Esfuerzo colectivo y premio

ESFUERZO COLECTIVO Y PREMIO

ESFUERZO COLECTIVO Y PREMIO / AntonioGilOlcina

Antonio Gil Olcina

Antonio Gil Olcina

Este año de 2024 se cumplen cuarenta de un hito sobresaliente en la aún breve historia de la Universidad de Alicante, camino del medio siglo. Al iniciarse el último tercio de la centuria precedente, en el ámbito de la enseñanza superior aparecía una llamativa anomalía: una de las primeras provincias españolas, la de Alicante –según coyuntura, alternaba con Sevilla en el cuarto puesto por la generación de PIB–, con sus elevados potenciales demográfico y económico, carecía de universidad. Por entonces, acordes con la robusta tradición secular de avance y progreso endógenos, las fuerzas vivas de la provincia decidieron crear el Patronato Alicantino de Enseñanza Superior (PAES), que acordó establecer un gran colegio universitario (CEU), el de mayor oferta académica existente en España, con las secciones de Filosofía y Letras, Ciencias, Derecho, Medicina y Ciencias Económicas y Empresariales. Durante una década el CEU prestó un inestimable servicio a la sociedad alicantina, proporcionando el primer ciclo de las susodichas licenciaturas a gran número de estudiantes que, sin este centro, habrían tenido bien difícil el acceso a la enseñanza universitaria. Se planteó y consiguió una primera mutación demanial de terrenos del antiguo aeropuerto militar de Rabasa donde radicaban sus edificios (dormitorios de las compañías, pabellón de mando, residencia de suboficiales, etc.), aproximadamente 200.000 m2, desafectándolos del Ministerio del Aire y adscribiéndolos al Ministerio de Educación y Ciencia. Estas, más algunos barracones prefabricados, fueron las instalaciones con que contó el CEU; y de poco más dispuso la Universidad de Alicante, fundada en 1979, en su comienzo académico, el curso 1980-1981.

De las universidades españolas puestas en funcionamiento la segunda mitad del siglo XX, ninguna lo hizo con más carencias materiales y escasez de medios que la de Alicante. Hagamos notar que la concesión de universidad a la provincia, víctima de un increíble agravio comparativo, fue bien tardía. En cambio nació grande: bastaban entonces tres Facultades o Escuelas Técnicas Superiores para la configuración de distrito universitario, en el de Alicante a las Facultades de Filosofía y Letras y Ciencias, erigidas en 1975 y hasta este momento dependientes de la Universidad de Valencia, se añadieron de nueva creación las de Derecho, Medicina y Ciencias Económicas y Empresariales; es decir, para 1979, las cinco secciones del CEU se habían transformado en Facultades. Sin olvidar, por supuesto, las Escuelas Universitarias de Ciencias Empresariales, Formación del Profesorado de E.G.B., Enfermería y Trabajo Social.

Subrayemos, no obstante, que si el Campus de San Vicente estaba por ampliar, urbanizar y desarrollar, no todo era negativo: la herencia del CEU tenía muchos y valiosos aspectos positivos: la casi totalidad del profesorado procedente del mismo poseía el doctorado o estaba a punto de lograrlo; ello a través de puestos de adjuntos (la Universidad de Alicante fue la única que, el año académico 1980-1981, contó con este tipo de contrato), interinidades de Titularidades, Agregadurías y Cátedras hizo posible la complicada integración del profesorado en la estructura universitaria, al tiempo que abría paso a brillantes carreras académicas. Resaltemos asimismo la presencia de personal de administración y servicios, eficiente, formado y bien organizado. A destacar, como herencia del Colegio, el puntual e inmejorable cumplimiento de calendario y horario lectivos. Además, el ambiente entre el profesorado y las relaciones con el alumnado eran agradables y bien satisfactorios. De recordar es que, nombrados profesores asociados, prestigiosos profesionales prestaron excelente colaboración, particularmente en las Facultades de Derecho y, sobre todo, Medicina; la enseñanza de las asignaturas clínicas fue posible gracias a la generosa contribución y apoyo de los diferentes servicios de los hospitales General, Provincial y de Elche, mientras empezaba a levantarse el de San Juan. Además, la dotación de cátedras y titularidades, en el contexto del confort climático y calidad de vida de la hospitalaria tierra alicantina, hizo que buen número de valiosos profesores formados y procedentes de otras universidades decidieran hacer de la de Alicante universidad de prolongada permanencia o a término, abriendo paso a las carreras académicas de sus discípulos alicantinos. Se produjo asimismo la incorporación a la administración universitaria de profesionales de gran preparación y experiencia, convertidos en Técnicos de Gestión de Universidades. El nombramiento, en 1980, como Gerente de la Universidad de una valiosa profesional constituyó éxito total y acierto rotundo, por su inteligencia, preparación, dedicación, constancia y lealtad. En resumen, la Universidad de Alicante, muy mermada de continente o recipiente en sus inicios, gozó pronto, desde el comienzo, de rico contenido, tanto de profesorado como de personal de administración y servicios. A pesar de la singular dureza de la coyuntura económica, se logró la sustancial ampliación del campus, en 535.000 m2, y empezó la construcción de auténticas facultades, como las de Derecho, Ciencias y Filosofía y Letras II. La Universidad de Alicante, tanto tiempo deseada, se benefició del gran esfuerzo colectivo, en todos los órdenes, de su personal. Esta entrega y dedicación fundamentan el aparente milagro acaecido casi un lustro después.

En diciembre de 1982, desintegrad Unión de Centro Democrático (UCD), se produjo la gran victoria electoral del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), con diez millones de votos y mayoría absoluta de 202 diputados. El nuevo Ministerio de Educación y Ciencia, que impulsaba la Ley de Reforma Universitaria (LRU), decidió conocer la situación real de la universidad española, a través del examen exhaustivo de cada una de ellas por la Alta Inspección, siguiendo el orden alfabético. Correspondía, en primer lugar, a la Universidad de Alcalá de Henares; sin embargo, por algún problema en esta, se comenzó por Alicante. Del resultado de la referida inspección ilustra bien una misiva, el 15 de marzo de 1984, del Director General de Enseñanza Universitaria, cuyo tenor es el siguiente: «Tanto del Informe que ha realizado la Inspección General de Servicios como de mis conversaciones con los Inspectores se deduce un excelente buen funcionamiento de la Universidad de Alicante. Los Inspectores volvieron muy gratamente impresionados por la eficacia administrativa y de la seriedad y responsabilidad del profesorado en el cumplimiento general de sus obligaciones… Ello demuestra que, a pesar de las dificultades de todo orden, una Universidad que se lo proponga puede funcionar con seriedad y cumplir honestamente todas sus responsabilidades. El azar ha hecho que la vuestra haya sido la primera Universidad inspeccionada; me alegro que haya sido así, pues va a constituir el listón con que medir las restantes…». Un par de meses después, el Director General giraba visita a la Universidad de Alicante y le llamaron poderosamente la atención los logradísimos hologramas elaborados, con muy escasos medios, por el excelente grupo de físicos que trabajaban e investigaban en Óptica.

Por entonces, el Ministerio advirtió una demanda insatisfecha de ópticos, profesionales que únicamente formaban en España dos Escuelas Universitarias de Óptica, pertenecientes a las dos mayores universidades, o sea, Complutense de Madrid y Barcelona-Pedralbes. En consecuencia, resolvió la creación de una tercera Escuela; y, por supuesto, las restantes universidades deseaban ser destinatarias del nuevo centro. Lo previsible es que fuera alguna de las universidades más antiguar y consolidadas; sin embargo, no fue así. Llegado el momento, vino la sorpresa: la tercera Escuela Universitaria de Óptica fue asignada a la Universidad de Alicante. Sin duda, acorde con el fuerte apoyo social –continuo el de este diario–, el gran esfuerzo colectivo, al que se refería el citado informe, había tenido reconocimiento y premio.