La plaza y el palacio

Bendiciones

Así han recibicido la bendición perros, gatos y otra fauna doméstica el día de San Antón en Torrevieja

Así han recibicido la bendición perros, gatos y otra fauna doméstica el día de San Antón en Torrevieja / J. Carrión

Manuel Alcaraz

Manuel Alcaraz

Semana de San Antón. Uno de los santos más venerados en tierras valencianas. Por razones de las que podemos hablar otro día, su fama proviene de ser patrón de los animales. Aunque la Iglesia pugna desesperadamente por encontrar canonizables modernos, que representen utilidades más actuales, no puede despojarse de la noche a la mañana de los venerados propios de sociedades agrarias. Y en ellas tener un cerdo en la familia era una bendición. Por eso se bendicen los animalitos del Señor. Aunque creo que más abundan las mascotas remojadas en agua bendecida que vacas, asnos, corderos o, mismamente, cochinillos. A mí me parece bien. No dispongo cifras sobre su influencia en la cabaña nacional, pero es simpático ver a un cura revestido salpicando a un sorprendido loro o encabritando al perrillo. Lo que no acabo de entender es que sea tan fácil, y genere tan católico consenso, bendecir a bestias y, sin embargo, hay que ver la que se ha liado con la bendición a parejas de gays o lesbianas.

No caeré en la simplificación de decir que obispos, cardenales, teólogos, monjas y fieles varios, consideran que en la escala de la creación —no de la evolución— los homosexuales están por debajo de los animales. No debe ser tan fácil. Antes seguramente sí, que los quemaban en fastuosos piras que enseñaban a niños y mayores que las coyundas deben ser como fueron siempre. Pero no es menos cierto que los libros recogen ejecuciones rituales de, por ejemplo, cerdos, tras cometer ciertos dislates, como comerse a niños —sobre relaciones homoeróticas de animales que supusieran condena nada he encontrado—. El caso es que preocupado por estas y otras cuestiones, cada día consulto el newsletter del Vaticano (www.vaticannews.va/en/newsletter-registration.html), alguna edición digital de revistas católicas y los continuos mensajes en las redes del pastor de mi diócesis. Y he contemplado una buena intención en el Pontífice, desdicha por una avalancha de desdichadas opiniones contrarias, que en este caso suelen decir que hay que hacer caso al Papa… pero interpretarle bien. El hombre, de hecho, ha tenido que sacar una aclaración a su primera opinión y aún ha sido matizado por los hombres muy hombres de su grey, que sólo quieren ser castos pensando en mujeres, esa fauna eclesiológica atada a los tiempos de Noé.

Total, que la han liado parda y casi ha quedado peor que estaba la cosa. Entiendo que algunos gays y lesbianas consideren la timidez eclesial como un pasito de avance en mitad de una barbarie de siglos. Pero el caso es que me he enterado de que existen dos clases de bendiciones y que la que corresponde a estos desviados de la oficialidad sexual no es la “litúrgica” sino una especie de ánimo para, precisamente, ¡ayudarles a salir de su pecado! Por eso se recomienda encarecidamente que los ordinarios del lugar, arciprestes, canónigos, capellanes, párrocos y coadjutores, se limiten a una cosita breve —no más de diez minutos—, en un lugar apartado y sin confusión posible con una boda como Dios manda. Porque, argumentan, no se puede bendecir al pecado ni a aquellos/as que, precisamente, se arrejuntan para perseverar en el pecado. Todo eso no está tan claro en el Catecismo de la Iglesia (ver artículo 1668 y siguientes) donde se alude a bendiciones —y otros gestos sacramentales— de personas, cosas útiles, etc., con alusión especial a materiales para el culto, iglesias, abadesas y hasta campanas. Y dice: etc. No sé si etc. es un nuevo eufemismo para gays y lesbianas casados pero poco. Desde luego se prevén bendiciones para consagrar vírgenes y viudas.

Seguimos sin saber la clase de bendición que se otorga a animales en plazas de toros -¿se bendice a los toros antes de su ejecución?-, parques y templos de la cristiandad. Y el caso es que en el santoral hay casos de mujeres que vivieron disfrazadas de hombre que ya podrían usarse para normalizar el asunto. Y el mismo santo al que gloso con entusiasmo, da para versos festivos que vienen a cuento; como aquello que dijo el artista al empezar su obra:

«Si sale con barba San Antón,

y, si no, la Purísima Concepción».

El caso es que los animales pueden ser benditos. Miren si no el telegrama de Pío XII a Franco el día en que concluyó la Cruzada: «Levantando nuestro corazón al Señor, agradecemos sinceramente, con Vuestra Excelencia, deseada victoria católica España. Hacemos votos porque este queridísimo país, alcanzada la paz, emprenda con nuevo vigor sus antiguas tradiciones, que tan grande lo hicieron. Con estos sentimientos, efusivamente enviamos a Vuestra Excelencia y a todo el pueblo español nuestra apostólica bendición».

Es por todo ello que reivindico una bendición especial para Nadal, ese muchacho tenista, que se ha colocado ahora de mascota de la monarquía saudí. Ahora es cuando debo usar una cláusula de estilo afamada estos días y afirmar que como tenista es inmejorable. Vale. No entiendo del asunto pero lo admitimos como animal de compañía. Quienes me conocen saben que mis remilgos ante el mallorquín no son nuevos: renacen cada vez que le veo actuando de persona buena, muy buena, consciente de su bondad, que pregona con frases redondas, inapelables. Y las vende a no sé cuánto el centímetro de bondad para publicidad, sobre todo de bancos, que tienen una partida en sus cuentas para el pago de buenos y fenomenales y benditos por la fortuna moral. Como soy antiguo me molesta sobremanera que gente con mucho dinero —aunque lo haya obtenido lícita y legítimamente— muestre avidez por acumular nuevas ganancias usando nombre, palabra y fama para ello, porque eso es, en sí, un mensaje inmoral para niños y jóvenes.

Usar eso para bendecir a criminales, homófobos, misóginos de Estado, me parece que está mal, muy mal. Aunque él sea bendecido con nafta y euros. Y empezar diciendo que él sólo ha visto crecimiento y progreso significa que su calidad moral está algo manchada por la mentira o que va a ser que no es tan listo como parecía —fuera de las canchas, que nadie se confunda, por Dios —. Que no sea el único que juega a estas cosas —ahí está la Federación Española de Fútbol, que en esto no ha sido depurada— no desmerece su impulso.

Ha habido más estos días: un exaltado premiando a Ayuso con no se sabe qué reconocimiento de una extraña asociación instituida a instancias de D. Juan de Borbón en 1942 —cuando aún estaba por ver si los nazis ganaban —con el aval de un par de generales de los de Franco de verdad —aunque luego se pelearan—. Si bien se mira, es como bendición de capellán castrense, que deben ser las que más valen, sobre todo si son del arma de caballería. Ella no sé, pero seguro que muchos de sus electores también bendicen la mesa, sobre todo la fruta. Y es que este país ha sido un país de muchas bendiciones: de pisitos de protección oficial, de cárceles, de cementerios, de fábricas y talleres —los de economía sumergida no—, de campos de fútbol, de pistas de tenis, de la guardia mora… Me parece que la costumbre está en desuso desde que cerraron el Nodo, que en 1957 recogió una bendición de trolebuses. Búsquelo: una delicia de cuando aquí había un Dios que perseguía a maricones y bolleras.