LA PLUMA Y EL DIVÁN

Comilones

No es criticable, en principio, que cuando nos topamos con los exultantes cuerpos de los gordinflones, barrigones y atocinados pensemos sin remisión que el portador de ese físico se pone ciego a comer sin importarle un pimiento si engorda o deja de hacerlo.

Pero siendo plenamente objetivos, puede estar aquejado de una disfunción tiroidea, endocrina o vaya usted a saber, que le provoca el engorde muy a su pesar, coma más o coma menos.

Un comilón puede tener multitud de posibilidades, independientemente de su aspecto exterior, de su sobrepeso o no, de su forma de comer y de sus aspiraciones y gustos culinarios.

Si pudiéramos hacer diferentes perfiles podríamos comenzar por el prototipo de tragaldabas, aquel o aquella que tienen una irresistible y casi incontrolable gana de comer y pareciera que por mucho que engullan siempre les quedará un hueco para un poquito más, no quedando ni las migajas a su alrededor.

La representación física es de obesidad, con mofletes pronunciados, regordete, extremidades tendentes a la cortedad y simpatía a raudales, por aquello de que con el estómago lleno uno ve la vida de color de rosa.

La contraposición física de este estereotipo la encontramos en el glotón seco y enjuto, que come tanto o más que el anterior, pero pareciera que la alimentación ingerida se evaporara por el camino y nunca llega a alojarse en ninguna parte, manteniendo una delgadez casi envidiable y modélica, pero viéndolos comer no damos crédito a su envergadura.

Los comilones por patología son los que suelen seleccionar las apetencias culinarias por impulsos irreprimibles hacia alimentos concretos, donde tiene su máxima representación el dulce.

Son muchos los que describen que, en estados de ansiedad alta, suelen lanzarse a comer chocolate como posesos, o ante una frustración lacerante se meten un kilo de helado entre pecho y espalda, y tan campantes.

En otra línea de acción podríamos encontrar a los exhibicionistas, que aprovechan cualquier acontecimiento para presumir de sus amplias tragaderas,

La reflexión final podría realizarse en torno a si el zampabollos nace o se hace, y ahí tendríamos un verdadero problema educativo consolidado, porque a excepción de los que tienen un problema médico en la señal de saciedad, comer es un aprendizaje que suele adquirirse en el seno familiar, y de tales palos tales astillas.

Si la línea paterna es hacer comidas pantagruélicas, donde el comer se convierte en una carrera de fondo diaria a ver quién consigue ganar al otro, la consecuencia habla por sí sola. Sean comedidos.