De la embestidura a la investidura

Alberto Nuñez Feijóo.

Alberto Nuñez Feijóo. / José Luis Roca

Marc Llorente

Marc Llorente

La anomalía democrática es la de Feijóo y del grupo que le aplaude en pie para amplificar el despropósito al que recientemente hemos asistido. Siempre piden respeto quienes no lo ofrecen. Y eso les ha conducido hasta aquí. Lo suyo ni siquiera fue una no investidura, sino una fórmula para buscar la consolidación de su liderazgo (de momento) mediante una moción de censura que no tocaba. Tampoco se trataba de investir a Sánchez como dieron a entender sus intervenciones. Chupó foco, se ha reído de las instituciones, ha hecho perder el tiempo, durante 40 días, y realizó el ensayo de un primer mitin por si hubiese que volver a las urnas en enero. No parece. Porque los primeros perjudicados serían los nacionalistas catalanes y no caerán en la trampa.

La falsedad, la arrogancia, los caprichos, las contradicciones, las embestiduras o las manipulaciones del PP son sus virtudes. Lleva a cuestas su particular guion de «Todo es mentira» y a Vox, cuya voz representa el ultraconservadurismo y el autoritarismo en su máxima expresión. Pero sin él las políticas reaccionarias del partido de Génova no serían muy diferentes. Ese es su proyecto de país. El de la España negra para la mayoría y en favor de las élites. Que vende miedo y frustración en vez de seguir avanzando con un modelo social, económico y de vida que conquiste nuevos derechos y afiance el poder transformador del feminismo sin guerra de sexos, con valores igualitarios. Ampliando, incluso, las libertades del hombre más allá de los estereotipos machistas.

O sea, de la embestidura de Núñez Feijóo a la posible investidura de Pedro Sánchez. ERC y Junts llevan a cabo su correspondiente postureo con el asunto de hacer efectivas las condiciones para celebrar un referéndum de autodeterminación y la cuestión de la amnistía para los líderes del «procés» y unas 4000 personas encausadas, como bomberos, docentes… ¿Bastaría con el respaldo mayoritario de la Cámara Baja para la aprobación de una ley orgánica, o esa acción iría contra el Estado de derecho? De entrada, pasar página y apostar por la convivencia (constitucional) es lo procedente. No caer en una repetición electoral y sentar las bases, entre todos, del entendimiento. Es decir, superar un problema esencialmente político y defender la política. La legalidad.

El presidente en funciones defiende el encuentro con Cataluña. ¿Amnistía sí? Reactivar la mesa de diálogo de la que saldrían más recursos y competencias. Estimular el respeto y la concordia y huir de esa confrontación tan propia de las derechas. Un programa de gobierno europeísta y estable. Que afronte los avances sociales y los retos del futuro con empuje y responsabilidad. No será fácil, si bien Sánchez ha logrado cosas casi imposibles y ahí está dispuesto a seguir poniendo en marcha su manual de resistencia. Venció en unas primarias al aparato del «PSOE de siempre», aupado por la militancia, y consiguió ser investido al ganar una moción de censura contra M. Rajoy en 2018. El coraje y sus convicciones son indiscutibles, pese a las barbaridades de los adversarios más retrógrados y a algunas voces provenientes de las cavernas de su partido.

Quiere reformar el Estatuto de los Trabajadores, reforzar las pensiones, impulsar la igualdad de género o arreglar la crisis de vivienda. ¿A quién molestan las pretensiones en defensa del estado de bienestar, de la diversidad, del ecologismo y de la democracia? Molestan a los amantes de los recortes y de que la ciudadanía pase mayores apuros. A los que necesitan el enfrentamiento y los incendios para subsistir. A quienes apuestan por volver a las urnas, circunstancia que no garantizaría el éxito del PP.

Las negociaciones de los socialistas con Junts y ERC requieren oficio, dentro de unos límites, a fin de llegar a acuerdos. Así que menos relumbrón por parte de algunos y más seriedad si no se quiere que la cordura estalle. No consiste en pensar en Puigdemont, sino en los ciudadanos que arrastran problemas penales por el proceso soberanista. Respecto a la vicepresidenta segunda en funciones, Yolanda Díaz, airea la bandera de la plurinacionalidad y aboga por una consulta para que los catalanes voten un nuevo acuerdo político en 2024. Un poco de tila, por favor, y menos fuegos artificiales.