que los expertos afirman que sucede en el 92% de las elecciones analizadas.

En España muchos han querido ver en la Comunidad Valenciana un bellwether similar al que Ohio representa para los Estados Unidos; se ha afirmado, por activa y por pasiva, que los dos grandes partidos iban a poner toda la carne en el asador electoral en nuestra región porque consideran que el que se haga con el Consell tendrá la Moncloa al alcance de su mano; estamos en la jornada de reflexión que impone nuestra Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG) y esta semana, en cumplimiento de esa misma norma, no se ha permitido publicar sondeos desde el lunes. Por ese motivo, aunque me parezca absurdo (Dura lex sed lex) hoy no les voy a comentar ni cuáles serían mis deseos para mañana a las 20 horas cuando cierren los colegios electorales, ni cuál creo que va a ser el resultado, aunque espero, como casi todos, que mis deseos coincidan con los hechos.

Lo que sí es cierto, y se puede decir hoy, es que es muy probable que los resultados en la Comunidad Valenciana marquen, si no el color del futuro ocupante de La Moncloa, cuando menos la tendencia, el swingometric bellwether, de lo que va a ocurrir en la política española de aquí a las generales de diciembre y, muy posiblemente, después de su celebración.

Pero si la Comunidad Valenciana es mutatis mutandis el Ohio español, la provincia de Alicante podríamos decir que es el Condado de Sandoval de la Comunidad Valenciana; un fuerte desplazamiento del voto de los alicantinos en un sentido u otro daría idea de cuál va a ser la composición del futuro Consell y quién lo va a presidir. Somos la quinta provincia por PIB y por aportación a la riqueza nacional, pero la última en inversiones por habitante. No sé ustedes, pero yo ya estoy hasta el «Ohio» de esta situación, de modo que no les voy a decir a quién voy a votar mañana, pero sí que voy a ir a votar seguro.