Palestina, madre protectora

Visita a la madre del mártir Mohammed Al-Azizi en su casa de Nablus (Palestina)

Visita a la madre del mártir Mohammed Al-Azizi en su casa de Nablus (Palestina)

Esmeralda Marugán

Esmeralda Marugán

Palestina es una madre protectora a la que le arrancan los hijos, los mismos que le despojaron su tierra bajo las reglas del colonizador, se defienden como gato panza arriba.

Ellas, las madres palestinas, llaman mártires a sus hijos e hijas asesinados/das por el dueño de su patria, el que viene bien armado y considerado por la comunidad internacional y les sentencia sin juicios.

Creyentes de otra vida que se enfrentan a un ahora sin mañana, a pesar de un ayer milenario y que le da el derecho a su país, sin la necesidad de interpretaciones religiosas, a que prometan la tierra "de los unos para los otros¨.

El imperialismo nuestro se mece en la misma cuna, se llama patriarcado y decide el uso de nuestro vientre y su fruto, como lo hacen donde malviven con sus olivos, con la amenaza de un ojo inquisidor, convertido en un Dios de odio. El que ha canalizado su propia tragedia creando la de otro pueblo (tan perdedor como lo fue él mismo), aunque hayan sido capaces de ser el ¨Ave Fénix¨ del mundo de las finanzas, sin reparar en el daño que causan a quienes les acogieron, e ignorando el quinto mandamiento de la Iglesia Católica, Romana y Apostólica, y quiero entender que de todas las demás.

Las mujeres en Palestina hacen, entre rezos y guisos milagrosos, su propia revolución sin esconder el terrible sufrimiento con el que viven, ni aflojar en la resistencia. Por ello, en sus cementerios cavan nuevos huecos para los siguientes hijos "mártires".

La sangre de sus seres queridos exige el cumplimiento de las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, (181, 194 y 242), el reconocimiento como país, la libertad para sus presos, el derecho de retorno de los cientos y cientos de expatriados forzosos repartidos por todo el mundo.

Algo tendría que decir el poder británico que decidió repartir desde la distancia lo que no era suyo, por lo que es necesaria la reivindicación y la presión internacional tanto del mundo occidental como del oriental, en especial el árabe y el musulmán. De lo contrario, seguirán siendo refugiados en sus propias casas, y con su dignidad pisoteada.

Son controlados en su día a día, en muchos casos asesinados en la impunidad de la noche, y siempre perdiendo los invadidos. Es paradójico que sus jóvenes se enfrentan a ellos con las armas viejas que compran a sus verdugos, cuya única victoria es hacerles más difícil la emboscada. Así nos lo explica la madre de uno de los últimos mártires en Nablus. Ella se muestra tan herida como orgullosa por las cuatro horas de resistencia de su hijo, mientras nos enseña las huellas que las ametralladoras israelíes habían dejado en las paredes de su vivienda, hoy ya imposible de habitar.

Encuentro con las madres de los mártires del campamento de refugiados palestinos en Yenin

Encuentro con las madres de los mártires del campamento de refugiados palestinos en Yenin

También observamos los coches quemados, las cosechas arrancadas, la vida vallada, y sus fronteras cerradas al antojo de los militares israelitas (la mayoría jóvenes, mujeres y hombres, educados y forzados para no respetar ningún derecho del que consideran su objetivo).

Relatos continuados que sorprenden al mismo Dios, por más que le recen y le utilicen en todas las lenguas, y a mí, me recuerdan a lo que viven las mujeres madres protectoras en nuestro país, fundamentalmente porque ni Dios las escucha, y todas las instituciones se convierten en ¨Pilatos¨.

Ellas son las perseguidas por el delito de creer, defender y salvar a sus hijos e hijas del maltrato, de las agresiones y abusos sexuales paternos, y que gran parte del sistema judicial se niega a ver, o si lo ven lo minimizan, y que junto a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, y los lobbies pederastas, son el imperio poderoso. Ellas y sus criaturas, las refugiadas, las encarceladas con el alma y el corazón tan congelado como los asesinados palestinos, a los que se les sigue castigando después de matarles, sin concederles ni siquiera la posibilidad de ser enterrados, (sus cuerpos yacen en las morgues de las cárceles israelitas).

En Jerusalén visitamos la Mezquita de Al-Aqsa y también el Santo Sepulcro, y vimos el Muro de las Lamentaciones. Todo mi respeto a la fe de cada cual, a la grandiosidad de su arte e impresionante arquitectura; pero sentí el hechizo de todos los poderes, que de diferentes formas, secuestren la voluntad de decidir a los mortales, rivalizando distintas verdades desde la ostentación y la privación, basadas en similares mentiras y con un mismo fin y escusa, el que separa, salva o demoniza, fomentando las diferencias.

Y yo, con mis contradicciones religiosas me reitero, una vez más, en pedirle a Dios que exista y que no siga permitiendo a los humanos que se maten en su nombre, bajo los intereses de la desigualdad y esa crueldad injustificable.

Un instante de la visita

Un instante de la visita

Si su hijo Jesucristo pidió que los niños se acercaran a él, que ejerza y proyecte justicia también en los países democráticos donde le suplantan los jueces terrenales, aquellos que ignoran a las criaturas, y por supuesto LIBERTAD para todos los pueblos invadidos/bloqueados, y frene la discriminación que viven en especial las mujeres, también de las manos de los oprimidos.

Palestina, pese a su situación terrible e ignorada, es hospitalaria y acogedora. Forma parte de su ADN, comparten lo mucho o lo poco que poseen, pidiéndonos simplemente que seamos el espejo de lo vivido durante tres noches y cuatro días en los que hemos compartido mesa y dolor con ellas y ellos, junto a compañeras y compañeros de diferentes partes del mundo, invitados por la Organización de la Liberación de Palestina (The Palestine Liberation Organization, Deparment Of Palestinian Expartiate Affairs), con motivo de la Conmemoración del 75 aniversario de la Nakba, que tendrá su congreso oficial en el próximo mes de noviembre.

Y yo, regreso con el compromiso periodístico y humanitario de mostrar y demostrar, de informarme para informar, y de reivindicar con palabras habladas y escritas la protección de su madre patria (como yo reivindico a las madres protectoras de la mía), Palestina lo es. Se lo debo a las hijas de mi amiga Elisa, y a Luna, mi nieta.