Oído cocina

Un aparato de radio.

Un aparato de radio. / INFORMACIÓN

Jesús Javier Prado

Jesús Javier Prado

Hace apenas una semana se cumplió el día Mundial de la Radio. Creo que no hay un día mundial para los periódicos, o para la televisión, pero es normal: la radio es el medio más emocional, el que mejor llega de manera personal a todos los que sintonizamos algo en algún sitio y en algún momento. La conexión es inmediata, rápida y cercana. No era lo mismo ver en televisión a Gabilondo que oírlo todas las mañanas en la radio. No es lo mismo leer una entrevista a Luis del Olmo que oírlo con su vozarrón emergiendo de las tinieblas del Bierzo. La lectura te aísla y te concentra, lo visual te distrae y la voz te cautiva (o te enerva).

Quizá por eso la radio es el medio más cursi de todos: «Cadena XXX, el sonido de la vida»; «Radio XXX, siempre a tu lado»; «Sintoniza XXX para oír el latido de la calle». No son reales, pero podrían serlo. Son insuperables, casi un género en sí mismo. Esa emocionalidad es su mejor baza porque es real y crea adeptos: hay tifosi de la radio, de una cadena u otra, de sus programas, de sus estrellas radiofónicas (la prensa escrita no tiene estrellas. Tiene directores. Pero nada que ver, nada que ver, no hay comparación posible, si lo sabré yo…)

Mientras que para hacer un periódico hay que tener bastantes redactores para escribirlo, un maquinón enorme y caro para imprimirlo y un ejército de conductores para repartirlo en menos de tres horas entre cientos de kioscos, para hacer radio solo hace falta (simplificando, que es gerundio) una habitación, un enchufe y un micrófono. Por ello es el soporte que mejor ha aguantado, primero, la crisis económica y la revolución digital, después. Los cambios en las tendencias de consumo de información no le han afectado de manera grave ya que la radio se oye, básicamente, igual que hace veinte años (pero es que la radio siempre ha sido bastante actual, porque lo que pasa lo cuenta en el momento; las ediciones digitales de los periódicos no hacen otra cosa que replicar ese modelo, sin dejar de hacer el otro). La posibilidad del streaming y el universo sin fin de los podcasts les abre, además, nuevas alternativas de futuro.

Ante tanta loa al universo de la radio, como colofón, una pulla. ¿Quién me sabe decir lo (que creo) que hacían los Gabilondo y del Olmo antes, y lo (que creo) que siguen haciendo los Herrera, Barceló y Alsina ahora, nada más llegar a su estudio? Pues repasar y leer los periódicos, vaya por dios. Para orientarse, para colocarse, para saber por dónde sopla el aire y por dónde se mueve el mar, y si va a ser cierzo o calma chicha, marejadilla o temporal. Que mucha emoción, mucho directo y mucha cuña de autoayuda, pero la voz se evapora pronto y lo escrito permanece más. Y vas a comparar a un director de periódicos (con la mala leche que tienen) con una estrella cualquiera de la radio, por favor…