Las elecciones generales en España y el futuro de Europa

Residentes de Elche votando en las pasadas elecciones del 28M

Residentes de Elche votando en las pasadas elecciones del 28M / ANTONIO AMOROS

Domènec Ruiz Devesa

Domènec Ruiz Devesa

El resultado de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo de 2023 ha precipitado el adelanto de las elecciones generales al 23 de julio. Se trata de una decisión lógica, ya que la derecha política y periodística había logrado “nacionalizar” hasta tal extremo los comicios, en el marco de una muy eficaz campaña negativa contra el gobierno y su presidente, que se puede resumir en el eslogan “que te vote Txapote”, tan letal como vergonzante, que era necesaria una “clarificación”, en expresión del propio Presidente del gobierno.

Cabe constatar que el Partido Popular ha demostrado, una vez más, su preferencia a utilizar como estrategia preferente de búsqueda del poder, el acoso y derribo, mediante tácticas de desprestigio personal de los presidentes socialistas, empezando por Felipe González (“Hágale un favor a España, y váyase”, de Aznar), siguiendo con Rodríguez Zapatero (“Ha traicionado a los muertos”, de Rajoy), alcanzando el máximo nivel de paroxismo con Pedro Sánchez, (“O España o Sánchez”, de Feijoo). La democracia y las instituciones se resienten al plantear la política no como un contraste de programas y visiones para el país, sino en el marco de una dialéctica amigo-enemigo, según la cual España estaría al borde de, bien de la dictadura, bien de su disolución como país. Al lado de esta propaganda, hasta ahora eficaz, poco parece importar la tasa de crecimiento de la economía, con un aumento del PIB de 5.5 % en 2022, de un 0,5% en el último trimestre y unas previsiones de crecimiento revisadas al alza por la OCDE hasta al 2,1% en 2023, el récord de empleo, con más de veinte millones de afiliados a la Seguridad Social, es decir, un millón de puestos más que antes de la crisis, la reducción de la inflación, que ha caído en el mes de mayo hasta un 3.2% , la subida del salario mínimo en un 8 %, la actualización de las pensiones, que en 2023 aumentarán un 8,5% en el caso de las contributivas y un 15% en el caso de las no contributivas y de la prestación del ingreso mínimo vital para las familias pobres, y un largo etcétera.

Cierto es que como en cualquier obra de gobierno no todo ha sido perfecto, pero resulta llamativo que una hoja de servicios tan impresionante en materia de política económica y social, y también europea (Plan de Recuperación para Europa, unión sanitaria, tope al precio del gas, gasoducto verde Barcelona-Marsella, etcétera), pueda ser tan alegremente transfigurada, hasta el punto que ha pesado más el enrarecido clima de la política nacional que los logros de Pedro Sánchez, y sobre todo, los de los propios alcaldes y presidentes autonómicos, a la hora de decidir los gobiernos en los distintos territorios, siendo el de Ximo Puig en la Comunidad Valenciana un claro ejemplo. En este sentido, la contaminación de estos procesos electorales por este ruido externo constituye también una perversión de la democracia.

En cambio, la conformación de gobiernos del Partido Popular y de Vox en los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas que ya se está plasmando (Elche, la propia Generalitat Valenciana) y la posibilidad de replicarse esta alianza en el nivel nacional en función del resultado del 23 de julio de 2023, tiene no solo implicaciones nacionales, sino también europeas. Las consecuencias para nuestro país están claras en asuntos como los derechos de las mujeres, de los inmigrantes, o del colectivo LGTB, además de cortarse en seco el desarrollo del Estado del Bienestar la lucha contra el cambio climático, entre otras lindezas.

Pero para Europa, este escenario supondría poner en el gobierno a un partido abiertamente contrario a la integración europea, y negar toda nuestra trayectoria como país, equiparándonos al experimento italiano de Meloni, Salvini, y el recientemente desaparecido Berlusconi. Hay que tener presente que cuando votamos en unas elecciones legislativas en España, también estamos votando para Europa, al elegir la veintisieteava parte del Consejo de la Unión Europea, que es colegislador europeo junto a la Eurocámara. Lo que quiere decir que los eventuales ministros de Vox representarían la posición española en las distintas formaciones temáticas del Consejo que correspondiera a su cartera, de paso reforzando las posiciones ultraconservadoras a nivel europeo.

Ciertamente, el Partido Popular Europeo (PPE) se encuentra dividido respecto cerrar el paso a la ultraderecha. Por un lado, partidos como Forza Italia o el Partido Popular español carecen de tapujos al respecto. Mientras que la Plataforma Cívica de Polonia o la Unión Cristianodemócrata Alemana están mucho menos por la labor. A este respecto, sería conveniente establecer un pacto entre todas las fuerzas democráticas pro-europeas, en el que se comprometieran a no gobernar con el apoyo de partidos que estén en contra de la integración europea y sus valores, incluyendo el imperio de la ley, la concepción liberal de la democracia y la igualdad de género, y que no respeten los derechos de las minorías. El pacto tendría que aplicarse en cualquier nivel territorial, desde el local hasta el europeo, pasando por el regional y el nacional.

En cualquier caso, es evidente que las elecciones generales del 23 de julio son decisivas para frenar la ola de gobiernos nacionales con apoyo o presencia de la ultraderecha. Ello requiere presentar alternativas progresistas solventes capaces de concentrar el voto de la mayoría social frente a la derecha tradicional, que es con quien hay que confrontarse. Es lo que el PSOE está haciendo.