El ojo crítico

La vigencia de Gloria Fuertes

Fernando Ull Barbat

Fernando Ull Barbat

Han tenido que pasar veinticinco años de la muerte de Gloria Fuertes para que poco a poco deje de ser vista como una autora para niños, un personaje de televisión caricaturizable de la que, para cierto público, era muy divertido imitar su voz y su vestimenta, para ser reconocida como lo que fue, una excepcional poeta que no sólo abrió el camino a otras mujeres para que pudiesen ser reconocidas como poetas e intelectuales dejando a un lado el tradicional machismo español sino que, sobre todo, desarrolló una excepcional carrera poética que la oscura y siniestra dictadura franquista no logró acallar. Gloria Fuertes fue un ser libre que vivió como quiso sin importarle lo que se dijese de ella y sin que aquella sociedad color ala de mosca ( en palabras de Manuel Vicent) consiguiese, ni por un solo instante, acallar su voz y sus deseos de libertad.

He de reconocer que llegué tarde a la poesía de Gloria Fuertes. Comencé a leer su poesía a finales de los años 90. Y como cualquier otro niño nacido a principios de los años 70 crecí leyendo sus poemas infantiles y viendo después del colegio, por la tarde, sus apariciones en programas de televisión que, con la perspectiva del paso del tiempo, han demostrado ser la mejor televisión que jamás se ha hecho nunca en España. Poetas, historiadores, novelistas y pintores colaboraban en la producción de la televisión de aquel entonces. Muy lejos, por tanto, de la telebasura de hoy en día donde se trata a los niños ( y a los adultos también) como incapaces de pensar por sí mismos.

En estos días que se recuerda la muerte de Gloria Fuertes y aunque siempre es un buen momento para leer sus poemas hay que destacar dos libros recopilatorios de su vida y obra. El primero es El libro de Gloria Fuertes. Antología de poemas y vida (Blackie books, 2017), que resume varias décadas de sus poemas y de su vida y que puede ser una perfecta forma de introducirse en la existencia de una de las mejores poetas españolas. El segundo es Lo que pasa es que te quiero. Poemas de amor (y desamor) (Blackie books, 2023), que incluye los mejores poemas de amor de la autora. Gloria Fuertes se bebió la vida a base de versos y de experiencias. Mil veces la rompieron el corazón y mil veces volvió a comenzar de nuevo se dice en la contraportada de este libro. Pocas personas han tenido tan poca fe en el ser humano y al mismo tiempo han confiado su vida y su suerte precisamente a otro ser humano. Con una fe ciega en las personas que amó ( y que quiso amar) Gloria Fuertes transitó por la vida de un poema a otro porque, como dijo en uno de ellos, es un milagro cuando sólo se vive de vivir.

Residió en EEUU en los años 60 en compañía del amor de su vida, la hispanista Phyllis Turnbull y fue allí donde pudo desarrollarse como poeta y donde sentó las bases de lo que sería su vida cuando regresó a España tras la muerte de Turnbull. En EEUU dio clases de literatura, dirigió un colegio mayor de estudiantes universitarias, hizo lecturas de sus poemas en bares de jazz y sobre todo pudo viajar por un país en el que no tenía que fingir lo que no era. Todo ello inmerso en aquella locura suya diaria donde la risa y la melancolía viajaban de la mano.

Perteneció Gloria Fuertes a esa clase especial de personas que durante el franquismo se empeñaron en seguir viviendo como si en España no hubiese habida una dictadura y la imposición feroz de la Iglesia católica de su estricta moral antediluviana. Ahora es fácil decirlo pero vivir en aquella España claustrofóbica, que ataba de pies y manos a las personas, que trataban de anular la inteligencia, fue lo más parecido a una enorme cárcel al aire libre. Dijo Epicuro que lo bueno que tiene el paso del tiempo, el hacerse mayor, es que otorga una felicidad que se basa en los recuerdos y en la amistad. Y Gloria Fuertes tuvo ambas cosas. En España, a su regreso, tejió una red de amigos y amigas del mundo de la cultura que no dejaron que su soledad pasase a un rango insoportable. En buena parte de los poemas de sus últimos años se refiere a sus mejores recuerdos amparados debajo de nombres y rostros.

Aceptó con agrado todas aquellas imitaciones que se hacían de su forma de hablar y de su manera de vestir. Sabía que era una manera de que su poesía y sus cuentos para niños llegasen al gran público. Ella, que había vivido una guerra civil, que había pasado penalidades, hundida en el amor hasta las cejas, dedicó sus últimos años a expandir la idea de felicidad y alegría entre los niños y a decir a los mayores que el peligro es caricia / si sientes que alguien viene / a salvarte en el mar.