Lo que empieza es la fuga del talento

Aulario II de la UA.

Aulario II de la UA. / Jose Navarro

Carles Cortés

Carles Cortés

Estas últimas semanas hemos conocido por medios internos y externos de comunicación la marcha del investigador de referencia de la Universidad de Alicante en los últimos años a una universidad de Arabia Saudí. El ecólogo y catedrático de la UA, Fernando Maestre, tras exponer las dificultades tenidas en el incremento de la burocratización de las tareas investigadoras, motivadas por la aplicación de las nuevas normativas nacionales en la contratación de productos esenciales para su tarea, como también en la falta de recursos y de apoyo logístico, ha decidido finalmente trasladar su dedicación a un centro externo cuyas condiciones generales mejoran las actuales. Más allá del temor de su marcha, con la de cinco miembros de su equipo, y sus consecuencias para la institución que recibe, entre otros, una puntuación en los diversos ránkings internacionales por la investigación de equipos como el que Maestre encabezaba, las declaraciones de nuestra rectora en este mismo medio, Amparo Navarro, han intentado quitar hierro al asunto. Los avances en el conocimiento de la desertificación que desarrollaba este investigador no quedan paralizados, gracias a la dedicación de otros equipos multidisciplinares que también abordan este punto de análisis en sus proyectos.

Con el titular “Aquí no se paraliza nada, todo empieza aquí”, se recordaba el periplo del investigador formado en la UA y que volvió, tras diversas estancias internacionales, con el programa GenT de la Generalitat Valenciana para consolidar su plaza de catedrático. Se reconoce el incremento de la burocracia en la obtención y en la gestión de proyectos, como también la continua lucha de las universidades y de los investigadores para conseguir una financiación basal para la investigación y por la simplificación de los procedimientos. Unos intentos que, en los últimos años, como hemos expuesto en diversos artículos anteriores nuestros en el periódico Información, no han dado todavía sus frutos. El Personal Docente e Investigador de nuestras universidades reconocemos constantemente el incremento de la gestión burocrática que resta tiempo a la tarea propiamente buscada, el desarrollo de proyectos que sirvan para mejorar nuestro entorno y avanzar nuestra sociedad a través del conocimiento.

Lo que llama la atención del hecho en sí no es la imposibilidad de competir con centros internacionales como el que recibe al investigador citado, sino la forma de su traslado. Se apunta, según medios de nuestra universidad, a una excedencia de cinco años con reserva de plaza. Cierto es que suele ser habitual en este tipo de movilidad de investigadores que las universidades de origen suelen llegar a este tipo de acuerdo, de manera que la inversión realizada con este tipo de investigadores acabe revirtiendo años después en la misma institución. Incluso manteniendo vacante una plaza que podría entenderse como una posibilidad de captación de otro investigador destacado durante el tiempo de duración de esta excedencia. Un acuerdo de ambas partes que chirría con las declaraciones referidas del biólogo que se traslada al extranjero y que leímos en los medios: “uno de los motivos por los que me voy es la excesiva burocracia, las dificultades que tenemos aquí en el día a día, el papeleo sin sentido y absurdo que muchas veces tenemos que hacer y que nos ocupa buena parte de nuestro tiempo y, sobre todo, de nuestra energía, y las dificultades para poder, en definitiva, investigar aquí al nivel al que lo hacemos y, en particular también, para poder mantener un grupo de investigación estable”.

Llevamos ya unos años reclamando un plan efectivo de simplificación de las tareas de gestión en la investigación. La regulación nacional de las contrataciones da escaso margen para aplicar medidas que faciliten las gestiones en muchos casos, pero ¿cómo podemos facilitar internamente desde nuestras instituciones la contratación de personal, las justificaciones internas que parecen a menudo infinitas en las gestiones económicas o la tramitación general de temas que se derivan al cajón de sastre digital de las instancias genéricas? Frente a esta carrera permanente de obstáculos, ¿quién ayuda realmente al personal investigador en sus tareas? ¿Tenemos un apoyo real y efectivo del personal técnico o administrativo correspondiente? Dejemos de lamentarnos y actuemos. Luchemos, por lo tanto, contra estos elementos que nos debilitan y ejerzamos con fuerza el papel que la sociedad otorga a nuestras universidades públicas con claridad y firmeza. Si reforzamos el valor de nuestras instituciones facilitaremos el desarrollo de nuestros objetivos y serviremos, ahora sí, como punto de atracción de un talento que, gota a gota, va perdiendo fuerza en nuestras universidades.