La llave del apocalipsis

Luis Segovia

Luis Segovia

Con motivo del estreno de la película Oppenheimer, llamado eufemísticamente padre de la bomba atómica, sería conveniente recordar cómo se fabricó y utilizó durante la Segunda Guerra Mundial la bomba atómica. Todo empezó con Einstein, el genio de la física, quien estableció que toda materia, todo lo que tiene masa, no era más que energía concentrada, radiaciones que producían luz, calor, radiaciones electromagnéticas y fuerza expansiva. Y encontró la fórmula del universo en la ecuación E=Mc², es decir, la energía es igual a la masa por la constante de la velocidad de la luz elevada al cuadrado. Es la fórmula que cambió la concepción del universo, que abrió el camino a la teoría de la relatividad, pero también a la utilización de la fuerza atómica.

Robert Oppenheimer, un físico judío neoyorquino magnífico estudiante de la física, le preguntó a Albert Einstein si esa relación entre energía y masa tan enorme, se podría desprender de la materia violentamente como una bomba. Le respondió Albert que efectivamente en la naturaleza hay minerales pesados que pueden desprender radiactividad y si bombardeamos, por ejemplo, el isótopo inestable de uranio 235 con neutrones se produce una reacción en cadena dividiéndose los átomos del uranio y en ese proceso de fisión se desprende una cantidad enorme de energía. ¿Cómo cuanta energía?, preguntó Robert. -Como que el tamaño de un balón de fútbol en una reacción en cadena incontrolada podría destruir toda una ciudad, y tendríamos una bomba atómica terrible. Pero sí controlamos la reacción sería una central nuclear que podría suministrar energía durante muchos años a una ciudad.

Como en la Alemania nazi se estaba experimentando con la energía nuclear en busca de armas de destrucción masiva, Einstein envió una carta al presidente Roosevelt aconsejándole que se iniciaran trabajos para la construcción de una bomba atómica, como protección máxima para Estados Unidos y que a la larga contribuiría a la paz mundial. El presidente ordenó que se formará un grupo de científicos y empezaron a trabajar en el llamado proyecto Manhattan, pues los experimentos se hicieron en los sótanos de la universidad neoyorquina de Columbia. Durante la experimentación con isótopos del uranio, inesperadamente se empezó a producir una reacción en cadena que no se sabía cómo atajar, cundió la alarma y se hicieron intentos desesperados incorporando más aislantes consiguiendo al fin paralizar la reacción, que habría sido catastrófica, acordándose que nunca volvería hacerse experimentos cerca de una ciudad. Se nombró como jefe del grupo de científicos a Oppenheimer, quien señaló un lugar semi desierto en Méjico cerca de Santa Fe llamado Los Álamos, nombres que conocemos por las famosas películas de Errol Flynn y de John Wayne, en este lugar completamente aislados se reunieron los mejores científicos de física conocidos y como jefe de organización el general Leslie Groves; el lugar estaba cerrado al exterior, to.do lo que allí ocurría era secreto de estado, ni el presidente Truman lo supo hasta que tomó posesión del cargo. Los científicos y auxiliares vivían con sus familias, y por la tarde y noche paseaban, veían películas. Tomaban copas, no alcohólicas ya que era recinto militar, y bailaban, como familias en un mundo feliz, pero que estaban construyendo un arma de destrucción masiva, la llave de la caja de Pandora de la fuerza nuclear. Lo primero que hicieron fue comprar toneladas de uranio al Congo, y con centrifugadoras separaron el escaso isótopo del U-235, y cuando tuvieron suficiente para la masa crítica, por fin se realizó la primera prueba de una bomba atómica en julio 1945, llamada irónicamente Trinity, y tal fue su fuerza destructiva que Oppenheimer llegó a decir «me he convertido en el destructor del mundo».

Poco más tarde se fabricaron dos bombas atómicas que se arrojaron: una sobre Hiroshima y 48 horas después otra sobre Nagasaki, causando más de 100.000 muertos y miles de heridos y malformaciones en fetos, sobre una población civil de niños, ancianos y mujeres, pues la mayoría de hombres y jóvenes estaban movilizados en la guerra fuera de estas ciudades, que quedaron destruidas, todos sus edificios, monumentos, museos, hospitales y colegios. Tal fue el horrible crimen de guerra, que tanto Einstein como Oppenheimer renegaron de lo que habían hecho y se volvieron pacifistas.

En la carrera por desarrollar más armas de destrucción masiva el atómicas se recurrió a la bomba termo nuclear de hidrógeno. El sol no es otra cosa que un globo inmenso de hidrógeno que, en virtud de la gravedad, en su interior se produce una altísima temperatura que llega a producir la fusión de dos núcleos de hidrógeno por un átomo de helio y esta fusión desprende una cantidad inmensa de energía en forma de explosiones atómicas. Para ello se necesita calentar un núcleo de hidrógeno a la temperatura del sol y se utilizó una bomba atómica de fisión que produjo la fusión de dichos átomos, arma terrible que por ahora no se ha utilizado militarmente pero que tendría capacidad de destruir, junto con la bomba de neutrones, toda vida humana. El hombre ha conseguido la llave del apocalipsis, o de su propia destrucción.