“Con Miguel hubiésemos ganado las elecciones”, es algo que no me deja de repetir un viejo amigo, que formaba parte del equipo de gobierno del Partido Popular en el Ayuntamiento de Alicante durante aquel año 2015. La verdad es que, con la llegada a la alcaldía de Alicante de Miguel Valor ese año, tras la dimisión de Sonia Castedo, pasamos a una extraña y deseable situación de calma tras la crispación de los años anteriores, especialmente el último.

Miguel Valor tenía un estilo de hacer política diferente. Jamás buscaba el enfrentamiento y siempre trataba de llegar a acuerdos. Cada moción que yo presentaba, como concejal de la oposición, sobre el área de cultura conllevaba inevitablemente una llamada de Miguel. Valorábamos juntos la propuesta que le hacía y siempre trataba de llegar a un acuerdo antes de que la moción fuese debatida en el pleno. La verdad es que te desarmaba por completo y rara era la vez que aquello no acababa con un compromiso por su parte a realizar algo de lo que habías solicitado en tu moción. Cuando no era posible el acuerdo, sabías que tu propuesta iba a ser derrotada en el pleno, pero siempre te justificaba sus motivos.

Aquello no cambió cuando pasó de concejal de cultura a alcalde de Alicante. Visité más su despacho en los seis meses en los que ocupó el cargo, que en los tres años y medio anteriores. Siempre tratando de entender problemas y llegar a soluciones compartidas.

En una de aquellas reuniones, creo que fue por una propuesta mía sobre el barrio de la Sangueta, me comentó su deseo de ser el futuro candidato a la alcaldía de Alicante. Él me decía que tenía muchas posibilidades de serlo y que los números le daban para ser alcalde. Era difícil en aquel momento imaginar un candidato mejor para el Partido Popular. Algunos me comentaban que Valor decía que él se presentaría para ganar las elecciones pero que no acabaría el mandato por motivos de salud. Yo siempre les avisaba de su error, les contestaba “Miguel no solo acabaría mandato, sino que sería el candidato de la siguiente, la política le da vida”. Y era cierto, era una persona que rejuveneció notablemente cuando recibió la vara de alcalde. Era un hombre feliz por ser alcalde de Alicante, pero deseaba obtener una gloriosa victoria, superar un último reto, que pusiera broche a su dilatada carrera política.

Me consta que empezó a planear concienzudamente aquella cercana campaña electoral del 2015, pensando que él era el que iba a encabezar aquella lista, en la que ya imaginaba una serie de personas de mucho interés. Pero de la noche a la mañana todo cambió, como el general que es relevado del mando la noche previa de la batalla. Miguel Valor tuvo que asumir que, a pesar de sus méritos contraídos, pasaría a ser uno más del equipo liderado por Asunción Sánchez Zaplana.

Como si de una maldición se tratase, las encuestas electorales que tenía Miguel se hicieron trizas ante una campaña que no entendió nadie y que dejaron al Partido Popular con un pésimo resultado, mucho peor que cualquier funesta previsión. Al no disponer de una máquina del tiempo jamás podremos saber que hubiese sido de nuestro Alicante hoy si Miguel Valor hubiese sido el candidato en el 2015. ¿Quién sabe?, quizá Don Miguel hubiese fallecido esta semana siendo todavía el alcalde de Alicante.