Tiene que llover

Facciones compartidas

Palestins al costat d'edificis destruïts pels bombardejos a la Franja de Gaza

Palestins al costat d'edificis destruïts pels bombardejos a la Franja de Gaza / Mohammed Talatene/dpa

Francisco Esquivel

Francisco Esquivel

Vengo acompañando desde la lejanía a Wael al Dahdouh, periodista palestino en el que se ha cebado el desastre que le rodea. La última imagen que se ha visto de él corresponde a una en la que, con el chaleco de «press» que no se quita ni para dormir, agarra la mano del tercero de sus vástagos muerto a los que hay que sumar los de la mujer y un nieto en una aniquilación insoportable de digerir, mientras con el otro brazo estrecha a una hija que aún se mantiene en pie con un semblante en el que se dibuja el ánimo destrozado. El del padre da horror. Mira ido el cadáver conteniendo el deseo de gritar a los cuatro vientos que los están matando en vida, pero ha de seguir informando. Y lo hace.

La jornada en que murió el grueso de la familia recibió el mazazo cuando fue a cubrir un incidente y continuó con la tarea pese a lo que acababa de descubrir. Las cámaras no perdieron su rastro mientras caminaba hacia una zona donde los cuerpos que no cabían en la morgue se encontraban en el suelo, imágenes que en su día conmocionaron a todo bicho viviente. Lo más reciente ha sido que Dahdouh ha dejado por primera vez la Franja de Gaza camino de Catar vía Egipto a fin de restañar las heridas sufridas con drones israelíes en un ataque ocurrido allá por diciembre en el que el camarógrafo de Al Jazeera que iba con él se despidió para los restos.

Con estos trozos de metralla en la psique cojo por primera vez a mi nieto Nicolás venido a este mundo en la madrugada de Reyes y la descarga de emotividad no impide que algo se rompa por dentro. Lo miro, lo abrazo, saboreo sus movimientos al igual que el hipo y cómo se estira en ese milagro de la naturaleza que te permite descubrir facciones compartidas por los seres más cercanos, algo que ocurre de forma idéntica en Jerusalén y en cualquier punto del globo salvo que un estropicio las borre del mapa. Cuando se le plantea que si una retirada a tiempo Wael pregunta que cuál es la otra opción, «¿Sentarnos en nuestras casas?». Y lleva razón. Para eso ya están los organismos competentes.