El “beso” de Rubiales no es un beso

El verdadero gesto de cariño lo protagonizó Alba Redondo, celebrando con su mujer la victoria. Lo del presidente de la RFEF, y todas lo sabemos, es otra cosa

El beso de Rubiales a Jenni Hermoso.

El beso de Rubiales a Jenni Hermoso. / TVE

Carmen Tomàs

Carmen Tomàs

Rubiales ha hecho alusión en la Cope a que no podemos con "más gilipolleces y más tontos del culo" refiriéndose a aquellos que han calificado de abuso el beso que le propinó a Jenni Hermoso, como presidente de la federación a una de sus jugadoras, en plena celebración por la victoria del Mundial. Ya queda rancio y fuera de lugar el gesto pero, como si acaso no fuera suficiente, las palabras de la jugadora durante un directo de Instagram acabaron por filtrarse: "no me ha gustado nada", afirmaba refiriéndose al beso no consentido. No obstante, aún hay algunos que lo justifican porque el tono con el que lo dice no es lo suficientemente lastimero; visto lo visto, las explicaciones sobre cómo funcionan los tipos de agresiones machistas, violencias y la revictimización dentro del espectro de las mismas no ha calado tan hondo entre los que, considerando a los demás "tontos del culo", se posicionan como los más listos de la clase.

Tan listo fue Rubiales que, desprovisto de "toda maldad", también fue pillado (bendito Internet y benditas cámaras) haciendo un gesto obsceno a las jugadoras inglesas, gesto en el que se agarraba sus partes íntimas (suponemos que "sin maldad") mientras daba comienzo a una danza por todas las mujeres conocida como "me la vais a..." y ya se sabe cómo acaba el cuento, porque la mayoría de esas mujeres, campeonas y leyendas del fútbol, la han escuchado mil veces en el patio del colegio, sobre el terreno de juego, en la discoteca, en la calle y cada uno de los espacios donde se han permitido ser ellas mismas y pasar por encima de hombres misóginos. Ni la Reina Letizia y la infanta, celebrando al lado la victoria, sirvieron de freno para que Rubiales desoyera la llamada de la selva, con todo el respeto a los animales que en ella habitan.

Un orgullo para el deporte español tener un equipo de campeonas como el que ayer demostró que, efectivamente, son las mejores del mundo. Son la píldora para que muchas niñas no sientan miedo o vergüenza al pedir ser elegidas para un equipo u otro en el patio del colegio, son el “zasca” a aquellos que gritaban “marimacho” a la que corría detrás del balón tratando de que los insultos no le afectaran porque lo que más quería era acercarse a través del juego a ser uno de sus ídolos. Ahora esas niñas también tendrán ídolas y todo gracias a ellas, campeonas (que no “campeones”, Vilda: son campeonas).

El comportamiento del presidente de la RFEF supuso una mancha en una mañana preciosa o, quizá, un recordatorio de lo mucho que nos queda por hacer: comportamientos machistas que no se pueden banalizar ni blanquear. Que correr como una niña ya no sea un insulto es tan necesario como enseñar a las más pequeñas que los gestos sexuales, de acoso y el acceso sin permiso a nuestros cuerpos no se puede permitir, y que tienen el derecho y el poder para pararlos cual Cata Coll, de un manoplazo y con toda la clase de una líder que juega siempre bajo sus palos. Porque el beso de Rubiales no es un “beso”, el beso lo protagonizó Alba Redondo, celebrando con su mujer la victoria. Lo de Rubiales, y todas lo sabemos, es otra cosa.